Introducción

AutorAna Garriga Domínguez
Páginas13-17

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En la actualidad,1la doctrina científica y también los tribunales de justicia, así como amplios sectores sociales, se han hecho eco del debate iniciado hace años por unos pocos expertos acerca del fenómeno de «liberties pollution» o contaminación de libertades, es decir, ante la situación de “erosión y degradación que aqueja a los derechos fundamentales ante determinados usos de las nuevas tecnologías”2. Hoy es frecuente leer en la prensa y escuchar en los medios de comunicación audiovisuales noticias sobre la actuación de determinadas instituciones en defensa de la intimidad de los ciudadanos, impidiendo o sancionando la venta de sus datos personales, su obtención ilegal, etc.

Cientos, miles de datos sobre personas se encuentran almacenados en ficheros de titularidad pública o privada. En muchas ocasiones, el titular de los mismos los ha facilitado voluntariamente para obtener un servicio o para adquirir un producto. En otras muchas, esos datos personales habrán sido obtenidos directamente de su titular sin su consentimiento –por ejemplo, en aquellos casos en los que es obligatorio facilitarlos– y, aún, sin su conocimiento, cuando se obtengan de un tercero o de las llamadas fuentes accesibles al público. Datos que suministramos para finalidades concretas, posteriormente son cedidos y desviados para otras diferentes sin que se nos proporcione ningún tipo de información acerca de su destino o, en muchos casos, sin que siquiera, seamos conscientes de ello. Esta realidad se ve complicada con la expansión de Internet, ya que a través de las «cookies remotas» o losPage 14programas rastreadores o sniffers, por ejemplo, se posibilita el funcionamiento de las denominadas «redes de seguimiento» a través de las cuales es posible seguir al usuario a medida que navega por determinados «sitios», “vigilando sus acciones, acumulando información personal, controlando cuales bienes o servicios adquiere, etc.”3

Es la nuestra, una época caracterizada por la acumulación de información, aunque tal vez no siempre de conocimiento. Cualquiera que sea el tema, el ámbito científi co, histórico, social, ha sido desarrollado y compilado. Existen bases de datos sobre las cuestiones más dispares y hasta sobre las más extrañas. Desde un ordenador personal conectado a Internet podemos acceder cómodamente a información sobre hoteles con encanto, gimnasios, dietas sanas, productos varios, canciones de éxito, chistes, postales y tarjetas de felicitación, debates sobre casi cualquier cuestión o mapas de carreteras. Sin duda, ésta es la era de la información. Este afán de acumular datos e informaciones no excluye aquellas que se refieren de forma directa a las personas. Es más, podría decirse que este tipo de información constituye una de las clases más preciadas y valoradas, hasta el punto de que forman parte del activo de cualquier empresa, asociación o Administración Pública. Las fi nalidades que persiguen las entidades públicas o privadas son igualmente de lo más variado, desde el control y la prevención del delito, hasta el incremento de ventas de un determinado producto, la difusión de unas determinadas ideas, filosofía o ideología o el hacer pública determinada información que se considera que la sociedad en general debería conocer. En algunos casos, estas finalidades así como los titulares de estas bases de datos personales son claras y se encuentran perfectamente identificadas, pero en otros muchos casos desconocemos quién y para qué recoge, almacena y somete a determinados tratamientos información relativa a personas identificadas o identificables y si nuestros datos son de los que engrosan esos enormes ficheros de información personal. Podría afirmase que en la mayoría de los casos ni siquiera somos conscientes de que tales hechos se producen ni de los riesgos que para nuestra libertad de elección puedan suponer4. Los seres humanos solemos ignorar aquellos peligros que no son evidentes y no se nos muestran de manera inmediata y nos sentimos dueños de nuestras vidas sin imaginar la posibilidad de que personas ajenas a nuestro entorno, a quienes no conocemos y de cuya existencia nada sabemos, toman determinadas decisiones que nos afectan en base a datos e informaciones personales que nosotros no hemos suministrado o lo hemos hecho para alguna finalidad concreta, o que simplemente considerábamos olvidadas o secretas5. Es posible también que, conscientes de los riesgosPage 15que para nuestra vida privada y el ejercicio de nuestros derechos fundamentales tienen determinadas prácticas de acumulación y tratamiento de información personal y dudando de la eficacia de la protección que nos ofrece el Derecho...

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