Acción: El inocente

Páginas49-49

Es la ópera prima de Brad Furman y uno de los casos excepcionalísimos en los que los abogados no son mostrados como ambiciosos desmedidos, defraudadores del sistema judicial o simplemente bravucones. El protagonista es un abogado penalista (para variar) que cuenta con una larga lista de clientes de baja condición social, a los que maneja con gran pericia, sobre todo a la hora de cobrar.

Hijo de abogado, se mueve por la ciudad en un lujoso Lincoln conducido por un chófer que oye hiphop en la radio a toda pastilla. Una de sus máximas es que en el sistema judicial, el que menos falla es el que suele terminar llevándose el gato al agua, ya sea el ministerio fiscal, la policía o él mismo. En su tarea diaria le asiste una larga serie de colaboradores que van desde detectives a investigadores, periodistas o funcionarios. En cualquier caso, sí que se encuentran tópicos del cine judicial, como que el abogado no tiene vida o que no es capaz de hablar de otra cosa que no sean los asuntos, incluso cuando está intentando relajarse.

La historia comienza cuando por primera vez el protagonista consiente en llevar el caso de un rico heredero acusado de asesinato. Él lo ve como una oportunidad de llevarse "un buen pellizco" y lo acepta. La trama discurre a través del abuso que hace ese cliente del derecho al secreto profesional. También analiza cómo en ocasiones en el ejercicio de la profesión las cosas no son lo que parecen, ya que el que en principio parecía culpable al final era inocente y viceversa.

El caso más difícil es el que debe terminar en absolución.

Es el cliente...

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