Información y ética profesional

AutorEnric Prats
Cargo del AutorDoctor en Pedagogia

Los objetivos de este capítulo consisten en conocer, valorar y analizar el sentido de los códigos deontológicos, desde lo más general hasta lo más concreto. Las normas, los deberes y obligaciones que de ello derivan suponen la regulación de una práctica profesional específica. Sin embargo, al mismo tiempo implican también la consideración de unos valores morales, comunes y compartidos en todos los códigos, que se analizan en el último apartado del capítulo.

Este capítulo se desglosa en tres apartados. En el primero, hablaremos de los principios éticos en el procesamiento de la información y haremos énfasis en la idea de que es necesaria la existencia de unas guías de actuación en todos los ámbitos sociales. Éstas son las que nos permiten la convivencia armónica en contextos en que las personas ni pensamos, ni sentimos, ni respondemos de la misma manera. En el terreno profesional, estas guías quedan formuladas por escrito en lo que denominamos escrito ético, texto ético o código deontológico.

Hablaremos de la importancia de una actuación ética, del sentido que tiene una ética profesional y pronunciaremos, con gran brevedad, las líneas éticas que hay que seguir en la gestión de información. El objetivo principal de este primer núcleo consiste en acabar compartiendo la idea de que la ética profesional no constituye un valor añadido, sino un prerrequisito necesario en el ejercicio de cualquier tarea.

A partir de aquí, en el segundo apartado (ética y deontología) nos adentraremos un poco más en el tema, para profundizar en la relación que se encuentra entre el escrito ético y el contexto donde éste se desarrolla. Diferenciaremos los conceptos de ética y deontología, y concluiremos que, en la práctica profesional -en un contexto determinado- no vale todo. Existen unos límites que nos vienen marcados por el código deontológico.

El análisis de los códigos deontológicos constituye el objetivo principal del tercer apartado (textos deontológicos). En la actualidad, en los códigos deontológicos se determinan las responsabilidades, obligaciones y deberes de tipo ético o moral implícitos en el ejercicio práctico de una profesión, en el despliegue técnico de una disciplina. Es lo mínimo que, como colectivo profesional, se debe conocer y compartir.

Para valorar el sentido actual de los códigos deontológicos que se presenta en el capítulo, retrocederemos en el tiempo hasta el origen de la palabra deontología. El análisis de las teorías de Jeremy Bentham, Antonio Rosmini y Max Simon nos ayudarán a diferenciar las dos grandes perspectivas de análisis de los códigos deontológicos, el sociológico y el eticojurídico.

De esta manera, con el recorrido conceptual que presentamos se pretende alcanzar una comprensión global del significado de los códigos deontológicos, de su sentido según la perspectiva de análisis por la que optamos, la importancia de su contextualización, la existencia de unos aspectos comunes mínimos en la regulación de las actividades profesionales, y su implicación en la práctica cotidiana en el ejercicio profesional.

1. Principios éticos en el proceso de la información

1.1. La realidad de una actuación ética

La realidad de la actuación ética supone un esfuerzo en todos los ámbitos en que se mueven las personas. Implica una coherencia en los comportamientos según nuestra escala de valores. De este modo, podemos hablar de la actuación moral.

La moralidad y la ética constituyen conceptos que durante décadas se han enfocado desde una visión filosófica; sin embargo, desde hace un tiempo, cada vez más se percibe la urgente necesidad de enfocar el trabajo desde la ética aplicada. Ahora bien, para poder hablar de la transformación de algo teórico en práctico, es necesario considerar los contextos como una variable imprescindible. Si no tenemos en cuenta los ambientes en los que nos centramos, el intento de la aplicación ética quedaría restringido en la búsqueda de coherencia con la moralidad individual. Correríamos el riesgo de encontrarnos con varias opciones personales que, a veces, podrían resultar difíciles o casi imposibles de unificar, buscando denominadores comunes. Como dice Alonso Hortal:

"[...] Con ello, el discurso ético se convierte en un espacio para soñar mundos alternativos o para descalificar a los existentes."

  1. Hortal (1994). Ética de las profesiones (pág. 56). Madrid: UPCO.

    En algunos casos, puede ser que haya un gran contraste entre lo que pensamos y lo que vemos; incluso que veamos esta diferencia como irreconciliable. El resultado no es, en ninguno de los casos, positivo. La sensación de no compartir nada con el grupo puede provocar el desánimo, el sentimiento de impotencia y de desarraigo.

    A partir de lo que hemos argumentado en las líneas anteriores, consideramos la necesidad de unas premisas o guías de actuación que nos permitan concluir unos mínimos consensuados que, al mismo tiempo, nos posibiliten la convivencia entre las diferentes opciones de vida y consideraciones de la moralidad. Sin embargo, llegados a este punto, nos encontramos ante otra disyuntiva. ¿Estas guías son comunes y generalizables? ¿Podemos encontrar y pronunciar principios de actuación ética en la sociedad y, más concretamente, en los contextos laborales?

    Desde nuestro punto de vista, es posible encontrar unos mínimos que, por un lado, faciliten la convivencia entre los ideales individuales y que, por el otro, conformen un marco de referencia para mostrar actuaciones en diferentes contextos; sería, en definitiva, unos principios base de regulación social que no comporten una ruptura con los ideales personales. Por tanto, la primera tarea consiste en llegar a conceptualizar cuál es el bien que se busca, para explicitar las actuaciones que se esperan y las prohibiciones que derivan de ellas.

    En realidad, cuando nos referimos a la actuación ética hacemos también referencia a los pensamientos, a las creencias, sentimientos y motivaciones que nos empujan a determinados comportamientos. Todos estos elementos deben combinarse con armonía en cada uno de nosotros para conseguir una coherencia real entre nuestros ideales y nuestras actuaciones. En las páginas siguientes, intentaremos desglosar cada uno de estos elementos, a la vez que procuraremos encontrar la unidad posterior entre éstos en la materialización de los diferentes códigos deontológicos de las profesiones.

    Según nuestra primera hipótesis, en los diferentes códigos encontraremos elementos comunes, principios generales que, sea cual sea nuestra tarea en la sociedad, deben preservarse con el fin de conseguir una convivencia real en la comunidad. Asimismo, en diferentes códigos se detectarán elementos diferenciadores que, sin contradecirse con los primeros, regulan de manera más específica la tarea de los profesionales de aquel ámbito determinado.

    La ética aplicada implica la consideración de los diferentes contextos concretos en los que es necesario incluir con posterioridad el escrito ético correspondiente, ya que para materializar aquello que se considera el bien, conviene llegar a la unión entre el texto y el contexto.

    1.2. El porqué de una ética profesional

    Actualmente, los términos de ética profesional, ética empresarial y ética de la información nos resultan familiares y, a la vez, un poco ambiguos, puesto que no existe un conocimiento profundo de los límites y diferencias entre ellos. En este capítulo, nos centraremos en la ética profesional y la ética de la información. La primera implica, a nivel muy general, que el planteamiento del profesional no sólo existe desde el dominio de la vertiente técnica, sino también valorando la parte ética implícita en las diferentes tareas que desarrolla. El desconocimiento y la ambigüedad aumentan al referirnos a la ética de la información; aunque parece desconocerse un poco, si nos centramos en el comportamiento de las personas que difunden informaciones, nos resulta más familiar.

    Hablar de ética en el procesamiento de información comporta valorar la existencia y la importancia, en su trasvase, tanto de la figura del informador como del informado. La información no puede existir sin ninguno de estos dos elementos. Asimismo, informador e informado no pueden desprenderse de su conciencia en el momento de desarrollar una tarea. La mente humana se apropia de una información cuando la recibe, la procesa y la comprende. Estas capacidades entran en el terreno de la individualidad e implican la conciencia. Puede ser que, a veces, un informador o un receptor de información se encuentren en situaciones en que, para resolverlas, sea preciso optar por un razonamiento y una decisión de carácter más moral, porque no existe un único enfoque. En estos momentos, nos adentramos en un terreno en el que la parte personal de cada sujeto constituye un factor clave a la hora de llegar a una interpretación.

    La ética de la información debe tomar en consideración que la relación de la importancia de los roles de quien difunde las informaciones y quien las interpreta está inclinada hacia quien las interpreta. La interpretación es valoración, muchas veces personal y ética o moral.

    En la ética empresarial de los profesionales y de la información, es válida la distinción entre ética y técnica; no nos referimos a lo mismo con estos dos términos. Es cierto que, para desarrollar una tarea, se necesitan unas competencias técnicas, sin las cuales es imposible la comprensión de las informaciones. Sin embargo, hay que valorar, asimismo, la interrelación existente en muchos momentos entre los dos conceptos, si tenemos en cuenta cuáles son las cuestiones puramente técnicas y dónde empieza la dimensión ética. Es entonces cuando nos percatamos de que, como señala Augusto Hortal:

    "[...] En la realidad de la vida social no hay utilización técnica que no comporte implicaciones morales."

  2. Hortal (1994). Ética. Los autores y sus circunstancias (pág. 22). Madrid: UPCO.

    Francisco Bermejo,1 en un escrito centrado más específicamente en el trabajo social...

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