Una hipótesis germanista en los orígenes de Aragón

AutorLuis A. García Moreno
Páginas633-641

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Para con el profesor Tomás y Valiente -Pacotomás, para quienes le conocimos en Salamanca por intermedio de alguna «conexión valenciana»- personalmente tengo una deuda, que difícilmente podría saldar con unas cuantas líneas eruditas. Tomé un primer contacto con él en el año 1971, abriendo de par en par las puertas de su bien surtido seminario salmantino para quien trataba, como yo entonces, de iniciarse en temas de Derecho público visigodo. Amablemente Pacotomás me invitó a que leyera, por si me servía de mtroducción, sus breves, pero densas, notas que no hacía mucho había escrito para la traducción española del manual de J. Ellul1. Sin duda que me sirvieron, aunque menos que su amistad. Entre otras cosas esta última me posibilitó entrar en contacto con don Alfonso García Gallo; y que, sin duda por su intercesión, éste decidiera publicar con prontitud un amplio estudio mío sobre la «Administración del Reino Visigodo de Toledo» que había constituido en lo esencial la segunda parte de mi tesis de doctorado 2. Me aventuro a suponer que fue también la amistad de Pacotomás la que ayudó a que desde entonces don Alfonso me demostrara un aprecio que siempre consideré un honor.

Asociado, aunque extra ordinem, al prestigioso gremio de los historiadores del Derecho por intermedio de tales padrinos es natural que mostrara una clara tendencia romanista, máxime cuando ésta estaba más de moda y provenía yo del campo de la Filología Clásica y la Historia Antigua. Perfil romanista que niPage 634 siquiera en aquello años juveniles se me quitó con el descubrimiento, al menos para mí lo fue, de la Neue Lehre tudesca. Pero han pasado muchos años; y, si mis conocimientos no lo hacen tanto, mis cabellos ya blancos sí que brillan con el esplendor ostrogodo de los Ámalos. En definitiva, y simplificando, puede decirse que mi romanismo se ha ido contaminando de germanismo a la hora de historiar a los visigodos, cuando menos a sus nobles linajes3. Fruto de estas añosas inquietudes son las líneas que siguen, aunque desgraciadamente ya no podrán ser valoradas por Pacotomás como aquellas anteriores romanistas.

A primera vista podría parecer excesivo, sino descabellado, pensar que algún noble linaje de remotos orígenes góticos, muy anteriores a la entrada de los visigodos en la península ibérica, pueda haber sido fundamental elemento catalizador en el proceso de etnogenesis navarra y en el establecimiento de entidades políticas independientes en el área vascopirenaica tras la invasión agarena de principios del siglo VIII. Sin duda es muy posible que ambos procesos se hubieran ya iniciado con anterioridad, pero indudablemente se precipitaron con ocasión de la atenazadora y confluyente expansión de los poderes carolingio y marwaní, por el norte y el sur respectivamente.

Desde luego una cosa parece clara: la identidad vascona, basada entre otras cosas en una comunidad lingüística euskérica, no parece que jugara papel alguno en tales procesos de etnogenesis vascopirenaicas. Testimonio de ello sería el desentendimiento, cuando no recelo y franca hostilidad, entre el naciente Reino navarro y el Reino de Asturias, regido por una dinastía que tenía una parte de sus raíces en tierras de la actual Euskalherría, sobre la que ejercía su dominio 4; es más, vascones de Gascuña lucharían a favor de Ordoño I (850-860) contra los Banu Qasi y sus aliados vascones de García de Pamplona5. Otro testimonio sería el ofrecido por el último y fracasado intento carolingio por establecer la supremacía franca en Pamplona en el 824. La expedición franca estuvo comandada por los condes Eblo y Aznar (Galindo)6, y sus fuerzas debían componerse en buena medida de vascones de Gascuña. Pero su derrota en la llamada segundaPage 635 batalla de Roncesvalles fue a manos de los vascones navarros de Íñigo Arista con la ayuda de sus parientes muladíes, los Banu Qasi. Sin embargo el trato dado por los vencedores a los dos condes fue muy diferente. Mientras que Eblo era hecho cautivo y enviado como presente al emir de Córdoba, Aznar era puesto en libertad por su parentesco con Íñigo Arista7. La identidad de linaje importaba; la lingüística euskénca en absoluto. Pero ¿cuáles podían ser los orígenes étnicos de este Aznar Galindo, cuyo linaje iniciaría la construcción de una entidad políticamente soberana en los altos valles del Pirineo aragonés?

Referencias al linaje y a las relaciones de parentesco de este Aznar Galindo se encuentran en las llamadas «Genealogías de Roda». Éstas se denominan así por el nombre del códice en que se nos han trasmitido. Su redacción original se piensa que fue en Nájera, sede de la corte navarra, y hacia el 980-990. Se trata por tanto de una obra de inspiración y propaganda de la dinastía navarra del momento, la llamada Jimena o segunda dinastía de Navarra; de forma que su objetivo último habría sido el de explicar las relaciones familiares que unían a esta dinastía con sus predecesores de la primera, los Arista, y con la dinastía condal aragonesa fundada por Aznar Galindo8.

En dichas genealogías el antropónimo Galindo aparece de forma repetida en tres linajes, hasta el punto que pudiera considerarse como un auténtico «nombre de familia»: los de Galindo Belascotenes (§19), Aznar Galindo (§2), y Galindo Jiménez de Pinitano (§8). La familia de Galindo Belascotenes sólo aparece mencionada de pasada, para recordar que aquél era el padre de García el Malo, casado con una hija de Aznar Galindo; aunque algunos datos más tendríamos del personaje si le identificáramos con el Ibn Balaskut de las fuentes hispanoarábigas. En todo caso, se trataría de una familia poderosa, emparentada con la de Aznar Galindo pero rival de ésta por el control del primitivo condado aragonés 9.

El linaje de Aznar Galindo sería el mejor conocido, por constituir al final el origen de la histórica dinastía condal aragonesa. De procedencia también aragonesa 10, además de emparentar con la familia de Galindo Belascotenes lo haríaPage 636 con el linaje de Íñigo Arista11, que a principios del siglo IX se afianzó en el dominio de Pamplona, y con los aliados y parientes de este último, los muladíes Banu Qasi, que antes de la invasión islámica habían dominado en Olite y Ejea12. El tercer linaje, el de Galindo Jiménez, parece radicado en la zona de Sos del Rey Católico 13 y el vecino valle del rio Veral, si consideramos hijo14 de este Galindo Jiménez al Jimeno Galíndez de Berale de las Genealogías (§24).

Estos dos últimos linajes todavía mantenían como nombre de familia el antropónimo Galindo a mediados del siglo X, si consideramos descendientes suyos respectivamente a los dos barones Galindo Ysinari et Scemeno Galindonis iudicantes Aragone de un documento del 948 15. De esta forma podríamos hablar de unos linajes nobiliarios caracterizados por el antropónimo Galindo cuya esfera de poder a finales del siglo VIII se extendía por la porción occidental del Pirineo oscense, desde Boltaña hasta Sos. Tal vez descendieran todos ellos de un mismo tronco común de tiempos visigodos, al que perteneciera propiamente el nombre Galindo.

Ciertamente, los tres linajes Galindo de las «Genealogías de Roda» usan de antropónimos de tradición vasco-navarra: Velasco, García, Jimeno y Aznar16. Pero, a diferencia de los otros dos grandes linajes navarros de los Arista y Jimeno, con los que emparentarían, las diversas familias Galindo ofrecen también desde un principio muestras de una onomástica de tradición gótica. La mujer dePage 637 Aznar Belascotenes se llamaba Fakilo, nombre que reaparece testimoniado en Bigorra en los siglos IX y X17. Oria, hermana18 de Jimeno Galindonis de Beral y esposa de un...

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