La anti-ilustrada vida del ilustrado Rousseau. La igualdad y la desigualdad en la vida y en la obra de Rousseau

AutorSilvina Ribotta
CargoUniversidad Carlos III de Madrid
Páginas163-204

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1. Introducción

Sobre Jean Jacques Rousseau se ha escrito mucho, quizá hasta demasiado, y por ello parece difícil ofrecer algo nuevo sobre sus obras. A la vez, es un autor tan complejo y polémico que siempre se puede profundizar en algún aspecto de su pensamiento, porque Rousseau es, sobre todo, un autor multifacético, un hombre contradictorio y a la vez esencialmente coherente, por lo que cada sentencia sobre su obra, cada juicio sobre sus ideas necesita una aclaración, un paréntesis que explique o mejor dicho matice lo que se ha dicho precedentemente.

Y qué mejor explicación que el marco experimental de su vida, de sus apasionantes y complejas vivencias para poder profundizar en su pensamiento. Ésta es la idea central del presente artículo, indagar sobre la vida de Rousseau, sobre los acontecimientos de su vida personal que impactan en el desarrollo de sus obras, sobre cómo el hombre que es Rousseau da nacimiento al pensador que resulta ser. Explicar sus obras desde su vida, particularmente su concepto de igualdad y de desigualdad desde lo que valoro es una contradicción del destino que le tocó vivir: el ilustrado Rousseau llevaba una vida anti-ilustrada, una vida antisocial, excluyente del mundo del que él mismo era un excluido. Un clásico indiscutido, aunque muy discutible, del pensamiento ilustrado, que goza de amores u odios, algunos más justificados que otros, y que ha permitido que sus ideas sirvieran para fundamentar opciones ideológicas extremas. Un hombre esencialmente pasional y revolucionario, de vida compleja y de decisiones críticas y con una visión demasiado natural y salvaje sobre lo humano. Un hombre preso de su condición social, de la pobreza de vida y de afectos, un pensador libre encadenado a las miserias de su vida y a los avatares de competidores ilustrados dotados de trayectorias más claras y de fortunas más reales. Un hombre temeroso de la vida social porque había aprendido en su propia historia lo anuladora y explotadora que podía ser una sociedad, lo ruin y corrosivo de las relaciones sociales desiguales en poder y

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en riqueza. Rousseau es desde el siglo XVIII y hasta nuestros días un hombre especialmente peculiar: una persona entrañablemente sociable y a la vez un antisocial que se ha convertido en un mito del pensamiento social, un antiiluminista que en pleno siglo de las luces mediante iluminaciones y meditaciones ha sabido-creido leer en la naturaleza la verdadera historia del hombre.

Por ello, pretendo escribir sobre el hombre que fue Rousseau como una estrategia para poder iluminar las oscuridades de sus propias contradicciones, convencida de que como él mismo explicó sus escritos definen peor sus sentimientos que sus desgracias1. Analizaré dos conceptos clave de su pensamiento: su concepto de hombre y de igualdad, que considero son hilos conductores que nos permiten desentrañar el sentido de su doctrina y a la vez nos ayudan a traducir en coherencias sus contradicciones. En todas las obras rusonianas2, desde su primer Discurso sobre las Ciencias y las Artes hasta las Meditaciones y que lo enlazan a diferentes autores que han seguido, en distintas líneas, su pensamiento, como Hölderlin, Kant, Fichte, Hegel, Marx, Nietzsche, Lévi-Strauss, Lacan, siempre hay elementos revolucionarios en sus pensamientos y fue la igualdad el principio que jugó un rol preponderante en ellos especialmente en su concepto particular de hombre.

2. Igualdad y naturaleza: el concepto de hombre rusoniano

El origen y el fundamento de la desigualdad entre los hombres era un tema crucial para Rousseau, así lo expresa al comienzo del Prefacio del Segundo Discurso donde lo califica como "una de las cuestiones más interesantes que la filosofía pueda proponer" aunque "una de las más espinosas que los filósofos puedan resolver"3. Rousseau era conciente que hablar de este

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tema era interesante pero a la vez comprometedor y complejo, y elige comenzar a tratarlo desde la parte más difícil: el concepto de hombre; alabando como ha hecho en varias obras la expresión délfica conócete a ti mismo como el precepto más importante de la moral. Rousseau expresa su gran preocupación por el hombre, por este hombre que ha medida que avanza en la civilización, avanza también en su degradación, haciéndose cada vez más ajeno al mundo natural que fue su origen. Es por ello que centra su trabajo en los sucesivos cambios que fue experimentando el hombre para poder descifrar los orígenes de las diferencias y de los cambios que se dieron en la especie humana, pero a la vez no en toda la especie al mismo tiempo ni de la misma manera.

Desde estos preconceptos enfrentará el problema planteado por la Academia en 1753 sobre "Cual es la fuente de la desigualdad entre los hombres, y si está autorizada por la ley natural", y llegará a conclusiones realmente revolucionarias, especialmente teniendo en cuenta el contexto intelectual que se vivía promediando el siglo de las luces. Tan revolucionarias y especiales, que hasta el mismo Rousseau sabía que era una empresa titánica y sin ningún empacho de vanidad, comienza su Segundo Discurso diciendo: "es del hombre de quien tengo que hablar". Y más adelante le llamará a escucharlo de manera cuasiprofética cuando dirá: "Oh hombre, de cualquier región que seas, cualesquiera que sean tus opiniones, escucha! He aquí tu historia, tal cual yo he creído leerla ... en la naturaleza que no miente nunca ... los tiempos de que te voy a hablar están muy lejanos. Cuánto has cambiado de cómo eras! ... es la vida de tu especie lo que te voy a describir ... tú buscarás la edad en que desearías que tu especie se hubiera detenido. Descontento de tu estado presente ... quizá querrías poder retroceder; y este sentimiento debe hacer el elogio de tus primeros antepasados, la crítica de tus contemporáneos y el espanto de quienes tengan la desgracia de vivir después que tu"4. Apocalípticamente Rousseau plantea la cuestión que comenzará en sus Discursos y que no acabará, de alguna manera, hasta las Meditaciones; ya que como sugiere Grimsley, el pensamiento de Rousseau estaba dominado "por una antítesis fundamental: la antítesis entre la naturaleza ‘original’ del hombre y la corrupción de la sociedad moderna ... la libertad del verdadero ser humano se encuentra contrastada con su actual esclavitud"5.

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Rousseau, como autor contractualista, centra el origen de su teoría y de sus conceptos en una particular forma de concebir el estado de naturaleza, como un razonamiento hipotético y condicional y no como una verdad histórica, aunque su valoración se modifica radicalmente desde el Segundo Discurso, donde lo idealiza en detrimento del estado civil, que trata en el Contrato Social. En éste es muy contundente, ubicado en otro contexto histórico y frente a otros objetivos, al decir que el estado civil produce en el hombre cambios notables, sustituyendo el instinto por la justicia, dando moralidad a sus acciones, valiéndose de la razón antes que de sus inclinaciones, y que aunque el estado civil le privaba de muchas cosas obtenía ventajas tan grandes respecto a la naturaleza que "debería bendecir sin tregua el venturoso instante en que la abandonó para siempre y en que, de un animal estúpido y limitado, se transformó en ser inteligente y un hombre"6. Esta dicotomía se puede analizar también desde el Segundo Discurso y su particular concepto del estado de naturaleza en su relación con la estructura de la Biblia. Caballero Harriet entiende que en el Segundo Discurso existe una innegable renuncia al dogma del pecado original y que busca diferenciar el eje de la vida humana, la libertad, de toda instancia divina. A la vez, tampoco puede renunciar del todo a las Escrituras porque necesita un método sobre el cual estructurar su teoría, por lo que el paralelismo metodológico entre estas dos obras hace posicionar la revelación divina frente a una revelación laica7.

Aranzadi, en la misma línea de interpretación, sostiene que el estado de naturaleza rusoniano funciona como "idea regulativa", como "mito fundacional" o punto de referencia para juzgar el presente y edificar el futuro8, por lo que el estado de naturaleza es el génesis filosófico. Y, aunque es un génesis filosófico en el que no faltan ni el jardín del Edén, ni el pecado, ni la confusión de lenguas, es sin dudas una versión laicizada, desmitificada de la historia de los orígenes, donde la teología cristiana ha sido abolida pero sin em-

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bargo sus esquemas constituyen los esquemas estructurales sobre los que se organiza el pensamiento de Rousseau. Esta explicación no religiosa de Rousseau se plasma con mayor energía en su concepto del mal, su concepción laica del pecado original, donde resuelve el problema del origen del mal sin atribuírselo a Dios ni al hombre pecador, o sea, ni a la voluntad divina ni a la voluntad humana ni siquiera a la necesidad ni a la libertad, sino a un conjunto casi fortuito de elementos que precipitaron al hombre a salir del estado de naturaleza. Como dice Aranzadi "para Rousseau el mal es, por tanto, social, y su rostro en cuanto tal es trabajo, propiedad, esclavitud, opresión, ausencia de libertad"9.

Volviendo al estado de naturaleza que describe en el Segundo Discurso, Rousseau encuentra dos clases de desigualdades en la especie humana, una que es natural o física y que está determinada por la naturaleza y la otra que es la moral o política y que está establecida o consentida por los hombres. Rousseau, tomando la imagen del hombre tal y cómo se le concibe ahora físicamente y sin profundizar en la evolución del cuerpo humano, dirá que el hombre es "un...

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