Intervención del Excmo. Sr. D. Jesús Posada Moreno, Ministro de Administraciones Públicas

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Éste es un momento triste y lleno de emociones y recuerdos para nuestro amigo y querido compañero Manuel Giménez Abad.

Las intervenciones que me han precedido en este acto, emocionantes y emocionadas, de algunos de los más cercanos compañeros de Manuel Giménez Abad, y las no menos vibrantes palabras del Director del INAP, han resaltado tanto la calidad humana como las virtudes de Manuel.

Virtudes como servidor público, como destacado miembro de lo que hoy es el Cuerpo Superior de Administradores Civiles del Estado y como funcionario de este Instituto Nacional de Administración Pública.

Él entregó uno de los períodos más significativos de su carrera profesional al servicio público y mis palabras quieren ser también un múltiple homenaje a su persona.

Mi homenaje es, en primer término, de carácter personal, y lo quiero dirigir muy especial y conmovidamente a la familia de Manuel.

En los últimos años yo también había tenido ocasión de conocerle y tratarle personalmente.

En nuestros encuentros, casi siempre motivados por nuestros compromisos oficiales, de inmediato se me hacía presente la calidad humana de Manuel, su simpatía y su honestidad como político, además de su entrega como servidor público.

Por ello, me sumo a lo que aquí se ha dicho sobre su virtud humana, y mi recuerdo se tiñe ahora, inevitablemente, de la más honda tristeza.

Consuela el ejemplo de entereza de la familia de Manuel y la certeza de que sus hijos pronto continuarán por la senda que él les dejó bien marcada, pero ello no nos quita, sin embargo, el amargo poso de absurdo e inutilidad que la acción terrorista, toda acción terrorista, deja tras de sí.

A pesar del dolor, la actitud de la familia de Manuel convoca a todos a la serenidad, manteniendo nuestro esfuerzo de convivencia.

Nos han quitado a Manuel, pero no han podido acabar con su fértil semi-lla en lo humano, en lo intelectual y en sus acendradas virtudes como demócrata.

En mi condición de Ministro de Administraciones Públicas, desde luego, tampoco puedo dejar de expresar el mismo sentimiento de dolor -y rabia- que me produce el criminal acto que ha arrancado a Manuel Giménez Abad del escalafón de los servidores públicos.

Dolor y rabia, pero no desesperación. Porque quienes han puesto fin a su vida nada han conseguido con ello.

Como no lo han conseguido -y no se puede decir que haya faltado obstinación y pertinacia asesinas- nunca que han atentado contra ningún servidor público.

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La violencia no...

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