Nuevos retos para la Inteligencia Estratégica en las operaciones complejas

AutorPedro Baños Bajo
CargoProfesor de Estrategia y Relaciones Internacionales. Escuela Superior de las Fuerzas Armadas (CESEDEN)
Páginas41-57

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1. Introducción

Los días 31 de enero y 1 de febrero de 2008, la Cátedra de Servicios de Inteligencia de la Universidad Rey Juan Carlos organizó, en Madrid, el I Se-Page 42minario Internacional de Inteligencia, titulado «De la Revolución a la Transformación de la Comunidad de Inteligencia». Durante esta pionera y exitosa actividad, quedó de manifiesto la importancia del papel de la Inteligencia Estratégica en el actual contexto internacional al tener una de las mesas redondas precisamente como tema de debate los «Nuevos retos para la Inteligencia Estratégica en las operaciones complejas».

Como quiera que la propia palabra Estrategia tiene acepciones muy amplias, el análisis se va a centrar en la Estrategia del más alto nivel, es decir, en la Estrategia-Política, también llamada Gran Estrategia, o incluso Geoestrategia. Ello lleva, en primer lugar, a intentar situar este nuevo escenario estratégico en el que la inteligencia con ese apellido se va a mover.

Bien sabido es que la certeza de la Guerra Fría, donde el adversario era conocido en casi todos sus detalles, a falta casi exclusivamente de saber el momento y el lugar exacto de ese ataque que se presumía inevitable, y donde incluso se tenía certeza de las formas alternativas por él empleadas (financiación de la guerra subversiva, apoyo a extremistas, respaldo a movimientos independentistas, etc.), ha dado paso, y cada vez con más intensidad, a un complicado mundo donde las incertidumbres de los actuales riesgos y amenazas vienen a exigir mucho más de los servicios de inteligencia, independientemente del nivel en que se encuentran, pero especialmente de los dedicados a la Inteligencia Estratégica.

La razón es simple. Para un soldado que se encuentre en el escenario de una misión relacionada con la paz, en la mayoría de los casos no va a ser evidente la diferencia entre este tipo de operación y una de alta intensidad, pues la mayor parte de sus cometidos van a ser los mismos. En cambio, donde más se va a notar esa disparidad es precisamente en los niveles más elevados de responsabilidad, que han pasado de tener que analizar una serie de variables perfectamente identificadas a la complejidad de la situación en la que se enmarca el mundo actual, con las nuevas amenazas (terrorismo, armas de destrucción masiva, crimen organizado, crisis, conflictos, desastres naturales o provocados, catástrofes humanitarias, desplazamientos masivos de personas, etc.) de orden internacional, multinacional y transnacional (es decir, que afectan a más de un Estado o que, actuando en tan sólo uno, tienen conexiones con otros).

Y aunque sea discutible si estas amenazas son verdaderamente tan nuevas, lo que si está claro es que algunas de ellas, bien sea por su notoriedad, su vi-Page 43rulencia, su extensión, la capacidad económica de que disponen, la influencia que llegan a ejercer, el dramatismo humano que llevan asociado, o por lo difícil que es su control, traen de cabeza a todos los gobiernos y, por ende, a sus servicios de inteligencia.

Todo ello hace que haya una serie de condicionantes novedosos que deben considerarse, como por ejemplo:

– Cada vez más, la frontera entre la inteligencia exterior y la interior es más débil, siendo casi imposible diferenciarlas.

– El uso de la violencia no es un privilegio exclusivo de los Estados, habiendo otros actores que hacen empleo extensivo de ella.

– La mayor complejidad también es consecuencia de que estos nuevos actores están interrelacionados, lo que genera altos grados de incertidumbre.

– Cada país sigue teniendo, además de intereses comunes, los suyos propios, los cuales no pocas veces debilitan la acción conjunta.

– En una misma operación, es imposible centrarse exclusivamente en un país o en una alianza de ellos, debiendo tener una visión mucho más amplia, incluso global.

Todos estos inconvenientes, añadidos a los ya tradicionales, hacen que sea imprescindible perfeccionar todo lo posible el procedimiento de toma de decisiones (como método de razonamiento con la finalidad de buscar soluciones a necesidades permanentes o puntuales), del que la inteligencia, en este caso la Estrategia, es un elemento imprescindible.

Igualmente, un aspecto significativo es el hecho de la mutación que se ha producido entre una situación basada prácticamente en la variable militar, a otra en la que cada vez hay que prestar más atención a los condicionantes políticos, económicos y sociales. Pero no debería olvidarse que estas nuevas amenazas no vienen a sustituir a las clásicas militares, las cuales persisten en un plano paralelo de convivencia, lo que todavía dificulta más la labor de la inteligencia, al ampliar enormemente su campo de actuación.

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2. Delimitando el espectro

Bien sabido es que la inteligencia es información procesada, es decir fruto de la obtención y análisis de datos, hechos y circunstancias. La principal utilidad de la inteligencia es facilitar el proceso de decisión de los que tienen la responsabilidad de adoptarla.

Pero, además, la inteligencia, para el fin que nos ocupa, se puede definir como la capacidad para resolver problemas. En el caso de la Estrategia, sería resolver oportunamente problemas estratégicos. La idea es que el analista estratégico debe ser consciente de que su labor consiste en tratar de buscar soluciones a un problema que tienen los políticos responsables de la adopción de decisiones. Problemas que vendrán en la habitual forma de necesidades prioritarias de información, pero también bajo formulaciones más genéricas e incluso, y lo que es una característica distintiva de este nivel, en la demanda de previsiones y estimaciones a largo y muy largo plazo.

A su vez, la inteligencia es una parte fundamental de la seguridad, dado que permite, cuando es difundida con oportunidad de tiempo a las personas adecuadas, adoptar las disposiciones precisas tendentes a evitar en lo posible las previsibles acciones y situaciones perjudiciales, o al menos limitar sus efectos, en caso de llegar a producirse un evento contrario.

Por lo que respecta a la definición de Estrategia, y para el propósito de este ensayo, se puede decir que es el empleo de medios y acciones para satisfacer necesidades políticas. Por decirlo de otro modo, de la Política, que sería el «para qué», surgiría la Estrategia, que sería el «qué». En esta misma lógica, la Geoestrategia es consecuencia directa de la Geopolítica1.

Así, se va centrando el significado de Inteligencia Estratégica, la cual estaría principalmente dirigida a los políticos, en oposición a la inteligencia militar, enfocada a asesorar a quienes deben adoptar las apropiadas decisiones en el campo de las operaciones (tanto las de alto nivel dentro del espectro político-militar, como en la específica esfera puramente militar).

Como conclusión, la Inteligencia Estratégica es un medio más, una preciosa e imprescindible herramienta de trabajo, para satisfacer necesidades políticas.

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3. Operaciones complejas

Según el Diccionario de la Lengua Española de la RAE, complejo se refiere a lo que se compone de elementos diversos, a lo que es complicado, enmarañado y difícil. Y, sin ningún género de duda, las operaciones actuales cumplen todos estos requisitos. Lo que permite llegar a la conclusión de que son objetivamente complejas.

En los últimos tiempos, cada vez es más habitual que las misiones relacionadas con la paz se inicien con fuerzas militares, o mayoritariamente militares, encargadas de imponer la paz o de mantenerla mientras duren las condiciones precarias pero que, paulatinamente, van dando paso a una misión de carácter meramente civil y/o policial, aun cuando se siga contando con la protección y el apoyo de fuerzas militares para el cumplimiento de sus cometidos2.

Por otro lado, cada vez existe un mayor número de actores en el teatro de operaciones, tales como empresas civiles (incluyendo las de «seguridad privada» últimamente tan sonadas), ONGs, religiosos, periodistas, etc.

Una de las primeras necesidades en este tipo de operaciones es delimitar muy bien cuáles son los intereses (tanto los internacionales como los meramente nacionales), cuál es el objetivo concreto y la situación final deseada, y determinar el verdadero adversario a batir, si es que lo hay de un modo explícito. Este aspecto de la identificación del oponente es muchas veces más complejo de lo que podría pensarse, pues no siempre tiene una materialización concreta y otras veces es frecuentemente mutable, dependiendo de sus intereses circunstanciales.

En algunos escenarios, los múltiples jefes locales, dependiendo de sus propios intereses, actúan en cada momento de un modo diferente, pasando de aliados a contrarios con increíble fluidez. A veces atacan a las fuerzas internacionales sólo para mostrar su poderío frente a sus huestes o líderes oponentes; otras veces, sólo para conseguir más concesiones materiales, más dinero o más poder, o mayor influencia en la política local; lo que hace muy difícil prever todos sus...

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