La interacción entre niveles educativos y flexibilidad en el empleo: una relación asimétrica

AutorSánchez - Balibrea y Ortiz García
CargoProfesoras de Sociología del Depto. de Sociología y Política Social de la Universidad de Murcia
Páginas01

El contexto: un mercado de trabajo flexible

El debate sobre las tendencias del mercado de trabajo y su relación con la formación/cualificación ocupa una de las posiciones preferentes en los foros académicos y económicos en el último tercio de siglo.

De una parte, resulta ya un fenómeno generalizado el hecho de que la cualificación de la fuerza de trabajo ha aumentado en todo el mundo y ha tenido entre otras consecuencias el constituir uno de los pilares de la estratificación social, y ello porque en el nuevo contexto tecnológico la productividad depende cada vez más del conocimiento y de la información, dejando de ser estratégicos el trabajo no cualificado y las materias primas1.

En este contexto, como ha señalado Castillo, el trabajo se define por los siguientes rasgos:

  1. Un gran desarrollo de las redes de comunicación,

  2. Una producción a tiempo real, que quiere plegarse más a la demanda.

  3. Un constante deterioro de los sistemas de garantías para los (cada vez menos) trabajadores fijos, con capacidad de contratar y negociar, con declive de los contratos indefinidos, etc.

    Una de las derivaciones de este proceso es el de la crisis del trabajo asalariado y en consecuencia los logros de la clase asalariada (derechos colectivos).

    De otra parte, el problema del paro en las economías más industrializadas ha puesto de manifiesto la necesidad de articular soluciones en forma de políticas económicas que contribuyan, si no a atajarlo, a reducir su preocupante dimensión. La ruptura del binomio, o más exactamente, de la equivalencia entre formación y consecución de un puesto de trabajo es un hecho en el mercado laboral actual.

    En este contexto, la cualificación educativa constituye un factor competitivo para conseguir los diversos tipos de empleo y sobre todo para conseguir empleo. Como señala Andreu Lope: «... en la situación de crisis del empleo van a encontrarse en mejor posición ante los requerimientos de las empresas quienes, además de una buena primera dimensión (conocimientos), tengan en la formación una segunda (relaciones) y una tercera dimensión (actitudes) afines a las necesidades que la empresa exprese en esa coyuntura»2, esto es, como señala Ignasi Brunet, la crisis del empleo hace prevalecer las estrategias de formación de la demanda sobre las de la oferta, contrariamente a lo que podía suceder en el pasado, cuando las empresas tomaban del mercado lo que había entre las diversas formaciones3.

    El paro afecta de forma preocupante a titulados universitarios, especialmente a aquellos que buscan su primer empleo y que, por lo tanto, carecen de la requerida experiencia. Aunque también es un hecho que dicha experiencia comienza a ser adquirida a partir de las contrataciones que, con carácter temporal, se ofrecen a personas con un alto nivel de formación. La precarización y la consiguiente infravaloración del capital humano es uno de los fenómenos de nuestro tiempo, y, por tanto, una de las perversiones en el ajuste formación-trabajo.

    Es precisamente en el contexto de la economía-mundo donde se plantea la necesidad de otra concepción del trabajo que contemple todas aquellas formas que en la actualidad escapan del mercado de trabajo convencional, así como la definición de la cualificación para que no se confunda la formación-cualificación adquirida por los trabajadores con la cualificación derivada del propio puesto de trabajo. Manuel Castells explica que «la nueva tecnología de la información está redefiniendo los procesos laborales y a los trabajadores y, por tanto, el empleo y la estructura ocupacional. Mientras está mejorando la preparación para una cantidad considerable de puestos de trabajo y a veces los salarios y las condiciones laborales en los sectores más dinámicos, otra gran cantidad está desapareciendo por la automatización tanto en la fabricación como en los servicios. Por lo general, suelen ser puestos que no tienen la cualificación suficiente para escapar a la automatización, pero que son lo bastante caros como para merecer la inversión en tecnología necesaria para reemplazarlos (…). El trabajo degradado, sobre todo en los puestos de picado de datos para una nueva generación de trabajadores compuesta por mujeres, minorías étnicas, inmigrantes y jóvenes, se concentra en actividades poco cualificadas y mal remuneradas, así como en el trabajo temporal o los servicios diversos. La bifurcación relsultante de las pautas de trabajo y su polarización no es el desenlace necesario del progreso tecnológico o de tendencias evolutivas inexorables (…). Está determinada por la sociedad y diseñada por los gestores, en el proceso de reestructuración capitalista que tiene lugar en el nivel inferior, dentro de la estructura y con la ayuda del proceso del cambio tecnológico, origen del paradigma informacional. En tales condiciones, el trabajo, el empleo y las ocupaciones se transforman, y la misma noción del trabajo y jornada laboral quizá cambien para siempre»4.

    La solución a esta perversión en el ajuste de la formación-empleo viene disfrazada de novedades: nuevas formas de contratación, nuevas condiciones de trabajo, nuevas formas de organizarlo y un amplio etcétera. Estas novedades, sin embargo, tienen un común denominador: la flexibilidad.

    A pesar de la imprecisión con que a veces se utiliza este concepto, la gran cantidad de análisis sobre el tema nos aproxima a lo que ya podemos calificar, sin ningún género de dudas, el paradigma organizativo del trabajo en la actualidad.

    Los analistas han distinguido entre varias formas de flexibilidad, tales como: en los salarios, la movilidad geográfica, la posición ocupacional, la seguridad contractual y las tareas realizadas. A menudo todas estas formas se presentan como algo inevitable, cuando en realidad son decisiones políticas o de los mismos empresarios, si bien las tendencias tecnológicas fomentan todas las formas de flexibilidad, y aunque por sí misma la tecnología no crea ni destruye empleo está llevando a una transformación fundamental del trabajo: la individualización del trabajador en el proceso de trabajo. Como bien señala M. Castells: «la nueva organización social y económica basada en las tecnologías de la información pretende descentralizar la gestión, individualizar el trabajo, personalizar los mercados y por lo tanto, segmentar el trabajo y fragmentar las sociedades».5

    Uno de los estudios más exhaustivos sobre el tema, el realizado por R. Boyer6, publicado bajo el título La flexibilidad del trabajo en Europa, nos proporciona algunas precisiones a este concepto, correspondientes a los distintos componentes de la relación salarial. Desde la perspectiva de R. Boyer podemos distinguir:

  4. Una flexibilidad en la organización del proceso de trabajo (el grado de adaptabilidad de la organización productiva).

  5. La aptitud de los trabajadores para cambiar de puesto de trabajo.

  6. Las restricciones jurídicas al despido y al contrato laboral (movilidad de los trabajadores dentro y entre empresas).

  7. La sensibilidad de los salarios a la situación económica de cada empresa o al mercado de trabajo.

  8. La posibilidad de las empresas de inhibirse del pago de...

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