La ilustración, los invitados a la boda y el terror: lo excepcional y lo normal revisitados

AutorWayne Morrison
Páginas305-322

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Usted recuerda la escena: el Viejo Marinero aborda a los invitados a la boda, que están pensando en esta y no le prestan atención, y él los fuerza a escu-char su historia. Bien, cuando por vez primera regresé del campo de concentración hice exactamente eso. ¡Sentí una irrefrenable necesidad de contarle mi historia a alguien y a todos!... Cada situación era ocasión para contar mi historia a alguien y a todos: contarla al director de la fábrica lo mismo que al trabajador, inclusive si tenían algunas otras cosas que hacer. Estaba reducido al estado del Viejo Marinero. Entonces, comencé a escribir en mi máquina por las noches... Cada noche escribía, ¡y esto era considerado aún más loco! [Levi 1997: 224-225].

Como símbolo, entonces, Cristóbal Colón trasciende vastamente a su propia persona. Él se para frente a la barrera de la historia y la humanidad, culpable no sólo de sus hazañas en La Española, sino, en espíritu al menos, de la matanza y la destrucción cultural que acompañaron las conquistas de México y Perú en la época de 1500. Él se erije como un modelo de la masacre de los pequots en Mystic en 1637, y de la calculada distribución de mantas cargadas de viruela por parte de lord Jeffrey Amherst a los miembros de la confederación pontiac un siglo y medio después. Su espíritu participó de las políticas de John Evans y John Chivington cuando ellos se dispusieron a exterminar a los cheyenes en Colorado durante 1864, y cabalgó con el Séptimo Regimiento de Caballería de EE.UU. hacia Wounded Knee en diciembre de 1890. Guió el machete de los carniceros de Alfredo Stroessner cuando ellos luchaban por erradicar el pueblo aché de Paraguay durante la década de 1970, y aplaude las políticas de Brasil hacia los jíbaros, los yanomamis, y otros pueblos de la cuenca del Amazonas en el momento presente.

Y el fantasma de Colón estuvo con los británicos en sus guerras contra los zulúes y diversas naciones árabes, con Estados Unidos contra los «moros» de Filipinas, con los franceses contra los pueblos de Argelia e Indochina, con los belgas en el Congo, y junto a los holandeses en Indonesia. Él estuvo allí en las Guerras del Opio y el bombardeo «secreto» de Camboya, en la masacre sistemática de los pueblos indígenas de California durante el siglo XIX y de los mayas de Guatemala durante la década de 1980. Y, sí, estuvo bien presente en los corredores del poder nazi, presente entre los guardias y los comandantes en Sobibor y Treblinka, y dentro de las filas del Einsatzgruppen en el Frente Oriental. El Reich nunca fue, después de todo, una desviación de lo que fue la cristalización de los temas dominantes —la supremacía racial, la conquista, y el genocidio— de la cultura europea que Colón ejemplifica tan pertinentemente. El nazismo nunca fue único: fue, en cambio, una de las interminables sucesiones de los «Nuevos Órdenes Mundiales» puestos en marcha por el «Descubimiento». Tampoco fue más o menos detestable que el orden impuesto por Cristóbal Colón sobre La Española; 1493 o 1943 forman parte del mismo todo irreductible [Ward Churchill 1997: 92].

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¿No es momento para que acabe este terror, aunque lo llamemos por otro nombre? [memorándum enviado al ministro de la Fuerza Aérea por el primer ministro Winston Churchill, marzo de 1945, después del bombardeo de Dresden por parte de los Aliados].

La Ilustración: estilo moderno

El 6 de agosto de 1945, la Ilustración cayó sobre los ciudadanos de la ciudad japonesa de Hiroshima:

La luz fue asombrosa. Inclusive si se le daba la espalda, se sentía el golpe justo en el centro del cerebro. Un calor tan intenso.

Así recordó Shuntaro Hida, doctor militar que estaba ubicado en ese momento en un barrio a 4 millas del hipocentro o la «zona cero» original; la explosión atómica se desplazó hacia él sobre las colinas intermedias «como una avalancha» y él fue sacudido con tal fuerza como para echarlo de espaldas dentro del edificio. Takakura-San, que trabajaba en el Banco de Hiroshima, rodeado de paredes de cemento a sólo 260 m del hipocentro, fue golpeado y quedó inconsciente en el instante que vio la luz. Sorprendentemente, quedó con vida; los cuerpos en el exterior virtualmente se vaporizaron, sus restos sombríos quedaron grabados en las superficies del metal y la piedra. Alrededor de 40.000 personas murieron instantáneamente (240.000 murieron durante los cinco años posteriores; hubo cerca de 85.000 supervivientes a largo plazo):

La gente me pregunta cómo sobreviví. A mí también me pareció extraño. Las personas que habían estado caminando por las calles estaban dobladas, muertas unas sobre otras, hasta donde yo podía ver. Ellas habían muerto inmediatamente. Desnudas. Carbonizadas. Sólo me pregunté, ¿por qué1Ahora sabemos que no existieron razones legítimas para Hiroshima (ver, por ejemplo, Takaki 1995; Gar Alperovitz 1995); fue un espectáculo del poder —diseñado para proporcionar terror estatal que prefiguraba un nuevo orden mundial, uno donde el poseedor de esta arma podría escribir e imponer las reglas del orden internacional. Hoy Hiroshima y Tora Bora permanecen unidos en un subyacente conjunto de similitudes en la actitud: la de la confianza en las tecnologías de matar a distancia, donde aquellos que matan están lejos de experimentar las consecuencias humanas; la importación del terror asume el lugar de la negociación política, de la conciencia de la diver-sidad cultural, del compromiso. Hiroshima, Tora Bora, el 11 de septiembre, el Holocausto: todo toma parte de ese pasaje ofrecido por la combinación de modernidad e imperialismo, con el nexo del racismo y la «otredad» que permite cálculos concernientes a las acciones seguras en el conocimiento de que el manejo de la rendición de cuentas no incluirá al poseedor del poder.

Bin Laden demanda el derecho de implicarse en ataques e inspirar la insurgencia y ser llamado a rendir cuentas, no por parte del Juez de Hobbes, satisfacción del deseo humano, sino por parte de la voluntad de Alá. Es más, su rechazo sólo confirma lo que él reclama rechazar. Hiroshima, un mensaje para los japoneses (pero en realidad leído como un mensaje para los soviéticos); la Operación Golpe del Desierto, en septiembre de 1996, de parte de los bombarderos B52 y las naves de la marina de guerra esta-

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dounidense con 44 misiles de crucero, que atacaron blancos en Irak: «Nuestros misiles enviaron el siguiente mensaje a Saddam Hussein: cuando abusas de tu propio pueblo y amenazas a tus vecinos, debes pagar el precio» (Bill Clinton, presidente de EE.UU., declaración del presidente, 3 de septiembre de 1996); el 11 de septiembre de 2001, «tres misiles de crucero, con un peso de 300.000 libras» atacaron blancos en EE.UU. (como el secretario de Defensa estadounidense, Donald Rumsfeld, describió a los piratas aéreos; Informe a la Prensa del 13 de septiembre de 2001) en un ataque que Bin Laden declaró que enviaba un claro mensaje al pueblo de EE.UU. (aunque unos pocos quisieron escuchar y ver las grabaciones en vídeo de su mensaje, no se permitió difundirlo después de las imágenes iniciales, por «razones de Seguridad Nacional»).

Dentro de los confines del espacio civilizado, Hobbes condenaba al sujeto humano a convertirse en el ser del deseo, a seguir los interminables juegos de la felicidad: a soñar —tal como Robert Merton lo reinterpretó— el sueño americano. En la introducción, yo presenté el sueño de Primo Levi; Takakura-San también tuvo un sueño:

Sueño que la bomba ha vuelto a caer, y esta vez pienso que me libraré de ella. Decido que escaparé, y luego me despierto. Es imposible escapar a una bomba nuclear, pero supongo que es un deseo que se hace evidente en mi sueño.

Una bomba, una manifestación:2¿es posible escapar? ¿A quién se va a escuchar?

Las fiestas de boda: los invitados ambivalentes

Ésta es, de lejos, la campaña de bombardeos más precisa que se haya visto. Lo que la Fuerza Aérea y la Marina están haciendo hoy con bombas inteligentes es la «concreción de un sueño», dijo el analista militar Loren Thompson del Lexington Institute. Desde la Guerra del Golfo han existido significativos avances en la tecnología de las bombas, para crear las así llamadas bombas inteligentes. Una característica clave es la Joint Direct Attack Munition, o J-dam —un dispositivo guiado por satélite que se coloca sobre la cola de una bomba normal para transformarla en una bomba inteligente para ataques de precisión [«El bombardeo sobre Afganistán “más certero que nunca”», BBC en línea, 10 de abril de 2002].

Los oficiales militares estadounidenses en Afganistán han rechazado disculparse a continuación del erróneo bombardeo a una fiesta de bodas que este lunes asesinó al menos a 30 personas [posteriormente se confirmaron 48 muertos y 100 heridos, Wayne Morrison], insistiendo que el avión había soportado fuego hostil y sostenido...

Los afganos reclaman que los invitados a la boda, que estaban celebrando cerca del pueblo de Deh Rawud, en la montañosa provincia de Oruzgan, al norte de Kandahar, habían estado disparando al aire —tradición de boda pastún— cuando los aviones estadounidenses atacaron. Pero un portavoz de EE.UU. declaró que el tiroteo no estuvo «relacionado» con una boda, diciendo que los aviones habían estado bajo ataque. «Normal-mente cuando piensas en fuego de festejos... es al azar, está disperso, no se dirige a un blanco específico», dijo el coronel Roger King en la base aérea estadounidense de Bagram. «En esta ocasión, la gente a bordo de la aeronave sintió que las armas los estaban siguiendo y estaban [intentando] combatirlos».

Los aviones de EE.UU. —incluyendo un...

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