La Idea de Europa en Europa y los Derechos Humanos

AutorEusebio Fernández García
Cargo del AutorCatedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Carlos III de Madrid
Páginas45-56

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Me voy a referir en este trabajo a algunos problemas filosóficos (sobre todo filosófico-políticos) que plantea hoy (o me parece que plantea) la idea de Europa para los propios europeos.

Voy a dar por supuesto (lo que quizá alguien criticará argumentando que es dar por supuesto demasiado) que existe una cierta noción de Europa como una realidad cultural y política. Una realidad cultural que es el resultado de una historia, de unas tradiciones de pensamiento muy variadas y multiformes1, de una manera de vivir y de ver la vida y de un conjunto de valores de los que me interesan especialmente los que configuran lo que podríamos denominar el humanismo occidental. En otro trabajo he señalado las conexiones de este humanismo con una probable identidad de una Europa democrática, advirtiendo que hay que ser selectivos respecto al pasado, pues no todo vale a la hora de diseñar una Europa democrática: "La identidad de la Europa democrática se traduciría en una concepción de la justicia común, entendida como las reglas de juego sociales, políticas y jurídicas imprescindibles para identificar a Europa y para calificar su proyecto político como una democracia auténtica".2

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No creo que sea muy difícil señalar esas reglas de juego comunes imprescindibles para dar vigencia a la idea de una Europa democrática. Para quien sea un escéptico sobre esa posibilidad, quizá excesivamente guiado por experiencias traumáticas y crueles de este siglo y de estos años, habría que recordarle que conviene tener en cuenta que habitamos un mundo moral común, donde junto a las diferencias evidentes en el ámbito valorativo conviven también coincidencias en ese aspecto, derivadas de necesidades, sentimientos y formas de ser compartidas. Ese mundo moral común incluye muchos más aspectos aún sí nos centramos en la perspectiva cultural europea.

Europa como realidad política es también el resultado de un transcurrir en la historia con unas realidades plurales, algunas dignas de ser olvidadas y otras que merecen siempre ser rememoradas. Pero en todo caso, es la Europa consecuencia de una historia política de siglos que nos obliga, si deseamos pensar acerca de ella, a partir necesariamente de ese dato real. Un dato que es fundamentalmente la síntesis de hechos ya irreversibles, aunque nos apetezca, y sea necesario hacerlo, valorarlos. Digo que es necesario valorar esos datos históricos porque ello nos aportará bastante clarividencia a la hora de construir una Europa de ciudadanos y pueblos libres, aunque sólo sea aprovechándonos de lo que se puede aprender de los errores pasados. No estoy seguro de si alguna vez los acontecimientos nos permitirán desprendernos de ese determinismo histórico que subyace en algunos diagnósticos sobre Europa como el expresado en las siguientes palabras del libro de Emmanuel TODD La invención de Europa: "La historia de Europa es larga, brillante y sangrienta, creadora simultáneamente de modernidad y de muerte. Sus últimos quinientos años comprenden la reforma protestante del siglo XVI, la Revolución Francesa en el siglo XVIII, el ascenso de los socialismos y de los nacionalismos en el XX, tres episodios decisivos de la historia del progreso humano, cuyo coste, sin embargo, se cifra en millones de muertos. La Europa de los años 1517 a 1945 podría ser descrita de manera indistinta como el continente sensato o como el continente loco, ya que cada una de las etapas de su modernización contiene mezcladas creación y destrucción"3. Los datos históricos que en el texto precedente se citan son demasiado contundentes e importantes como para pasarlos por alto. E. TODD pretende también llamar la atención sobre las dificultades que nos va a deparar la construcción europea si nos olvidamos de esa historia, que es también la historia de una diversidad antropológica. De ahí que indique: "La Europa de los ciudadanos no puede nacer de una unidad natural que no existe. Para realizarse, debe aceptar y superar diferencias reales, ancladas en las costumbres y en el inconsciente de los pueblos"4

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De eso creo que se trata, de aceptar y superar diferencias reales. Ahí se encuentra, pienso, el verdadero reto que tenemos planteado los ciudadanos europeos. De aquí también se deriva un dato primario e imprescindible para hablar de todos los demás asuntos: la paz. El ejemplo de lo ocurrido en los últimos años, hasta hoy mismo, en la antigua Yugoslavia, debe movernos a pensar sobre lo endeble de unas instituciones jurídico-políticas divorciadas de la realidad social. Los escalofríantes hechos que allí han acontecido son, además, de motivo de vergüenza e indignación para cualquier ciudadano con sensibilidad moral, una prueba de los frustrantes e ineficaces que resultan las acciones de unos organismos comandados por políticos faltos de verdadera voluntad de poner fin a la guerra y que difícilmente pueden escapar a la acusación de cierta complicidad con esas situaciones. La paz exige el cumplimiento de muchos requisitos, no sólo militares, sino también sociales, económicos y culturales. Lo que aquí me interesa recalcar es que se trata de una condición imprescindible para la realización de todos los demás valores sociales, además de un test sobre cómo se encuentra de salud nuestra condición moral. Las páginas escritas por

E. KANT en su obra La paz perpetua5gozan de un enorme interés y afamada oportunidad. Su recuerdo me permite, a la vez que instar a su reflexiva lectura, omitir aspectos allí muy bien tratados. No me resisto, de todas formas, a transcribir el siguiente texto: "Y, no obstante, la razón, desde el trono del máximo poder legislativo moral condena la guerra como una vía jurídica y convierte, en cambio, en un deber inmediato el estado de paz, que no puede establecerse o garantizarse, ciertamente, sin un pacto entre los pueblos: tiene que existir, por tanto, una federación de tipo especial a la que se pueda llamar la federación de la paz (foedus pacificum), que se distinguiría del pacto de paz (pactum pacis) en que éste buscaría acabar con una guerra, mientras que aquella buscaría terminar con todas las guerras para siempre."6

Otro punto que me. interesa señalar es que creo que es muy criticable la postura de aquellos que piensan que lo prioritario para la construcción de Europa es la unidad económica, el mercado único europeo. Saco este punto a colación porque pienso que evidentemente se trata de un aspecto básico, sin el cual casi todo lo demás no puede funcionar. Lo que considero criticable es su exaltación desmedida o, en otros casos, la simplificación que comporta marginar los aspectos culturales y políticos. Compárese si no la situación actual con la criticada por J. J. ROUSSEAU en sus Consideraciones sobre el Gobierno de Polo-

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nia y hagamos un esfuerzo de imaginación...., "Se diga lo que se diga no quedan ya hoy franceses, alemanes, españoles, ni tampoco ingleses: no hay más que europeos. Todos tienen los mismos gustos, las mismas pasiones, las mismas costumbres, porque ninguno ha recibido, mediante instituciones propias, una forma nacional. En las mismas circunstancias todos harán las mismas cosas; todos se dirán desinteresados y serán ladrones; todos hablarán del bien público y sólo pensarán en sí mismos; todos ensalzarán la condición media y querrán ser unos crasos; su única ambición es el lujo, su sola pasión, el oro. Convencidos de obtener con él todo lo que les tienta, todos se venderán al primer postor que quiera comprarlos. ¿Qué les importa a qué dueño obedecen, de qué Estado cumplen las leyes? Con tal de encontrar dinero que robar y mujeres que corromper cualquier país es el suyo."7A partir de ahora me voy a referir a cinco ideas que dominan nuestra visión de Europa y que me parece que se trata de cinco ideas preconcebidas, no suficientemente meditadas o simples prejuicios. Utilizo el término prejuicio en el sentido que le da K. POPPER, cuando se refiere a la actividad filosófica como una actividad que ha de enjuiciar, entre otras cosas, los prejuicios filosóficos, es decir, teorías que se dan por supuestas, "teorías que los hombres y mujeres han absorbido de su entorno intelectual o de la tradición"8Estos prejuicios a que intento referirme se dan no sólo en el ámbito común de la opinión pública, sino también en los medios habituales de los políticos europeos, funcionarios y académicos.

1. Primer prejuicio (o quizá ilusión)

Existe una identidad europea

Esta idea es más ficticia que real. Nadie puede poner seriamente en duda que la idea de una identidad europea está aún por elaborar. Me estoy refiriendo a la idea de una identidad europea desde dos perspectivas que necesariamente han de ir muy unidas: a) Europa como comunidad cultural y b) Europa como comunidad política.

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En el primer caso, Europa como...

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