Reservas de inteligencia: hacia una comunidad ampliada de inteligencia

AutorRubén Arcos - Joan Antón
CargoUniversidad Rey Juan Carlos, Universidad de Barcelona
Páginas11-38

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1. Introducción

Desde hace algunos años, la formación de lo que se han venido a denominar reservas de inteligencia, constituye una de las cuestiones de mayor interés y

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relevancia en lo referido a las comunidades de inteligencia, como elemento necesario en la adaptación de los sistemas nacionales de inteligencia al nuevo entorno de seguridad surgido tras el final de la guerra fría. Ahora bien, la incorporación de las mismas a la estructura del sistema se encuentra en una fase emergente, con no pocos interrogantes que resolver, tanto a nivel teórico como práctico, antes de alcanzar una articulación adecuada. Por otra parte, la información abierta disponible sobre programas nacionales de reservas de inteligencia, o acerca de iniciativas asimilables a este concepto desarrolladas en otros países de nuestro entorno democrático, es escasa, lo cual supone un importante obstáculo a la hora de iniciar una aproximación al fenómeno. Las iniciativas desarrolladas en Estados Unidos son las que hasta la fecha cuentan con una mayor visibilidad.

En el caso de España, la planificación y ejecución de un programa nacional de reservas de inteligencia constituye en el momento actual una cuestión planteada y debatida sólo en círculos reducidos, fundamentalmente en foros de carácter académico1vinculados con la iniciativa de creación de una cultura de inteligencia2promovida por el Centro Nacional de Inteligencia (CNI). Las reservas de inteligencia han sido definidas como «el conjunto de especialistas que colaboran con los servicios de inteligencia, sin ser miembros de ellos, en la producción de inteligencia» (Esteban Navarro, 2007: 105). Definición que, como veremos, puede ser matizada y/o ampliada.

El propósito de este artículo es realizar una aproximación al fenómeno de las reservas de inteligencia examinando sus orígenes y fundamentos, así co

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mo establecer criterios de demarcación que permitan diferenciar conceptualmente los elementos que estarían llamados a integrar una estructura de reserva de inteligencia, de las tradicionales fuentes humanas susceptibles de ser explotadas por los órganos de adquisición de un servicio de inteligencia. Como objetivo conexo se persigue plantear el marco de actuación de cara a un proceso de ampliación de la Comunidad de Inteligencia que incorpore a actores no estatales, fomentando la colaboración público-privada en materia de inteligencia.

2. Emergencia de un nuevo paradigma de inteligencia

Es un hecho que, en la actualidad, los sistemas nacionales de inteligencia se encuentran en un proceso de revisión y adaptación de estructuras, procedimientos, formación e incluso de su propia cultura a un nuevo contexto en el que las amenazas para la seguridad y la convivencia democrática se encuentran cada vez más asociadas a fenómenos transnacionales como el terrorismo o las redes de criminalidad organizada; fenómenos que se encuentran en concurrencia con las tradicionales amenazas para la seguridad y los intereses nacionales procedentes de otros Estados. La desaparición del mundo bipolar unida a los procesos de interconexión e interdependencia mundial desencadenados por la revolución científico-técnica y la progresiva reducción de barreras físicas y comerciales al libre flujo de capitales, bienes, servicios, información, personas,... como motores del proceso de globalización, han generado un escenario de seguridad complejo que demanda respuestas de la misma envergadura: ¿Alguien siente nostalgia de la guerra fría?

El propio concepto de seguridad se ha vuelto mucho más complejo y multifacético integrando, entre otras, a la economía, los cambios migratorios, la información y a la seguridad energética como dimensiones de la seguridad nacional. Como recoge la Directiva española de Defensa Nacional de 2008, en el nuevo escenario estratégico caracterizado por la complejidad, la incertidumbre y peligrosidad potencial, los conflictos responden (y previsiblemente responderán) a una configuración multidimensional en tanto que involucran a una diversidad de actores (públicos y privados, estatales y no estatales) y factores (políticos, económicos, culturales, religiosos, etc. en diferente gradación y relevancia) y tienen un alcance espacial y temporal que

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imposibilita su resolución por medios exclusivamente políticos, militares, policiales, diplomáticos o económicos. Los procesos de interconexión e interdependencia mundial amplían espacialmente las repercusiones de los conflictos de tal forma que la existencia de inseguridad en la periferia condiciona la seguridad en el interior del propio territorio. Las fronteras se han vuelto permeables y los gobiernos deben procurar la resolución de los conflictos que afectan a otros como medida para salvaguardar la propia seguridad evitando su reproducción en el tiempo.

En todo caso, parece claro que, mientras que algunas de las amenazas para la seguridad características del siglo pasado se han mantenido y previsiblemente incrementarán su letalidad, otras nuevas amenazas se agregan a las agendas de seguridad nacional e internacional determinadas por un amplio conjunto de factores, no sólo militares, que configurarán el escenario de seguridad del siglo veintiuno incluyendo: la proliferación de armas convencional y de destrucción masiva, los desarrollos tecnológicos y su aplicación a ámbitos no únicamente militares, el impacto de la demografía y de los factores ambientales en la estabilidad de los Estados y las regiones, el acceso a los recursos o el creciente protagonismo de los actores transnacionales -organizaciones terroristas, redes transnacionales de crimen organizado- en el ámbito de la seguridad, incluidos los medios de comunicación (Brown, 2003). La complejidad y el carácter dinámico de este nuevo paisaje de seguridad exige a los gobiernos poder contar con el mejor conocimiento posible para una adecuada toma de decisiones enfocada, en primer lugar, a la comprensión de los fenómenos y la anticipación como requisito para prevenir los problemas antes de que esto lleguen a materializarse o agravarse. Sin embargo, la naturaleza transnacional de las amenazas y su carácter dinámico hace inviable para los Estados enfrentarlas de forma aislada. La autonomía nacional como principio de la seguridad se ha venido abajo. Como se afirma en la Estrategia Europea de Seguridad, «ningún país puede hacer frente en solitario a los complejos problemas del mundo de hoy» (Solana, 2003: 1). En este sentido, la Directiva de Defensa Nacional incluye como directriz «impulsar y reforzar las capacidades de los órganos nacionales de Inteligencia, coordinando sus actividades para conseguir un empleo eficiente de los recursos y fomentando la cooperación con los servicios y agencias de otros países para proporcionar una respuesta integral a las amenazas globales en defensa de los intereses nacionales» (Consejo de Defensa Nacional, 2008: 10). Además, en

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consonancia con la última doctrina existente en los países de nuestro entorno prescribe como línea de actuación un enfoque sistémico. Esto es, «la acción única del Estado en materia de seguridad y defensa» mediante una aproximación «integradora de todos sus recursos: de información, preventivos, disuasorios, de intervención y cooperación internacional, así como de gestión de daños» (ibíd.: 8).

Sin embargo, tanto la cooperación con otros servicios como la aproximación sistémica en el nivel intraestatal no están exentas de múltiples dificultades. En el caso de la primera, los servicios de inteligencia adquieren y analizan información no necesariamente vinculada con las amenazas transnacionales compartidas con otros Estados, sino también relativa a éstos. Es decir, la necesidad y por consiguiente la disposición a compartir conocimiento con otros servicios deben conjugarse con la de mantener velado aquel conocimiento que se pretende siga siendo secreto. Por lo que hace a la segunda, la aproximación sistémica exige un cambio en la cultura de las organizaciones de inteligencia para las cuáles el secreto constituye un elemento de identidad fundamental. Los cambios más profundos que están llamados a producirse en la esfera de la Inteligencia se encuentran precisamente en una aproximación sistémica, holística e integrada que abarque no sólo a las administraciones que tradicionalmente tienen competencias en materia de seguridad y defensa, sino también a otras administraciones públicas, a la sociedad civil y al mundo empresarial; máxime si recordamos que en estos dos últimos ámbitos, determinadas instituciones y empresas ya están, parcialmente, elaborando análisis estratégicos que pueden ser considerados inteligencia. La propia Directiva Española contempla como uno de sus principios «un enfoque multidisciplinar y actuación integral del conjunto de las administraciones públicas competentes, así como la confluencia de instrumentos civiles y militares, públicos y privados» (ibíd.:7).

En el ámbito de la Inteligencia esto involucra de facto, como señala Lahneman, la coexistencia de un nuevo paradigma emergente para el proceso de inteligencia con el paradigma tradicional, el mismo en cuyo marco operaban los servicios occidentales durante la guerra fría, cuyo leitmotiv es, básicamente, descubrir los secretos del adversario y adquirir conocimiento sobre sus capacidades, fundamentalmente en el ámbito militar, y en el que el proceso de adquisición, análisis y comunicación de la inteligencia resultante es análogo a la resolución de un rompecabezas en ausencia de un referente y

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cuyas piezas más relevantes son los secretos que otros desean mantener vela-dos. La adquisición del mayor número de...

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