Inteligencia económica: tan lejos, tan cerca

AutorIsaac Martín Barbero
Páginas107-120

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La información siempre ha constituido una fuente de poder pero ahora es fundamentalmente una fuente de confusión

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(Wilensky, 1967)

El blanco de las operaciones de información es la mente humana

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(Stein 1999)

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1. ¿Inteligencia económica para qué?

En Europa, el término «Inteligencia Económica» apareció, en 1994 en Fran- cia, en el informe Inteligencia Económica y Estrategia de Empresa encargado por la Comisaría General del Plan a un grupo de trabajo presidido por Henri Martre. Este primer informe, en su diagnóstico de la situación francesa, destacaba tres carencias básicas: la información económica se practicaba por y para el Estado, la «inteligencia» económica interesaba esencialmente a las empresas públicas de escala estatal y el sistema carecía de coordinación. También señalaba cuatro ejes de trabajo: difundir la práctica de la inteligencia económica en la empresa, optimizar los flujos de información entre el sector público y privado, diseñar bancos de datos en función de las necesidades de los usuarios y movilizar el mundo de la educación y de la formación.1 Los éxitos que Francia ha cosechado en estos cuatro ejes han contribuido decisivamente a apuntalar su posición de liderazgo tecnológico, industrial y comercial en Europa y demuestran a las claras el enorme potencial que ofrece el despliegue de una estrategia nacional en el campo de la inteligencia económica.

España no se ha incorporado plenamente a esta corriente. De una parte, las necesidades de información y de inteligencia del sector privado son todavía insuficientemente tenidas en cuenta a la hora de configurar los intereses y prioridades estratégicas nacionales. Por otra parte, la comunicación entre las empresas y los estamentos responsables de la seguridad nacional, aunque incipiente, es aun escasa y las carencias de método y canales de comunicación malogran flujos de información potencialmente muy útiles. Con la salvedad de la nueva situación provocada por la privatización de nuestras empresas públicas, el diagnóstico de Martre nos es hoy, en buena medida aplicable.

En España, está todavía pendiente el alumbramiento de la clase de inteligencia económica por la que abogaba Harold Wilensky: la generación y salvaguarda de un conocimiento susceptible de constituirse en motor estratégico de desarrollo y cambio económico y la defensa de la ventaja competitiva que este conocimiento confiere por medio de la cooperación entre gobiernoPage 109y empresas (Wilensky, 1967). Cerrar la brecha entre nuestra realidad y nuestras necesidades es responsabilidad tanto de las Administraciones Públicas como de las empresas. De las primeras cabe esperar receptividad, amplitud de miras y un esfuerzo sostenido de desmitificación de asuntos como la seguridad y la inteligencia. Las segundas deben abrirse a nuevos modos de entender la seguridad y la información.

Habrá quien diga que la tarea es muy ambiciosa. Es cierto. Sin embargo, nos va mucho en este empeño. En el ámbito de la competencia entre países y empresas, están desapareciendo progresivamente las ventajas duraderas fundadas en distribuciones factoriales y cobran creciente importancia las ventajas temporales de carácter tecnológico cuya sostenibilidad depende del establecimiento de prácticas que aseguren la agilidad, la adaptación y la interacción dinámica de los distintos agentes económicos (D’Aveni y Gunther, 1994). Frente a este entorno, la inteligencia económica —que en el primer número de esta revista Alain Julliet definía como el control y la protección de la información estratégica pertinente para los agentes económicos— se revela como un instrumento indispensable para asegurar los mejores procedimientos de identificación de necesidades, de captación, de análisis y de distribución de la información.

2. De la información al conocimiento y de éste a la inteligencia

Muchos profesionales realizan actividades de investigación económica, de una manera natural. Visitar una feria profesional, leer el periódico o hablar con colegas es «investigar». Sin embargo, el producto de esa investigación, los datos obtenidos, sólo serán susceptibles de constituir inteligencia econó- mica cuando se satisfagan unos mínimos en materia de sistemática, objetivos estratégicos, circulación-difusión y uso.2 Cuando en los años 80 comenzaba a cobrar importancia la cuestión de la innovación y la tecnología, Jacques Morin, inspirado en la terminología militar, introdujo el concepto de vigilancia tecnológica, desagregó sus funciones y fue pionero en una orientación finalista de la actividad según la cual la vigilancia consiste en proporcionar buena información a la persona idónea en el momento adecuado (Morin,Page 1101985). En España, se define la vigilancia como el esfuerzo, sistemático y organizado por la empresa de observación, captación, análisis, difusión precisa y recuperación de información sobre hechos del entorno económico, social o comercial relevantes, por poder implicar una oportunidad o amenaza, cuando este esfuerzo tiene por objeto contribuir a que la empresa tome decisiones con menor riesgo y pueda anticiparse a los cambios (Palop y Vicente, 1999).

Hoy, la mayoría de los autores se inclinan por sustituir progresivamente el término vigilancia por el de inteligencia. La inteligencia, por su carácter global, integra los resultados de la vigilancia en diferentes ámbitos y además tienen un componente activo que contrasta con la connotación pasiva de la vigilancia. Este último punto es una de las claves de la pujanza del concepto de «inteligencia económica». Inteligencia no es solamente observación sino que aúna prácticas ofensivas y defensivas que relacionan diferentes áreas al servicio de los objetivos tácticos y estratégicos de la empresa (Baumard, 1991). La «inteligencia» es la herramienta que conecta el saber de la empresa con la acción y es, precisamente, esta orientación hacia la acción el elemento crítico para avanzar desde la información y el conocimiento hasta la inteligencia. Lo que no sirve a la acción y/o a la decisión es irrelevante desde el punto de vista de la inteligencia económica.

Esta concepción eminentemente activa de la inteligencia económica pone de manifiesto su importancia y su contribución potencial a la gestión de las actuales empresas y organizaciones económicas. Éstas se desenvuelven hoy en un entorno de cambios acelerados en el que el éxito —y en ocasiones la super- vivencia— exige la transformación de estas empresas y organizaciones económicas en «generadores de acción»: que sólo descubrirán la naturaleza de sus propios movimientos, una vez que los hayan consumado (Starbuck, 1985).

Esta situación reclama una nueva concepción de los usos de la información y de sus fuentes que reivindique el carácter predominantemente «abierto» de las mismas. En primer término, se requiere una revisión del tratamiento de la información que haga que deje de verse como un elemento de poder que se demanda como muestra e instrumento de estatus y pase a entenderse como una herramienta competitiva con traducción directa en la cuenta de resultados. En segundo lugar, resulta necesario ampliar el abanico de...

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