Hacia una ciudadanía ecológica: posibilidades y necesidades
Autor | Javier Romero Muñoz |
Cargo | Facultad de Filosofía. Universidad de Salamanca. España |
La ciudadanía, como concepto, es la condición otorgada al ciudadano de ser miembro de una comunidad organizada. Si su función principal se remite a un proceso histórico, se puede hablar de una construcción constante de esa ciudadanía y, por ende, de un continuo proceso de perfeccionamiento y ampliación. Actualmente, bajo un doble factor, el concepto de ciudadanía precisa de nuevos engranajes para poder solucionar los diversos problemas que nos acontecen, especialmente el problema de la crisis ecológica, hoy ya indudable. Entre los factores podemos caracterizar, en un primer punto, la ampliación del espacio político que permite entender al ciudadano como un miembro pleno del Estado, de una unidad política; y, en segundo punto, el proceso económico-tecnológico-social y cultural de la globalización, que consiste primariamente en la progresiva interdependencia entre los distintos países del mundo.
Si bien la ciudadanía hoy no se puede concebir como se entendía en el pasado, hay que tener en cuenta los dos pilares básicos que sostienen la sociedad (Instituciones /Ciudadanos) para observar su necesaria complementariedad en su funcionamiento. Analizando solo el plano institucional, podemos ver cómo su insostenibilidad genera membranas de fragilidad si los ciudadanos no realizan una función activa en el campo socio-político, incrementando así la función participativa y la solidaridad del bien colectivo. Atendiendo a esto último, a la solidaridad del bien colectivo, el profesor Andrew Dobson propone un nuevo modelo de ciudadanía, ciudadanía ecológica
Nos hemos acostumbrado a pensar el concepto de ciudadanía bajo los derechos y los deberes de los individuos en un territorio político determinado, observa Dobson. Esto es, por lo menos se ha pensado en dos tipos de ciudadanía diferente: el liberalismo y el republicanismo cívico (un tercero sería el comunitarismo siguiendo la exposición de Félix Ovejero Lucas
Ante dichas exigencias, la diferenciación presentada por Dobson apuesta por una ciudadanía ecológica como modelo que intenta ir más allá de las ciudadanías tradicionales. Por ciudadanía ambiental entiende el "modo en que la relación entre la ciudadanía y el medio ambiente puede considerarse desde un punto de vista liberal"
Con posibles similitudes con la idea de cosmopolitismo, la ciudadanía ecológica maneja una nueva concepción del espacio político construido a través de las relaciones o actividades de los individuos con una determinada capacidad de extender e imponerse a sí mismos en espacios geográficos (y diacrónicos). En esta caracterización y siguiendo a Judith Lichtenberg, se distinguen los argumentos morales de los argumentos históricos. El primer argumento supone que un sujeto A debe ofrecer argumentos a un sujeto B no en un rol casual o relacional con él, sino solamente para aliviar la condición de B en este caso concreto. En cambio, los argumentos históricos precisan que la argumentación de un sujeto A hacia un sujeto B se lo debe por alguna acción, tarea o relación que ha ocurrido en el pasado. A esta última se la caracteriza como la obligación no del "buen samaritano" (que correspondería a la primera), sino del "buen ciudadano" que posee una obligación producida a raíz de las relaciones y actividades sociales de los individuos que, histórico-socialmente son cuerpos vivos en medio de otros cuerpos vivos, o seres dependientes y ecodependientes como señala Riechmann.
Aún sabiendo que la ciudadanía ecológica se encuentra más allá de las fronteras del Estado-nación, hay que tener en cuenta la consideración del espacio a la hora de las obligaciones ciudadanas. Ante ello, Dobson trae a colación el indicador del impacto ambiental que permite calcular sin problemas la demanda humana de los recursos existentes en los diversos ecosistemas del planeta en relación con la capacidad ecológica de los mismos a la hora de regenerase, favoreciendo así las comparaciones entre diferentes países: el concepto de huella ecológica. Teniendo en cuenta que cada organismo tiene un impacto determinado sobre la Tierra, todos dependemos de los productos energéticos de la naturaleza, tanto para el abastecimiento del organismo a través de materias primas como para la asimilación de nuestros desechos por parte del territorio natural. Por ello, la medición del impacto ecológico e hídrico
Para evitar el colapso social tal como señala Diamond con numerosos ejemplos (isla de Pascua, isla de Pitcairn, los Anasazi del Suroeste de EEUU, civilización maya…o la poca nombrada isla de Nauru cuya degradación viene a raíz de la extracción del fosfato para la agricultura industrializada) que respaldarían la tesis de la tragedia de los comunes de Hardin
Ahora bien, contra el egocentrismo de algunos modelos, la ciudadanía ecológica considera como virtud principal la justicia (aun manteniendo algunas virtudes de la ciudadanía liberal y ciudadanía republicana); pero una justicia que asegure plenamente la distribución justa del espacio ecológico. Por ello, si el desarrollo de la ciudadanía ha conseguido tres elementos imprescindibles para su fortalecimiento a lo largo de diferentes siglos como ha indicado Thomas H. Marshall: derecho civil (S.XVIII), derecho político (S.XIX) y derecho social (S.XX)
Sobre la ruptura que se pueda observar hacia posiciones clásicas ligadas al liberalismo (la teoría de John Rawls, por ejemplo), Dobson plantea un nuevo modelo de ciudadanía en un contexto ecológico donde se deben de tener en cuenta las implicaciones que las acciones privadas tienen sobre la esfera pública. El dato más significativo vendría, una vez más, de la huella ecológica per cápita como indicador del impacto que los individuos (esfera privada) y los grupos sociales (esfera pública) ejercen sobre la Biosfera que, recordemos, está compuesta por un 2,24% de agua dulce, 97% de agua salada, y 30% de tierra. Dichas implicaciones, o impactos sobre el medio ambiente, estarían representados en función de la producción y reproducción de las vidas de dichos individuos, las cuales, están ligadas a las dos esferas. Es decir, tomando como base de la explicación la reproducción del ser humano (sin entrar en la producción que realiza a lo largo de su vida), se observa cómo no solo estaría ligada a la esfera privada, sino que su relación tiene connotaciones sobre la esfera pública. Dichas observaciones no son enteramente nuevas, ya a finales del S.XVIII, un economista inglés, Thomas R. Malthus, analizó cómo el incremento de la población, en su época, había crecido más rápidamente que los recursos existentes, conduciendo hacia una progresiva pauperización de la población. Así por ejemplo, en el prefacio a la segunda edición de 1803, escribe lo siguiente: "…tuve que examinar cuáles han sido los efectos de este mismo principio (población) en el estado de la sociedad tal como existía realmente. Me pareció que en todo país podía en gran parte atribuirse a esta causa la miseria y las desgracias de las clases ínfimas del pueblo"
Observando el mismo concepto de ciudadanía que, como indicábamos en la introducción, sería la condición otorgada al ciudadano de ser miembro de una comunidad organizada, y teniendo como base su proceso histórico que nos permitía hablar de una construcción constante de esa ciudadanía en la conquista de algunos derechos fundamentales (civil-político-social), el giro realizado por Dobson, cuya base tiene en cuenta los problemas ecológicos, permite hablar de un nuevo proceso de conquista que tiene que ser llevado a cabo por la ciudadanía, esto es, el derecho ambiental. En el proceso de la conquista, la ciudadanía ecológica tiene que velar, desde su presente, sobre las condiciones de sostenibilidad ambiental hacia otros que aún no existen. Su consideración tiene como virtud principal la justicia que, aunque pueda parecer un término cuyo movimiento pueda relacionarse con medidas políticas o ligadas al ámbito del derecho, supone aquí una valorización de la toma de conciencia por parte de los ciudadanos, en su presente, hacia generaciones futuras que sobrepasan su horizonte temporal. Por ello, la proposición de ciudadanía ecológica de Dobson supone el intento de conquista hacia otro derecho, fortaleciendo aún más los lazos de los individuos no solo localmente, sino en términos planetarios y cosmopolitas.
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[1] DOBSON, A. Ciudadanía ecológica. Madrid: Revista Isegoria/32. 2005, pp.47-62.
[2] OVEJERO LUCAS, F. Tres ciudadanos y el bienestar. La Política: Revista de estudios sobre el estado y la sociedad, Nº 3. 1997, pp.101-104.
[3] Comisión Mundial del Medio Ambiente y del Desarrollo. Nuestro Futuro Común Harlem Brundtland. Madrid: Alianza Editorial. 1992.
[4] DOBSON, A. Op. Cit, pp. 47-48..
[5] RIECHMANN, J. Interdependientes y ecodependientes. Ensayos desde la ética ecológica (y hacia ella). Barcelona: Editorial Proteus. 2012, pp. 24.
[6] Aunque el término huella ecológica sea el más conocido, Hoekstra y otros han creado el término huella hídrica para calcular el gasto de agua virtual por unidad de producción que no entrarían en las mediciones del PIB. Para más información véase www.waterfootprint.org
[7] DIAMOND, J. M. Colapso: por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen. Barcelona: Editorial Debosilo, 2007, pp. 14.
[8] Íbid.
[9] HARDIN, G. La tragedia de los bienes comunes. En H. E. Daly (ed.), Economía, ecología y ética: ensayos hacia una economía en estado estacionario. México, Fondo de Cultura Económica, 1992, pp. 111-124. Hardin sostiene que la tragedia se presenta a la hora de observar cómo cada hombre, cerrado en un sistema que le impulsa a incrementar una apropiación común ilimitada (el ejemplo del incremento del ganado por parte de un pastor en una pradera común) en un mundo limitado, conllevará a la ruina o, en términos de Diamond, de colapso de los recursos comunes: la libertad de los recursos comunes resulta la ruina para todos, sostiene Hardin.
[10] SOSA, N. Ética ecológica. Madrid: Editorial Libertarias, 1994, pp. 91-92.
[11] La ecoética ayuda a repensar el concepto de daño a partir de John Stuart Mill: podemos hacer daño a otros seres humanos dañando la naturaleza; dañar a seres no humanos o dañar incluso a seres humanos en el futuro. Cfr. VELAYOS, C. Ética y cambio climático. Bilbao: Desclée De Brouwer, 2008, pp. 41.
[12] Véase al respecto: http://www.neweconomics.org/publications/entry/the-happy-planet-index-2-0
[13] MARSHALL, T.H. Ciudadanía y clase social. Madrid: Revista REIS 77/97, pp.297-344.
[14] MALTHUS, T.R. Ensayo sobre el principio de población. Madrid: Akal. 1990, pp. 49.