La implantación de la deontología farmacéutica en España

AutorJosé López Guzmán
CargoDepartamento de Humanidades Biomédicas Universidad de Navarra e-mail: jlguzman@unav.es
Páginas186-194

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1. Introducción

Etimológicamente, el término deontología equivale a «tratado o ciencia del deber». Se trata de aquella parte de la filosofía que se ocupa del origen, la naturaleza y el fin del deber»1. Por lo tanto, la Deontología se enfrenta, desde la perspectiva de unas exigencias éticas objetivas, radicadas en la condición humana -la dignidad de la persona- y en la naturaleza y función de su profesión, con los problemas humanos2. Aplicando este concepto a la actividad desarrollada por el farmacéutico surge la Deontología farmacéutica.

El farmacéutico siempre se ha encontrado especialmente interpelado, al igual que los otros profesionales de la salud, por las cuestiones deontológicas derivadas de su trabajo profesional. El equipo sanitario se ve sometido a esa situación particular al tener confiado el cuidado de dos aspectos de máxima importancia para el ser humano, la salud y la vida3. Éstos interpelan al sujeto sobre los aspectos más profundos del ser humano4. Además, esta situación ha adquirido, actualmente, una Page 187 nueva dimensión debido a las tensiones éticas generadas por los recientes avances de la ciencia y la técnica5.

Estas razones obligan al farmacéutico a establecer los mecanismos oportunos para adquirir un conocimiento de la razón de ser de su profesión, de las consecuencias que de ella se derivan y, por supuesto, de los principios deontológicos6que la inspiran.

Llegados a este punto, cabría formular la pregunta de si ese importante papel que debería desempeñar la deontología en la profesión farmacéutica se ha visto correspondido con una buena formación de los profesionales en ese campo o, al menos, con la preocupación desde la universidad, o la corporación farmacéutica7, de ofrecer las herramientas básicas para la consecución de ese fin. En mi opinión la respuesta está más llena de sombras que de luces8.

En primer lugar, el estudio de la Deontología se ha relegado a un plano secundario en la mayoría de las Facultades de Farmacia españolas. Esta disciplina ha quedado reducida a una simple referencia dentro de la asignatura de Legislación farmacéutica lo que, como se verá más adelante, tendrá una gran importancia en la percepción del farmacéutico sobre la deontología. Más tarde, en el período de ejercicio profesional se puede comprobar cómo los farmacéuticos tienen una gran avidez por completar sus conocimientos a través de la formación continuada. Las Facultades de Farmacia y los Colegios profesionales ofrecen numerosos cursos de farmacología, ortopedia, homeopatía, dermofarmacia, controles de calidad, gestión, etc. Pero la deontología vuelve a ser la gran ausente en estos programas. En el mejor de los casos se ofrece alguna sesión de ética profesional incluida en los planes teóricos de las materias anteriormente reseñadas.

En los próximos apartados se intentará ahondar en las anteriores cuestiones, intentando reflexionar sobre los siguientes aspectos: la influencia de la constante evolución de la actividad desarrollada por los farmacéuticos; el tibio estado de la enseñanza de la Deontología farmacéutica; Page 188 y la discutida, y discutible, implantación de los códigos deontológicos farmacéuticos.

2. Una profesión en evolución

En este apartado, el primer aspecto a considerar es la dificultad para determinar el momento en el que surge la profesión de Farmacia9 y las características que definen su evolución. En este ámbito también cabe señalar las consecuencias que sobre la deontología farmacéutica ha tenido la incierta, e indeterminada, relación de dependencia de esta profesión con respecto a la Medicina10.

La dificultad de establecer unos límites claros entre la profesión farmacéutica y la médica no es un simple dato teórico. Por el contrario, ha tenido, y tiene, una gran repercusión práctica en el modo de configurar la relación entre los profesionales de ambas especialidades y, a su vez, de ellos con la sociedad y, en particular, con sus pacientes. Efectivamente, el hecho de que la separación entre las dos disciplinas no quedara netamente delimitada ha generado problemas posteriores de diversa índole. Por ejemplo, y en lo que importa a este trabajo, se ha señalado que éste puede ser uno de los factores que ha influido en el menor desarrollo del estudio de la ética farmacéutica en relación con la ética médica. Incluso se ha llegado a considerar la ética farmacéutica como una subcategoría de la ética médica11. Page 189 Bajo esa perspectiva, al trabajo del farmacéutico se le ha asignado, de alguna manera, y por ciertos sectores, un carácter subsidiario, más que complementario, en relación a la labor del médico. Desde esta perspectiva, la función del farmacéutico aparece sometida a la del médico, configurándose como una prolongación de la actuación de este último12. Por ello, muchos profesionales han considerado que el verdadero responsable moral, en un determinado acto sanitario, en el que se ven implicados ambos profesionales, es el médico. Esta visión también ha trascendido a la sociedad. Bajo este prisma, el farmacéutico, debido a su situación de dependencia con respecto al otro profesional, tendría una responsabilidad atenuada13. Este planteamiento es erróneo ya que, por un lado, cada profesión tiene un papel definido y, por otra parte, cada sujeto es responsable de todos y cada uno de sus actos14. La falta de asunción de responsabilidades profesionales, aceptada en muchos casos por el propio farmacéutico15, ha perjudicado notablemente a esta profesión al introducir al farmacéutico en un proceso de tibio letargo con respecto a sus inquietudes morales.

Además de las relaciones interprofesionales, hay otra serie de elementos que han influido, notablemente, en la evolución de la profesión farmacéutica. Entre ellos, cabe destacar el procedimiento de vertebración de los Colegios profesionales. Este proceso, teóricamente, debía de favorecer la formalización, y promoción, de aquellas normas deontológicas que atañen a los profesionales de la Farmacia. En la práctica esto no ha sido así. Pero que los Colegios farmacéuticos no hayan aprovechado sus posibilidades en el Page 190 establecimiento de un marco ético -por comodidad o ancestrales complejos- no resta importancia a las posibilidades que éstos ofrecen para la consecución de ese objetivo.

Otro factor a considerar es el avance industrial. La nueva tecnología aplicada a la fabricación de los medicamentos motivó un cambio incuestionable en la realidad profesional: el farmacéutico de Oficina de Farmacia pasó de ser un elaborador de medicamentos a un dispensador de los mismos (no obstante, algunos farmacéuticos, durante varias décadas, se conformaron, simplemente, con ser vendedores de medicamentos, un lastre que todavía están sufriendo los farmacéuticos españoles). La irrupción de la industria farmacéutica, en la elaboración de los medicamentos, provocó que la profesión farmacéutica entrara en una gran convulsión estructural. Los farmacéuticos comunitarios tuvieron que emprender un radical proceso de adaptación que, por otra parte, todavía no se ha visto culminado.

Esa perturbación, en los esquemas de actuación farmacéutica, se ha intentado solventar mediante diversas propuestas «conceptuales» que, por el momento, han concluido con la introducción e implantación de la «Atención Farmacéutica», entendida en un sentido amplio como una nueva forma de interpretar la profesión. Así, la Atención Farmacéutica ha supuesto un paso más en la evolución y adaptación de la profesión a las nuevas necesidades de nuestra sociedad. Sin duda, son muchos los beneficios que puede aportar su implantación. Entre ellos, cabe destacar la asunción de responsabilidades profesionales16, la mayor apertura al paciente y la concienciación de la necesidad de estrechar la colaboración con los otros agentes de la salud17. No obstante, también conlleva algunos riesgos que no deben ser obviados.

Por último, la Farmacia también se ha visto sometida a nuevos requerimientos sociales. Por ejemplo, la sociedad ya no sólo exige al farmacéutico el cuidado de su salud, sino que solicita una atención orientada a mejorar su «calidad de vida»18. Este planteamiento más amplio y, al mismo tiempo, más subjetivo, requiere una nueva adaptación de la actividad del profesional sanitario. Page 191...

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