Revolución industrial y revolución burguesa: La libertad como régimen de trabajo

AutorMiguel Ángel Chamocho Cantudo - Isabel Ramos Vázquez
Páginas81-108
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Capítulo 4
Revolución industrial
y revolución burguesa:
la libertad como régimen de trabajo
I. LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL: EL NACIMIENTO DEL PROLETARIADO
A finales del Antiguo Régimen se vivieron cambios sustanciales en las relaciones de
trabajo, que propiciaron el inicio de un nuevo modelo económico capitalista, surgido de
la mano del liberalismo económico que defendieron los primeros Estados de Derecho
contemporáneos.
Tales cambios supusieron una ruptura radical con el antiguo modelo de la Edad
Moderna basado en:
a) El trabajo gremial en las ciudades, libre, pero controlado por corporaciones muy
estrictas como manifestación de la política intervencionista de la época (colbertis-
mo o mercantilismo).
b) El trabajo servil o trabajo en régimen de dependencia (servidumbre adscripticia
o de gleba) propio de la sociedad feudal o señorial.
c) El trabajo forzoso en régimen de esclavitud, que prevalecía fundamentalmente
en las colonias.
Estos tres tipos de relaciones de trabajo propios de la Edad Moderna fueron supe-
rados a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, para dar lugar a un nuevo modelo
basado en la libertad de los agentes intervinientes (fin de las relaciones señoriales y es-
clavistas) y de carácter no intervencionista (fin de los gremios), en el que el trabajador,
jornalero o proletario/operario, vendía su fuerza de trabajo al empresario agrícola o
industrial a cambio de un salario.
La conquista de la libertad de trabajo exigía la puesta en marcha de un mercado de
trabajo, en el que estaban obligados a entenderse los propietarios de la fuerza de traba-
jo, los trabajadores, y los propietarios del capital, los empleadores. Pronto la oferta y la
demanda hicieron acto de presencia en este mercado de trabajo, de tal manera que los
empleadores buscaron mano de obra eficaz pero barata, mientras que los propietarios de
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INTRODUCCIÓN JURÍDICA A LA HISTORIA DE LAS RELACIONES DE TRABAJO
Miguel Ángel CHAMOCHO CANTUDO - Isabel RAMOS VÁZQUEZ /
la fuerza de trabajo buscaron implementar sus destrezas y habilidades con la consecución
de un salario ventajoso.
Los motores del cambio, por su propia magnitud, son conocidos como las “revolu-
ciones” industrial y burguesa, y supusieron realidades muy complejas que implicaron al
mismo tiempo factores de carácter económico, social, ideológico, político y jurídico.
1. Origen, causas y consecuencias de la revolución industrial
La revolución industrial, originada en Inglaterra en las últimas décadas del siglo
XVIII y primeras del siglo XIX, fue el proceso por el cual se consolidó un nuevo modelo
de producción capitalista a gran escala en las nuevas fabricas, sobre la base del maquinismo
y la innovación técnica. Supuso un fenómeno de gran trascendencia, pues el reemplazo
del trabajo artesano o manual por la manufactura o industria trajo consigo una serie de
transformaciones de amplio calado, no sólo económicas, sino también culturales, socia-
les, políticas y jurídicas, habiendo sido considerada esta revolución por algunos autores
como la más importante de la humanidad desde el Neolítico. Estas transformaciones se
materializaron particularmente en un importante incremento de la producción, en un
generalizado intercambio de mercancías en una nueva sociedad de mercado, en innova-
ciones tecnológicas y en la proletarización de la mano de obra.
La revolución científica que tuvo lugar en la Inglaterra de los siglos XVII y XVIII,
por su mayor desarrollo económico (gracias a su imperio colonial y el fenómeno insular,
que la mantuvo al margen de las guerras y conflictos continentales), y la continua bús-
queda del progreso como clave para mantener la preponderancia del Estado y la felicidad
del pueblo, posibilitó avances técnicos tan importantes como la máquina de vapor, que
sin duda fue la principal impulsora de la industrialización y llegó a convertirse en su
símbolo.
Creada por el escocés James Watt en 1769, la máquina de vapor consistía en la apli-
cación de un nuevo tipo de energía, el vapor, para cuya producción se requería carbón,
y pudo aplicarse a multitud de industrias, como la textil, la minera, la siderúrgica, la de
transportes o la agrícola, que fueron pioneras en la industrialización. La industria textil
algodonera fue, en concreto, el sector líder de la mecanización durante la primera revo-
lución industrial inglesa, y gracias a ella se consiguió la acumulación de capital que abrió
paso, en una segunda fase, a la siderurgia y al ferrocarril.
Antes de introducir la máquina de vapor, en el sector textil algodonero inglés ya se
aplicaba la innovadora Spinning Jenny (inventada en 1733 por John Kay y perfeccionada
en 1780 por Samuel Crompton), que sustituía el tradicional hilado manual de la lana
o el algodón mediante la rueca por un mecanismo que, accionado por una manivela,
permitía obtener simultáneamente varias bobinas de hilo. Más adelante, la Waterframe,
permitió sustituir la energía humana por la hidráulica; y, finalmente, Cartwright aplicó el
movimiento de vaivén de la máquina de vapor a los telares en el año 1781, dando lugar al
nacimiento del telar mecánico.
La mecanización de la industria textil fue seguida por la de la industria siderúrgica y
la de transportes, que requería hierro de aquélla para poder desarrollarse. La revolución
de los transportes y la mejora en el tratamiento del metal eran claves para la expansión

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