Aproximación a la historia del uniforme forense

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Es opinión generalizada entre las gentes del foro que la toga que visten tiene su origen en la toga romana. Sin duda, queda muy bien atribuirle a la prenda un antepasado tan ilustre. Pero nada tienen en común, salvo el nombre.

Los oradores, los abogados romanos no estaban obligados a vestir un traje especial durante su comparecencia ante los tribunales o magistrados, como lo están los de hoy. Lo acredita Marco Fabio Quintiliano, abogado y retórico del siglo I de nuestra era. "El orador -nos dice en sus Instituciones oratorias- no tiene vestidura alguna que sea exclusiva suya."1Lucían toga, pero la misma que los demás ciudadanos, con las variantes que el gusto o su estatus social determinaban.

La apariencia tampoco permite emparentar la de entonces y la de ahora. El museo arqueológico de Florencia guarda una estatua de los siglos II o I antes de Cristo que representa un orador, un abogado. La vestimenta del personaje coincide con la descripción proporcionada por Quintiliano. El retórico calagurritano recomendaba que la toga de los abogados llegase, en la parte de delante, hasta un poco por debajo de la rodilla, y, en la de atrás, hasta el medio de los jarretes.2Justo la altura que se observa en la citada escultura. Y qué decir del color. La toga romana era clara y la de hoy es negra. Nada hay, pues, que las relacione.

Durante la edad media, a los abogados tampoco se les exigió un vestido específico. En los siglos oscuros, tras la caída del imperio romano, el sistema procesal era muy rudimentario y prácticamente hacía innecesaria su presencia en los litigios. Fue con la aparición de las universidades a finales del siglo xI, cuando comenzaron a salir de ellas titulados en Derecho, que asesoraban a los jueces legos señalándoles la norma aplicable en cada caso.

En aquella época, los letrados, no sólo los abogados, sino de todos los que habían pasado por la universidad, vestían normal-mente traje talar de color oscuro, no necesariamente negro, que los identificaba como tales en la sociedad estamental y cerrada del momento. Los favorecidos por la fortuna vestirían ropas más elegantes. En cualquier caso, es de suponer que los letrados utilizaban, durante las ceremonias forenses, la misma indumentaria que en las demás situaciones de la vida ordinaria. Sólo su propio sentido del decoro y los usos sociales les aconsejarían cómo debían acicalarse en cada ocasión, sin que ninguna norma legal les exigiese un atuendo específico.

Aparición de la garnacha.

En el siglo XIII, se puso de moda entre las clases pudientes, la garnacha; un sobretodo "de forma muy particular -nos dice Carmen Bernis3-, suelto, amplio, caracterizado por el corte especialísimo de sus cortas mangas, que formaban cuerpo con el resto del vestido". Se confeccionaba en diversos colores y se forraba con pieles para la protección contra el frío. Era el equivalente a un abrigo o una gabardina de hoy. La evolución del gusto determinó que, en el siglo XV, la garnacha prácticamente hubiese desaparecido de los armarios roperos. Por entonces, ya sólo la usaban algunos nostálgicos, significativamente letrados, siempre conservadores.

El Renacimiento trajo nuevas costumbres. Los vestuarios se hicieron más variados, y los letrados, miembros, al fin y al cabo, de la nueva sociedad, comenzaron a abandonar las ropas que los habían caracterizado en los siglos pasados, con el consiguiente reproche de los moralistas. Éstos veían en el gesto, el olvido de la humildad, virtud inherente a las personas cultivadas intelectualmente. Francisco Villalobos, en 1537, afeaba la adhesión de los jóvenes abogados a las nuevas modas: "ciertamente en este piélago de abogar se ahogan muchos inconsultamente, y éntranse a nadar en él cuando son mozos nuevamente salidos del estudio, con la gran ansia que tienen de ser conoscidos por ser abogados y tener causas y traer mangas, jubones de raso carmesí y chapeos con borla pinjante sobre el collar".4

Nada permite pensar que los magistrados y los abogados de entonces asistiesen a los juicios con galas distintas de las que llevaban en cualquier otra ocasión. El tríptico "El juicio de San Lorenzo" pintado por Bartolomé Fernández a comienzos del siglo XVI y conservado en el museo catedralicio de León, representa al juez, sentado y con la vara de mando, y al letrado, el personaje situado junto a él en el estrado, ataviados con trajes de colores normales y variados.

El uniformismo forzoso llegó con Felipe II, quien impuso el negro para la etiqueta corte-sana; estilo que mantuvieron sus sucesores de la casa de Austria. Algunos retratos de aquellos reyes...

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