La guerra contra la inmigración y el daño social: las muertes en las aguas que protegen a la Europa Fortaleza

AutorSebastián Cabezas Chamorro
Páginas157-166

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Cuando las masas ebrias de felicidad echaron abajo el muro de Berlín, en 1989, parecía que se iniciaba una era de libertad sin fronteras: movilidad ilimitada, comercio libre, elecciones libres, libre desarrollo del individuo. Sin embargo, la realidad es que el triunfo global del capitalismo ha desencadenado la mayor ola de reforzamiento de las fronteras de nuestra historia.

MIKE DAVIS, El gran muro del capital

I Introducción

El 12 de octubre de 2012, la Unión Europea (UE) fue galardonada con el premio Nobel de la Paz por «más de seis décadas de contribución al progreso de la paz, la reconciliación, la democracia y los derechos humanos». En dicha oportunidad el Comité noruego del Premio señalaba que la UE se hacía acree-dora de dicha distinción por su papel estabilizador «que ha contribuido a transformar la mayor parte de Europa de un continente en guerra a un continente de la paz [...] el trabajo de la UE representa la fraternidad entre las naciones y se asemeja a los congresos de la paz a los que se refería Alfred Nobel en su testamento de 1895 como criterios para el premio Nobel de la paz».

Ese mismo día, en un comunicado de prensa los Estados miembros de la UE agradeciendo tal reconocimiento, se congratulaban por tan alta distinción señalando que «es un gran honor para UE recibir el premio Nobel de la Paz 2012. El Premio es el mayor reconocimiento posible a las motivaciones políticas más profundas que sustentan nuestra Unión: el esfuerzo sin precedentes, por parte de un número cada vez mayor de Estados de Europa, para superar la guerra y las divisiones y conformar entre todos un continente de paz y prosperidad. El galardón no se

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limita al proyecto y a las instituciones, sino que también honra a los 500 millones de ciudadanos que viven en la Unión».

Más allá de la retórica grandilocuente propia de estas célebres premiaciones, una mirada medianamente atenta, de inmediato podría descubrir la gran ironía detrás de este reconocimiento a la UE.

A todas luces, pareciera que el Comité Noruego para el Premio Nobel de la Paz, al momento de elegir al ganador, solo por citar un ejemplo, no tuvo —o no quiso tener— en consideración la guerra sucia que la UE ha librado, desde hace ya cuarenta años, en contra de millares de niños, adolescentes, mujeres y hombres inocentes, que han tomado la decisión de emigrar desde el sur al norte, arriesgándolo todo —incluso la propia vida— en busca de un futuro mejor. Pareciera también que el Comité al momento de tomar la decisión, tampoco quiso ver los nuevos campos de concentración que día a día construye la UE y que con mayor frecuencia se van esparciendo por toda Europa y el norte de África, ni a las personas que en condiciones infra humanas allí viven, ni mucho menos el estatus jurídico absolutamente irregular que permite encerrarlos en los lager del siglo XXI. Asimismo, el Comité pareciera haber cerrado los ojos frente a las miles de expulsiones de aquellos que se atrevieron a realizar la travesía por el Mediterráneo y frente a la discriminación racista que millares de extranjeros deben soportar en aquel continente de paz y prosperidad. Por último, sin lugar a dudas, solo una ceguera total podría haber impedido que el Comité para el Premio Nobel de la Paz observara las más de 18.000 muertes en el mar Mediterráneo, producto de la intensificación de las medidas de seguridad tendientes a detener los flujos migratorios provenientes principalmente desde África y Asia.

Aparentemente todas esas vidas desperdiciadas (Bauman 2008 [2004]), para la UE han sido sólo un costo de la operación total, un mal menor, una baja colateral... claro, la UE tenía que ser el continente de la paz y la prosperidad y alguien debía pagar por ello.

Dicho precio, como suele suceder en este tipo de situaciones, siempre lo termina pagando una gran masa de población humana seleccionada, excluida y muchas veces criminalizada, que es la que queda más expuesta a ser desechada, es decir, a ser considerada una baja colateral de la globalización, descoordinada, descontrolada e impulsada por lógicas del mercado. En relación al término «daño o baja colateral» Bauman señala que (2011 [2011], p. 12):

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Fue acuñado en tiempos recientes en el vocabulario de las fuerzas militares expedicionarias y difundido a su vez por los periodistas que informan sobre sus acciones, para denotar sus efectos no intencionales ni planeados —e imprevistos, como se suele decir erróneamente—, que no obstante son dañinos, lesivos y perjudiciales. Calificar de colaterales a ciertos efectos destructivos de la opera-ción militar sugiere que esos efectos no fueron tomados en cuenta cuando se planeó la operación y se ordenó que las tropas actuaran; o bien que se advirtió y ponderó la posibilidad que tuvieran lugar dichos efectos, pero, no obstante, se consideró que el riesgo valía la pena, dada la importancia del objetivo militar: y esta segunda opción es mucho más previsible (y mucho más probable) si se tiene en cuenta que quienes decidieron sobre las bondades del riesgo no eran los mismos que sufrirán las consecuencias.

Lo interesante en la...

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