La intervención gubernamental en el mercado de trabajo

AutorCarmen Ruiz Viñals
Cargo del AutorTutora y Consultora de la Univesitat Oberta de Catalunya

En este capítulo se repasa cuál es la lógica de intervención del Estado en el mercado de trabajo. Se verá cómo actúa el Estado en el caso de que se den bancarrotas en el mercado de trabajo, y se observarán cuáles son los principios generales que rigen las políticas del mercado laboral. Asimismo, se dedicará un apartado a reflexionar sobre cómo se realiza la evaluación de las políticas públicas relativas al mercado de trabajo.

1. La lógica de la intervención del Estado

Antes de ver áreas específicas en las políticas del mercado de trabajo, es necesario analizar primero las principales líneas de acción que guían la intervención del Estado en el mercado de trabajo. La primera cuestión que hay que contestar es si los Estados deben intervenir en los mercados de trabajo o no. Ya que las políticas públicas en el mercado de trabajo consumen una serie de recursos a lo largo de las fases de formulación, implementación y evaluación de las mismas, es necesario ver cuáles son los beneficios que reportan.1

En el esquema de una economía neoclásica liberal lo que se aconseja es la no intervención del Estado en los mercados, ya que se cree que éstos se equilibran por sí solos, produciendo resultados óptimos. Creyendo esto, un mero esquema legal que estableciese una libertad de contratación y de derechos de propiedad sería suficiente para dejar hacer a los mercados laborales y que éstos encontrasen los volúmenes de contratación y los salarios de equilibrio de los mercados de trabajo. La mayoría de los pensadores sociales (sociólogos, politólogos y economistas) han reconocido la fragilidad de las fuerzas de mercado, dando apoyo, de una manera u otra, a la intervención del Estado en la economía para asegurar la supervivencia de unas fuerzas de mercado competitivas. Más controversia ha habido entre diferentes autores y escuelas a la hora de dar apoyo a políticas públicas destinadas a corregir supuestas imperfecciones y fallos en el funcionamiento de los mercados, para reconducir los diferentes fallos que se dan en el seno de los mismos, incluido el mercado de trabajo (figura 4.1).2

Figura 4.1. Situación de equilibrio en el mercado de trabajo.

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En el análisis neoclásico actual, la presunción de que la competencia lleva a la eficiencia todavía domina el diseño de las políticas públicas sociolaborales. Desde esta visión económica, se cree que las prácticas e instituciones ineficientes son rápidamente eliminadas de los mercados de trabajo por las fuerzas competitivas de los mismos. Desde este punto de vista, las políticas públicas que hay que realizar en los mercados de trabajo son las de simple ajuste, solventando los fallos de mercado o corrigiendo sus consecuencias. Además, el miedo a un fallo en la intervención de los Estados para corregir los fallos de mercado ha llevado, en muchos casos (donde se han hecho intervenciones estatales de tipo neoclásico) a realizar intervenciones de tipo mínimo. En estos esquemas, el desempleo es visto como un resultado de la imperfección de información que impera en el mercado laboral entre los agentes sociales (empresarios y trabajadores). De manera similar, la pobreza es vista como el resultado de una baja inversión en capital humano, así que refleja otro de los fallos en el mercado de trabajo.

Esquemas teóricos no competitivos cuestionan la eficiencia de los mercados desregulados y son partidarios de una más extendida intervención gubernamental en los mercados de trabajo. La competencia, por sí sola, no produce distribuciones óptimas de ocupación y de salarios. Más bien a la inversa, lo que el mercado laboral produce por sí solo son diferencias en la ocupación y en los salarios.3 Este hecho puede llevar a bajos niveles de productividad. El enfoque analítico no competitivo ve con buenos ojos que los gobiernos tomen medidas de tipo macroeconómico a la hora de intervenir en los mercados de trabajo. Estas dos visiones sobre cuál es la política económica más apropiada enmarcan la intervención de los Estados en el mercado de trabajo (figura 4.2).4

Figura 4.2. Espacio continuo en el que se ubican las escuelas económicas sobre la intervención del Estado en el mercado laboral.

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2. Los fallos de mercado y los fallos de la intervención estatal en los mercados

En primer lugar, hay que aclarar que los fallos del mercado son situaciones en las cuales los mercados no encuentran por sí solos una situación de equilibrio, de modo que se da un perjuicio social. Por otro lado, los fallos de la intervención estatal en los mercados son aquellas situaciones en las que la intervención pública produce elementos de desequilibrio en el mercado, perjudiciales desde el punto de vista social. Básicamente, hay tres fuentes que provocan los fallos de mercado:

- La distribución asimétrica de información entre los agentes de la economía.

- La existencia de externalidades.

- La acumulación de poder de mercado por parte de algunos actores sociales.

La existencia de fallos de mercado hace que no pueda esperarse la autorregulación óptima de los mercados de trabajo que se defiende en el esquema liberal. En ausencia de la adecuada regulación estatal que corrija estos fallos de mercado, los mercados de trabajo no podrán llegar a generar soluciones socialmente eficientes, ya que no son capaces de encontrar situaciones de intercambio de equilibrio.

1) La distribución asimétrica de información entre los agentes de la economía

Para que los modelos de la economía liberal puedan funcionar en los mercados de trabajo, se presupone la existencia de una distribución de la información perfecta entre los agentes que interaccionan (empresarios, trabajadores y Estado). Sin embargo, esto no es cierto, ya que los trabajadores y los puestos de trabajo son muy heterogéneos, lo cual hace que los flujos de información sean muy complejos y, a menudo, incumplidos. Los costes de adquirir más información por parte de cualquiera de los actores sociales son muy altos, y hacen que finalmente se tomen las decisiones económicas con la información que se tiene y, en muchas ocasiones, utilizando estereotipos pasados de moda.

En muchos mercados laborales la existencia de información asimétrica puede no dar problemas ya que, en el caso de los trabajadores, al proveerse de una reputación y de una fama de buen trabajador la minimizarán. Por su parte, los empresarios, al contar con equipos profesionales de recursos humanos, también procurarán minimizar los costes de una mala elección fruto de no contar con una información completa. Sin embargo, esto es distinto en el caso de empresas pequeñas, donde hay mucha movilidad del trabajo y no se tienen los recursos suficientes para disfrutar de equipos profesionales de recursos humanos. En estos casos, tanto los empresarios como los trabajadores tienen que tomar sus decisiones en un entorno de información incompleta, y no dudarán en aprovecharse del desequilibrio informativo en el que se mueven para obtener beneficios a corto plazo.

2) La existencia de externalidades

Otra fuente que provoca los fallos del mercado laboral es la presencia de externalidades negativas.5 La existencia de externalidades negativas en el mercado laboral distorsiona la relación que hay entre la búsqueda del beneficio individual por parte de los empresarios, la búsqueda de la satisfacción de los trabajadores y el bienestar colectivo de la sociedad.

Continuamente se dan externalidades negativas en los mercados de trabajo, ya que, incluso cuando tanto los trabajadores como los empresarios están dispuestos a asumir todos los costes asociados a sus acciones, siempre habrán algunos de ellos (denominados free riders) que no querrán asumirlos.

3) La acumulación de poder de mercado por parte de algunos actores sociales

Una tercera fuente potencial que puede provocar fallos en los mercados laborales viene dada por el hecho de que una de las partes tenga lo que se denomina poder de mercado. Es decir, que una de las partes haya acumulado más poder que la otra en el mercado de trabajo. Esto distorsiona las relaciones entre la productividad, los salarios reales y la ocupación, ya que los agentes sociales con poder de mercado, que pueden ser los monopolios de ocupación, los sindicatos o los monopsonios (monopolios de demanda), ejercen la fuerza que tienen, e imponen en el mercado de trabajo sus condiciones. Este tipo de distorsiones causan fallos de mercado en las economías que no están reguladas, ya que, debido a la "ley del más fuerte", el agente social que tiene más poder de mercado lo ejerce, provocando desequilibrios en el mercado laboral.

Hay que decir que, muchas veces, la confianza en un esquema legal que formalice y ordene las fuerzas de mercado lleva a nuevas formas de fallo de mercado. Esto es una consecuencia de las propias características del trabajo, ya que son muy difíciles de cuantificar y no están especificadas en ningún lugar. Los fallos de la intervención estatal en los mercados se producen de la misma manera que lo hacen los fallos de mercado. Se trataría de aquellas situaciones en las cuales la intervención pública produce elementos de desequilibrio en el mercado, perjudiciales desde el punto de vista social.

Los argumentos para reducir la regulación gubernamental y reforzar las fuerzas de mercado reconocen el potencial de los fallos de mercado, pero ponen el énfasis en que la interferencia del Gobierno puede reducir aún más la eficiencia. A un nivel muy simple, si el gasto adicional del Gobierno es resultado de una intervención gubernamental, la imposición de impuestos para financiar el gasto gubernamental podría reducir, según algunos, la eficiencia. Determinados autores sostienen que los impuestos pueden distorsionar los precios y las relaciones entre capital humano y el coste del mismo. De igual forma, puede mantenerse que determinadas regulaciones que controlen las condiciones laborales podrían disminuir la libertad de organización de las empresas. La información imperfecta...

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