Inmigración y criminalización en los medios de comunicación

AutorRoberto Bergalli
Páginas261-294

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Una amplia literatura ha puesto de manifiesto la importancia de los medios de comunicación masivos en la percepción de la realidad social. Dicha producción de carácter teórico y empí-rico se ha visto acentuada en los últimos treinta años por nuevos enfoques surgidos desde la sociología y la semiótica, que han generado un cambio cualitativo en el estudio de los medios. Estos nuevos marcos teóricos se muestran especialmente útiles para el análisis de la inmigración en los medios de comunicación.

Lo que sabemos sobre la sociedad y aun lo que sabemos sobre el mundo, lo advertimos a través de los medios de comunicación de masas

, afirma Niklas Luhmann en La realidad de los medios de masas (2000). Una afirmación que es el punto de partida de numerosos trabajos, y a partir de la cual queremos abordar el estudio de la inmigración en los medios. Queremos poner de manifiesto la utilidad de un conjunto de conceptos teóricos y reseñar las aportaciones de los trabajos empíricos.

Parece indudable que el papel que juegan las industrias de la comunicación es de mayor relevancia cuando sus mensajes se refieren a realidades nuevas para la inmensa mayoría de los ciudadanos. Pero además, su conocimiento se produce en un contexto de temor generalizado, un miedo difuso que en las últimas décadas parece impregnar todo el devenir social.

1. El conocimiento mediatizado

Como ha analizado John B. Thompson en Los media y la modernidad (1998), la aparición de los medios de comunicación

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ha supuesto la transformación de la organización espacial y temporal de la vida social, además de la reelaboración de los materiales simbólicos presentes en el seno de la sociedad (Thompson, 1998: 17). Los media crean nuevos espacios de experiencia social, y permiten que los individuos aprendan de un mundo que se extiende más allá de su realidad geográfica más cercana. Se amplían enormemente los horizontes espaciales de nuestra comprensión, que dejan de quedar restringidos por la necesidad de estar físicamente en el lugar de los acontecimientos que observamos.

Aparece así la mediatización del conocimiento, la sociedad mediatizada, lo que Luhmann define como el observador de segundo orden. «La realidad de los mass media es la realidad de los observadores de segundo orden. Los medios de masas sustituyen las tareas del conocimiento que en otras formaciones sociales estaban reservadas a sitios de observación privilegiados, los sabios, los sacerdotes, los nobles, el Estado: formas de vida que estaban privilegiadas por la religión o por la ética política» (Luhmann, 2000: 124). La sociedad que consume los medios es un observador de observadores. Observa aquello que otros han visto. Esos otros son los periodistas, que a su vez construyen buena parte de sus relatos con la interpretaciones de otros observadores. Dicho de otra manera, las audiencias son los últimos observadores de una cadena que, a su vez, está interferida por los procesos de producción del relato.

Los individuos se convierten en observadores de segundo orden al tiempo que se multiplican de forma extraordinaria las propuestas cognitivas que reciben. Como señala Ignacio Ramonet, en la sociedad actual un solo ejemplar dominical del diario New York Times puede contener el mismo volumen de conocimiento que todo lo que un individuo podía llegar a saber durante toda su vida en la Edad Media.

Dicho cambio afecta a las formas de relacionarnos con el mundo y transforma nuestra relación especialmente con aquellos aconteceres alejados de nuestra experiencia cotidiana. Como acertadamente señala Lluís Flaquer en De la vida privada (1982), son muchos los teóricos de la modernidad que destacan la relación entre la aparición de los medios masivos y la capacidad del individuo de ponerse en el lugar del otro. Es decir, la empatía del sujeto moderno sería el producto «de la difusión de los medios de comunicación de masas, ya que éstos, cuando actúan como

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multiplicadores de la movilidad psíquica, expanden de forma considerable la gama de situaciones en las que uno se puede imaginar», afirma Flaquer (1982:106).

Es así como las industrias mediáticas son una nueva fuente de producción de materiales simbólicos para relacionarse con el otro. La prensa se convierte en un instrumento generador de pautas de lectura tanto de los hechos materiales como de las acciones sociales y sus protagonistas. Pero, además, como ya apunta Luhmann, la presencia de los medios produce la mutación del espacio público. Cambio que ha sido detalladamente estudiado por Jürgen Habermas en su clásico Historia y crítica de la opinión pública (1994), donde explica cómo la aparición de la prensa de masas supuso la transformación radical del espacio público, ya que, hasta entonces, la publicidad burguesa era la esfera en la que «las personas privadas se reúnen en calidad de público» (Habermas, 1994: 65). El espacio público era un lugar de poder y razón al que sólo podían acceder grupos selectos de la sociedad.

El cambio que introduce la prensa fue planteado por Max Weber en 1910 durante el primer congreso de la Asociación Alemana de Sociología, afirmando que: «Hoy en día el ámbito de lo público ya no es del mismo tipo. Resulta interesante, sin embargo, preguntar ¿qué aspecto tiene lo público en la actualidad y qué aspecto tendrá en el futuro, qué es lo que se hace público a través de la prensa y qué no? Si hace 150 años, el Parlamento inglés obligaba a los periodistas a pedir perdón de rodillas ante él por el breach of privilege, cuando informaban de sus sesiones, y si hoy en día la prensa, con la mera amenaza de no imprimir los discursos de los diputados, pone de rodillas al parlamento; entonces evidentemente algo ha cambiado, tanto en la concepción del parlamentarismo como en la posición de la prensa» (Weber, 1992 [1910]: 252).

Con los medios aparecen nuevas formas de realidad y de interacción social, surge una realidad mass mediática que se podría definir como un discurso que responde a un modo de existencia semiótico en el que hay una realidad representada que tiene existencia tanto a nivel discursivo (proceso de enunciación), como narrativo (producción de relatos) y semántico (producción de sentido). Dicha realidad se plasma en la construcción de textos. Un discurso que impone el discurso público a la vez que institucionaliza la realidad. Todo ello contribuye a instituir sim-

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bólicamente la realidad y va más allá de la simple reproducción de un referente presuntamente objetivo. Aparece el discurso mediático moderno, que, tomando las aportaciones de autores diversos, podríamos caracterizar por: a) la posibilidad de difundir los mensajes de forma masiva, superando los límites espaciales y temporales; b) motiva una observación de segundo orden sobre la realidad social; c) se manifiesta con un particular estilo narrativo; y d) crea un nuevo contexto de la comunicación cuya principal característica es la existencia de una relación asimétrica entre el receptor y el emisor.

Con los media masivos toma cuerpo un nuevo sentido de la experiencia individual y colectiva. Como señala Thompson, la experiencia directa, tan presente en las sociedades premediáticas, en la que participaba buena parte de la sociedad, es reemplazada por la experiencia mediática. Una experiencia indirecta elaborada por los media, una nueva propuesta de saber y sentir. La primera era presencial, la segunda es indirecta y se consume en otro lugar diferente a donde ocurren los hechos.

La prensa de masas aporta el pseudo ambiente al que se refiere Walter Lipman en su clásico estudio sobre la opinión pública cuando señala que el individuo se desenvuelve en un pequeño círculo y, en cambio, las opiniones cubren «un espacio mayor, un lapso más largo, un número mayor de cosas de cuanto podemos observar directamente. Por lo tanto, nacen de lo que los demás nos cuentan y de lo que imaginamos» (Lipman, 1964: 69).

Más allá de la experiencia cotidiana, el otro tiene que ser imaginado a partir de las palabras escritas que interactúan con el imaginario social.

2. Lo que ponen los medios

En la sociedad mediatizada la información se ha convertido en un complejo objeto de estudio. En las últimas décadas ha aparecido una multiplicidad de trabajos que plantean su análisis desde disciplinas diversas y con objetivos diferentes. Los trabajos más destacados comienzan a surgir a principios de los años setenta bajo la influencia del interaccionismo simbólico, la etnometodología de Harold Garfinkel y la sociología fenomenológica de Schütz que dio origen a la perspectiva de la construcción social de la realidad de Berger y Luckman. Todas estas

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propuestas de saber produjeron en el ámbito de la comunicación la formación de la perspectiva interpretativa, una mirada centrada en el estudio de la intersubjetividad de las relaciones sociales.

El enfoque interaccionista parte de la idea de que los medios ejercen su influencia a través de la modelación del conocimiento. Se les concibe como agentes modeladores del saber y reafirmadores del statu quo. Bajo estos planteamientos, el poder de los medios es decisivo en la construcción social de la realidad.

El paradigma construccionista daría lugar a fructíferos trabajos sobre el papel de los medios en la construcción de las realidades marginales y marginadas, su influencia social, las formas de crear conocimiento sobre el otro estigmatizado y...

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