Intervenciones del Presidente de la Asociación, Profesor Francisco López Menudo, en las solemnes sesiones de apertura y clausura del VII Congreso

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Sesión de apertura

Aunque parezca que fue ayer, hace ya un año que sucedió. Exactamente, un año menos dos días. Tempus fugit, como dijo Virgilio; es cierto, el tiempo vuela. Y lo que sucedió fue en realidad algo muy sencillo, el anuncio de que el VII Congreso que hoy inauguramos se celebraría en esta ciudad. Pero permitidme la debilidad de que confiese aquí en público un sentimiento muy personal: es que las palabras de tal anuncio eran precisamente mis primeras palabras como presidente de esta Asociación, minutos después de que la Asamblea me diera su confianza en aquel Congreso de Palma de Mallorca. Por ello comprenderéis que tengo motivos de sobra para guardar por siempre, con un cariño muy especial, el recuerdo de aquella mi breve alocución que concluyó, por cierto, con estas dos simples palabras: Viva Tarragona.

Era la buena nueva; el siguiente desembarco de la Asociación sería aquí, en esta Costa Dorada que casi se divisaba desde aquella costa baleárica en la lontananza del Mare Nostrum. Pero Tarragona no era para nosotros una singladura más como las que tuvieron por destino Toledo, Santander, Granada, Valladolid, San Fernando o la propia Palma de Mallorca, sino una travesía distinta, ya que estaba marcada por dos hechos nuevos nada baladíes; el primero, que partíamos con un nuevo equipo directivo reelegido y renovado en la propia Asamblea de Palma; y el segundo era que ya no vendría en el equipo el capitán de la nave, el profesor Lorenzo Martín Retortillo-Baquer, nuestro primer presidente, un capitán en toda regla, de los que no abandonan el barco de la responsabilidad. Él manejó el timón con mano sabia y supo cubrir el difícil trayecto que va desde la incertidumbre -la que es propia de toda entidad naciente- a la realidad cierta y floreciente que es nuestra Asociación de hoy. Uno de los mayores compromisos de mi vida ha sido tratar de sucederle dignamente. Toda la Asociación lo sabe, hemos instituido un Premio Internacional de Investigación que lleva su nombre, por su brillante dedicación al estudio de los Derechos Humanos; pero

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no me importa recordarlo aquí e incluso animar a que concursen al Premio; hay aún mucho tiempo por delante para hacerlo.

En Palma de Mallorca quedó cerrada la primera etapa de la vida de la Asociación y con ella el asentamiento de un estilo, el estilo necesario, me atrevo a decir. Y se abrió una nueva navegación que mis compañeros de Junta y yo concebimos como una etapa-puente hacia la mayoría de edad definitiva de la Asociación. Y aquí estamos, donde la primavera es eterna, como dijo el emperador Adriano, en la vieja e imperial Tarraco, para celebrar el primer Congreso de esta nueva etapa.

Desde aquella decisión sobre Tarragona como sede del VII Congreso puedo decir que todo cuanto ha realizado el equipo organizador de la Universidad Rovira y Virgili y la Cátedra Antonio Pedrol Rius puede resumirse en tres ideas: eficacia, esmero y espíritu de servicio. Es de toda justicia agradecer muy vivamente la admirable entrega demostrada en todo momento por José Ramón Fuentes i Gasó y su equipo de colaboradores, señaladamente las profesoras Lucía Casado Casado, responsable del Área de Derecho Administrativo, y Judith Gifreu y Font. Ellos se han volcado con la Asociación desde el primero al último detalle; por ello es mucha la gratitud que les debemos; y por ello nos sentimos felices de vivir este encuentro con personas tan cabales: el encuentro entre nuestra joven Asociación y esta también joven Universidad y su entusiasta Área de Derecho administrativo.

Lo que hoy traemos aquí es el resultado de una cuenta muy sencilla: el primer sumando se llama ilusión y buen hacer, lo que han demostrado los organizadores de la Rovira y Virgili en comunión constante con el secretario de nuestra Asociación Isaac Martín, un ejemplo de eficacia y de entrega altruista a los intereses de nuestro colectivo. El otro sumando se llama sabiduría y generosidad y es la de los ponentes, moderadores y relatores. Debo decirles que allá por el mes de mayo, al ser invitados por la Junta Directiva, aceptaron el envite de plano, con una disposición absoluta, aunque los temas a tratar no eran precisamente peras en dulce, sino patatas calientes, como en verdad han sido los vein-ticuatro temas tratados en nuestros siete Congresos. Y es una alegría comprobar que los ponentes han cumplido los encargos con toda formalidad y que han estado a la altura de su reconocida pericia y seriedad. Esta es la pura verdad, con independencia de las posibles discrepancias que puedan suscitar sus trabajos, como es normal en todo Congreso.

Con la ponencia primera la Asociación pone sobre la mesa otro gran tema de absoluta actualidad, al igual que se hizo en ocasiones anteriores (recordad: la regulación económica, la autonomía local, la libertad de comercio, los derechos en los Estatutos de Autonomía, la transparencia, el derecho de la crisis econó-mica...). Y con la segunda ponencia, esta vez referida a la expropiación, seguimos en la línea de no dejar de reflexionar sobre nuestras instituciones de siempre (la autorización administrativa, la disciplina urbanística, el estatuto del empleado público...). A veces, la tercera pieza del formato ha versado sobre

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asuntos que nos son especialmente cercanos (la enseñanza del Derecho, el Estatuto del PDI, títulos académicos y profesionales...). Pero en esta ocasión hemos preferido conocer la experiencia extranjera...

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