Ignacio De La Concha

AutorSantos M. Coronas González
Páginas730-731

Page 730

El fallecimiento de don Ignacio de la Concha (t 8, octubre, 2000) ha sobrecogido el alma de sus compañeros, amigos y discípulos; una legión en la Universidad y fuera de ella que apreciaba su bondad natural, su trato de buen señor, su afabilidad. Don Ignacio siempre representó un estilo de ser universitario marcado por la grandeza de espíritu y la cordialidad. Sus visiones generales, a menudo geniales, sobre la Universidad, la Historia, el Derecho o España, a la que tanto enseñó a amar en sus Itinerarios Históricos, eran el fruto de un corazón generoso que pugnaba por saber y enseñaba a conocer. Su magisterio superaba así los límites de la ciencia para fundirse con la vida. Con él, y dada su veneración por los grandes renovadores de nuestra ciencia histórica don Ramón Menéndez Pidal, don Claudio Sánchez Albornoz, don Galo Sánchez, era fácil sentirse identificado con los ideales de una cierta excelencia académica y profesoral al tiempo que, con su trato afable y cordial, animaba a actuar en pro de su consecución.

Con don Ignacio se extingue una época universitaria marcada por las carencias materiales y, en contrapartida, por el auge del espíritu académico. En la línea de Altamira y Prieto Bances, sus preclaros antecesores en la cátedra ovetense, fue capaz de reanimar el viejo concepto de Universidad participativa y social. Su pasión por la Universidad, tan tempranamente sentida, le llevó a preconizar su reforma empezando por la más próxima y hacedera: la superación de las barreras al uso entre profesores y alumnos. A ellos dedicó una parte sustancial de su vida, forjando un método de enseñanza de raíces feijonianas y jovellanistas que acabó por convertir a su titular en una institución dentro de la propia Universidad.

Su vida universitaria había comenzado en la España de la posguerra al lado de un núcleo principal de maestros e historiadores del Derecho: don Galo Sánchez, Fr. José López Ortiz y don Alfonso García- Gallo. Bajo la dirección de este último realizó su tesis doctoral sobre La presura (1943) que fue galardonada con el premio Menéndez y Pelayo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Tras un período intenso de formación, obtuvo la cátedra de Historia del Derecho de la Universidad de Oviedo en 1944, tocándole vivir los penosos años de reconstrucción de la Universidad ovetense. Dos años más tarde, en un acto que habla bien claro de su generosa personalidad, optó por dejar libre la cátedra para don Ramón Prieto...

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