Intervención de la Excma. Sra. D.ª Esperanza Aguirre Gil de Biedma, Presidenta del Senado de España

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Desde el 6 de mayo pasado, cuando fue brutalmente asesinado, todos los españoles tenemos una inmensa deuda de gratitud con Manuel Giménez Abad. Como la tenemos con todas las víctimas de ese azote de la sinrazón y de la infamia que es el terrorismo.

Cuando los terroristas siembran la muerte y el dolor en nuestra sociedad, lo que hacen es mostrar nítidamente su incompatibilidad con la libertad, con la democracia y con el Estado de Derecho.

Por eso, todas las víctimas de su terror ciego y miserable lo son en nombre de esos principios en los que se sustenta nuestra convivencia. Todas, absolutamente todas las víctimas lo han sido, aunque no lo supieran, por defender nuestras libertades.

De ahí que toda la sociedad tenga la obligación ineludible de honrar la memoria de las víctimas, defender los principios por los que han dado su vida y permanecer fuertemente unida contra los asesinos y sus cómplices.

Pero si tenemos para siempre una deuda con todas las víctimas del terrorismo, esa deuda se hace mayor cuando la víctima es alguien que ha sido elegido por sus conciudadanos para representarles en las Instituciones políticas desde las que se ordena y organiza nuestra vida en común. Y ése es el caso de nuestro amigo asesinado, Manuel Giménez Abad, senador del Partido Popular por la Comunidad Autónoma de Aragón.

Todos los españoles, cuando en nuestra vida cotidiana ejercemos en plenitud todos nuestros derechos, cuando usamos nuestra libertad, tenemos que saber que esa libertad y ese ejercicio de nuestros derechos se los debemos en parte a los que, como Manuel Giménez Abad, han dado su vida por defender esos valores que nos permiten ser ciudadanos libres.

Por eso, creo que actos como éste en el que las Cortes de Aragón rinden un homenaje a su memoria son una justa manifestación de agradecimiento a su vida y al sacrificio de su muerte.

Ésta es una buena ocasión para recordar con emoción y gratitud al jurista, al funcionario, al político Manuel Giménez Abad, pero, sobre todo, al amigo, al hombre de bien y al servidor de la sociedad que siempre fue.

Permítanme que, aunque sea brevemente, evoque su figura.

Brillante estudiante de Derecho, pronto ingresó, antes de cumplir los vein-ticuatro años y tras duras oposiciones, en el prestigioso Cuerpo de Técnicos de la Administración Civil del Estado. Así daba forma a su vocación de servicio a la sociedad. Podría haber elegido una salida profesional que le reportara mayores beneficios económicos, gracias...

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