El proceso de humanización visto desde el ámbito extraordinario de la evolución cósmica y biótica

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Hoy sólo quisiera trasladarles mi inquietud de que a lo largo de este año sintieran como algo razonable formular otra creencia y otra manera de ver las cosas, de hacer, pensar, sentir y percibir nuestro medio. Es decir, que en definitiva, llegáramos al convencimiento de que es posible otra mirada a la realidad social, a la política, a los problemas que experimentamos del país.

Les planteamos que es posible otra forma de ver y hacer las cosas; que somos capaces de abandonar el pesimismo y abrirnos a la novedad de la esperanza, lo cual implica cambios muy notables en la propia subjetividad y en el entorno social, político y cultural.

Nuestro deseo es que este año pudiéramos dar un paso más en la comprensión de aquellas realidades que nos afectan directa o indirectamente como contexto de vida, trabajo o simplemente convivencia con los grupos que tenemos en presencia. En este sentido, me parece sumamente importante hacer algunos apuntes sobre un tema que hasta hace muy poco no ha gozado de la trascendencia que ello tiene para nosotros. Me refiero a la toma de conciencia de todo aquello que constituye nuestro entorno y nuestra convivencia social. Y la primera cuestión de la que nos tenemos que dar cuenta es quiénes somos y cómo hemos llegado a serlo.

Sólo así entenderemos:

· las cosas que nos hacen daño y por qué;

· cuáles son los caminos abiertos a la esperanza y a la utopía -una dimensión ésta agarrada a la entraña de nuestra realidad-;

· cuáles son aquellos caminos que están definitivamente agotados y cerrados;

· en qué línea de valores podemos aportar nuestro grano de arena a la cualificación de nosotros mismos y de nuestro entorno social;

· o bien, cuáles son las relaciones institucionales que ya no nos pueden ofrecer acogida ni solución a los problemas colectivos que se nos presentan insolubles.

1. Entonces, ¿cuáles son nuestros criterios de referencia?

Generalmente, nos guiamos en nuestro hacer por intereses externos e impuestos.

· Durante mucho tiempo nuestra mente se ha centrado en figuras de personajes que se nos habían presentado como modelos de referencia pública, heroicos o perfectos; sea

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desde un punto de vista religioso o laico. Pero hoy, nuestro punto de referencia posible es el cosmos, el universo y, si quieren de una forma más concreta, la naturaleza con la que convivimos.

· Hoy, se habla mucho de crisis y habitualmente se enfoca de una forma negativa. Pero también es posible entenderla positivamente porque toda crisis supone la quiebra de los valores hegemónicos y la apertura a la invención de nuevas dimensiones éticas. Y así, como dice en reciente entrevista Peter Pál: «una crisis es el momento en que se cruzan muchas transformaciones, revela las fuerzas que están en juego y las redistribuye. No es un resultado, sino lo que permite el nacimiento de un principio nuevo... La crisis de sentido o como queramos llamar a los momentos de derrumbe, es la condición necesaria para que algo nuevo aparezca, para que se dé una mutación subjetiva, existencial, en el plano individual y colectivo, en contextos micro o macro, en el terreno de la estética o de la política».

De este modo vemos que la crisis es un fenómeno paradójico, oscila entre dos posibles disyuntivas: nada es posible y todo es posible. Ello implica nuestra decisión de optar por uno u otro camino. En consecuencia, «el desafío es vivir la crisis como un proceso abierto, en el que las reservas de vida que la crisis revela y desvela sean la materia prima del cambio. Esto requiere todo un arte de la mutación muy complejo y sutil»... De esta forma entendemos que creer en el mundo significa creer en sus posibilidades, tener confianza en nuestra capacidad para conectarnos con sus fuerzas. Esa confianza hoy está interrumpida, por eso la acción se ha vuelto tan problemática.

Hoy, debido a las exigencias del contexto cultural que paulatinamente se nos va imponiendo, aparece un nuevo principio: cambiar la Biblia, el Corán, las Iglesias y los sentidos de nuestra Fe, como puntos de referencia ideológicos, por el conocimiento reno-vado y firme de la historia de la evolución de la naturaleza. Debido a todo esto nos parece sumamente útil plantear algunos temas que nos sirvan de reflexión durante este año:

PRIMER TEMA. ¿Qué es la conciencia?

Una realidad discontinua, un momento de luz transitorio y fugaz.

Ahora bien, la estructura material en que se basa la conciencia, de aquello de que se alimenta, es la experiencia. En definitiva, la conciencia nos lleva a tomar nota de lo que hacemos, sentimos o, incluso, de la propia dinámica de ejercer la alteridad.

SEGUNDO TEMA. La historia de la evolución humana

¿Cómo nos afecta comportamentalmente la historia de la evolución?

En esencia la historia evolutiva marca un proceso que va desde el inicio de la evolución y de la formación del cosmos, hasta la emergencia de la palabra, esto es, el paso del tiempo hasta lograr la construcción de un lenguaje articulado, del símbolo y de la expresión artística. Pero lo importante es señalar cómo en este amplísimo proceso ha ido quedando en nuestro cuerpo la historia de sus configuraciones y marcas. El tiempo evolutivo ha dejado en nosotros huellas indelebles que es necesario considerar antes de proyectar objetivos o ideales culturales o sociales. Y así cambiar un comportamiento social, una expresión cultural, supone asumir y modificar, abrir el horizonte de estas huellas biológicas que han quedado singularmente...

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