De la necesidad de realizar un homenaje permanente a los ilustres miembros de las juntas de gobierno de los colegios de abogados frente a lo que piensan algunos colegiados

AutorColegio Provincial de Abogados de Cádiz
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Pero la cuestión no va por ahí, no se trata de que el Picapleitos se haya acobardado, que bien valiente que es, la cosa es más sencilla. Si hasta ahora no se han incluido en los artículos precedentes a tan ilustres próceres de la profesión es porque nada hay que reprocharles a los mismos, sino más bien profesarles infinita gratitud por su ejemplar servicio a la colectividad, guiado por un exclusivo ánimo altruista, lejos de cualquier atisbo de presunción, por lo que cualquier comentario sincero como este podría mal interpretarse si el lector lo entendiera irónicamente. Nada más lejos de la intención de quien torpemente hila estas letras.

De todos es sabido que a los miembros de las Juntas de Gobierno de los distintos colegios profesionales, especialmente de Abogados, incluido naturalmente nuestro Colegio de Cádiz, sólo les mueve su vocación de servicio, y nada más. Esta es una verdad dogmática.

Frente a ello, algunos compañeros maliciosamente comentan que los Diputados de la Junta de Gobierno están donde están porque lo que realmente les gusta es figurar, que todos son unos presuntuosos, que están encantados de haberse conocido, de salir retratados en la Revista Colegial, de creerse los dueños del Colegio, de meterse en todas las comisiones colegiales como si fueran Juan Palomo (yo me lo guiso, yo me lo como), que se creen algo por estar en la Junta, que no se sabe qué es lo que hacen en el Colegio, que los cursos los organizan para mayor gloria de sus amistades, o incluso para poder llamar a algún Juez como ponente y sentarse en el estrado a su lado, haciéndole vergonzosamente la pelota. Sin embargo, todos sabemos que eso no es verdad, que todo ello no son sino habladurías de ingratos y envidiosos que no comprenden adecuadamente la alta dignidad del cargo, que merecerían ser sancionados con el máximo rigor por nuestro Colegio, con la expulsión si fuera preciso, a fin de conseguir un universo colegial perfecto, en el que el Diputado sólo recibiera parabienes de su gestión, como ellos se merecen.

Así, frente a tales maledicencias propias de Abogados ordinarios y ramplones, debería de promoverse un sincero movimiento corporativo destinado a que nuestros representantes colegiales recibieran las más altas distinciones de las que su escogido linaje profesional les hace merecedores, entre otras, que en la sede de cada delegación colegial y debajo de un retrato al óleo de cuerpo entero, se esculpiera con letras de oro los nombres de...

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