Introducción

AutorJordi Pérez i Montiel
Páginas9-18

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Para educar a un niño hace falta toda la tribu.1

[...] no es el caerte en el agua lo que hace que te ahogues, sino el quedarte dentro2Comúnmente se atribuye a Julio César la frase Si vis pacem para bellum3 (si quieres la paz, prepara la guerra). A pesar de haber sido pronunciada hace más de 2000 años sigue vigente. Aún hoy es aceptada como un principio incuestionable en nuestra cultura, de hecho, las guerras son consideradas como una forma natural de resolver las controversias. Es evidente la importancia de la Biblia en la construcción de la mitología de nuestra cultura y aún de la historia. El Génesis relata la historia de Caín y Abel4, Caín fue el primer ser humano nacido fuera del Paraíso y el primer fundador de un asentamiento humano, en el relato se muestra como resolvió sus conflictos con su hermano Abel, como se sabe, lo asesinó.

Parece que está asumido por nuestra sociedad que, las guerras (y por analogía, los conflictos), son connaturales a la especie humana, que han existido siempre como forma de relación humana y social.

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Prueba de ello es el gran esfuerzo que hace la humanidad en dedicar una gran parte de su capacidad productiva en fabricar armas, de hecho, es una de las principales industrias en el mundo5. El psicólogo William James afirmó: La naturaleza humana es belicosa, competitiva y agresiva, y, por consiguiente, los que deseen eliminar la guerra o la competencia, deben simplemente encontrar formas nuevas, socialmente menos destructivas, para expresar su índole belicosa e inclinada a la competencia6. Sin embargo, la antropóloga Margaret Mead publicó en 1940 un artículo en el que defendía que la guerra no es una necesidad biológica del hombre sino una invención del mismo7. La historia ha dedicado una parte incon-mensurable de su trabajo a estudiar las guerras, sin embargo, no ha dedicado el mismo esfuerzo a estudiar las culturas de paz.

Existen numerosas referencias a culturas anteriores a nuestra era en las que los conflictos se resolvían de manera pacífica, en ellas, las relaciones eran colaborativas, la propiedad se basaba en el valor de uso y no en el valor de cambio, las relaciones familiares no se basaban en la filiación patri o matrilineal sino en la pertenencia a la comunidad, no se había producido la segregación por razones de género, etc.

Las excavaciones realizadas en los más antiguos asentamientos humanos, localizados en la llamada Vieja Europa8, datados entre los años 7000 y 5000 antes de nuestra época, muestra que hubieron ciudades que llegaron a tener 20.000 habitantes. En ellas, no se han encontrado diferencias en las construcciones, en las tumbas ni en los ajuares, lo que significa que no habían diferencias entre los ciudadanos por razones de casta ni de género y que las jerarquías no suponían privilegios. No tenían murallas defensivas, tampoco se han encontrado armas ni representaciones artísticas de actos violentos, lo que muestra que las relaciones con otros pueblos eran necesariamente pacíficas. Eran sociedades económicamente excedentarias y comunicadas entre sí, como lo muestra que se hayan encontrado objetos de artesanía fabricados a miles de kilómetros de distancia.

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Sin embargo, una gran parte de la literatura científica y, más aún, la no científica, afirma que las relaciones violentas entre las personas y entre los grupos sociales son un recurso natural en las relaciones humanas, a veces presentado como genético. Se ha incorporado en el imaginario de nuestra cultura la frase Homo homini lupus est9, (el hombre es un lobo para el hombre). Esta perspectiva alcanza el paroxismo cuando busca justificaciones en el mundo animal e identifica la caza de los animales carnívoros, con las conductas violentas y agresivas humanas. Es obvio que, ni su modo de actuar ni su finalidad son comparables. Para los humanos son actos dispositivos y voluntarios, no así en el mundo animal. Están documentados numerosos casos de conductas de animales carnívoros, en las que no se muestran violentos ni agresivos, recordemos la relación del Dr. Rodríguez de la Fuente con sus lobos, a la Dra. Jane Goodall con grupos de primates en Kenia durante más de 20 años. En la web, se pueden encontrar vídeos de leones abrazando a personas, hombres tranquilamente rodeados de tiburones, etc. En estos casos es evidente que los animales actúan con libertad, sin que pueda atribuirse la relación a que hayan sido sometidos, como sucede en las relaciones de amaestramiento o domesticación, sean perros o tigres u orcas.

Las culturas dominantes se caracterizan por imponer a las culturas conquistadas sus valores éticos, sistemas políticos, económicos, religiosos, culturales,... incluso los lúdicos. Históricamente, cuando un pueblo o un estado luchaba y vencía a otro, tomaba los bienes (materiales y personales) que le interesaban y, con frecuencia, destruía el resto. La industrialización del siglo XIX hizo que el objeto de las conquistas evolucionara. Ya no se trataba de conseguir las propiedades y los medios de producción, sino de dominar las fuerzas productivas, les era mucho más fácil colonizar el trabajo de las personas y a las sociedades mediante la imposición de nuevos mitos, creencias, valores, incluso la historia. Piénsese, por ejemplo, con qué absurda normalidad se ha incorporado el mito de Papá Noel de raza blanca, con nieve y trineo, en sociedades de los trópicos en las que las temperaturas son altas durante todo el año.

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A priori, puede parecer inconsistente, incluso disonante, pensar en culturas en las que, la convivencia y los conflictos se gestionan de manera pacífica. Sin embargo, están identificados más de 25 grupos sociales10que son considerados como no violentos por los investigadores. En general, sus relaciones con la vida y con los demás se basan en sus mitos, rituales, costumbres, usos, etc. Suelen tener un relativo aislamiento de otras culturas de carácter patriarcal en las que las relaciones violentas están legitimadas. Aunque en casos como los Amish11, se trata de una sociedad patriarcal fundamentada en que ésta es la forma de vida que Dios ha elegido para ellos.

En ellas, los conflictos se atienden de forma no violenta, participativa y mediante relaciones autocompositivas, cuidan la armonía interpersonal, tienen éxito en el mantenimiento de una vida de calidad para sus miembros, para su cultura y para la propia sociedad. La violencia sólo se utiliza de modo excepcional. En general son grupos pequeños, compuestos por unos...

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