Golpear el corazón del Estado

AutorVincenzo Ruggiero
Páginas189-213

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Cuando el pensamiento criminológico se revela incapaz de explicar las dinámicas y las motivaciones de la violencia política, un cambio de perspectiva puede proporcionar los instrumentos apropiados útiles al caso. Habíamos visto que los sociólogos de Chicago, tras haber descrito la violencia institucional, se dan cuenta de que frente a la acción violenta dirigida contra las instituciones son necesarias otras variables explicativas. Cambiando la perspectiva, apuntan el análisis hacia la acción colectiva. El debate sobre los sistemas de valores, el cambio social, la acción «observable» y los movimientos sociales salvarán a la sociología de la desviación del impasse, y la mezcla resultante se revelará verdaderamente providencial. El presente capítulo prueba a usar una mezcla semejante de instrumentos en el análisis de las Brigadas Rojas (BR), la principal organización armada, en términos de longevidad y cantidad de daño producido, entre los grupos operantes en Italia a partir de los primeros años setenta. Como se verá, algunas categorías derivadas de la sociología de la desviación serán afianzadas sobre nociones deducidas de la sociología de los movimientos sociales. En las páginas que siguen, mientras algunos conceptos criminológicos son aclarados y su validez confirmada, otros son sometidos a una profunda modificación y, a veces, a una completa refutación.

De la fábrica al Estado

Contrariamente a la opinión según la cual los grupos armados operantes en los años setenta en Italia están formados por

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estudiantes pertenecientes a las clases medias, el origen de las BR hay que buscarlo en aquellos grupos de estudio implantados en las fábricas milanesas como la Pirelli, la Alfa Romeo y la Siemens. Estos grupos incluyen obreros y empleados que en los últimos años sesenta adquieren un estatus legendario por la capacidad de permanecer independientes frente a los sindicatos oficiales, hasta el punto de declarar huelgas sin el apoyo, o contra la voluntad, de los representantes institucionales de los trabajadores (Moretti, 1994). Uno de los fundadores de la organización declara haber aprendido en aquellas fábricas «las reglas que hacen girar el mecanismo del capital» y haber conocido la «lucha de clases». «Provengo de allí. Y no es tan raro. Las BR proceden en gran parte de la fábrica» (ibíd.: 7).

Los grupos de estudio pronto son bautizados como «asambleas autónomas» y establecen el orden del día de las reuniones sindicales, deciden los puntos a discutir y los oradores, plantean cuestiones y, resumiendo, instruyen a aquellos que representan sobre estrategias de negociación con los empresarios. El debate, en suma, no es monopolizado por los profesionales de la contratación industrial, sino abierto a cualquiera: una forma de demo-cracia participativa que rápidamente se extiende a la universidad e incluso a las escuelas secundarias (Balestrini, Moroni, 1988). En la Pirelli el grupo de estudio evoluciona hacia un CUB (Comité Unitario de Base), mientras en la Alfa Romeo la red de activistas da vida a la Asamblea autónoma: ambas estructuras darán diversos miembros a las BR.

Los militantes de estos grupos autónomos se relacionan también socialmente y a veces comparten la vida cotidiana, comprometiéndose así en la discusión política más allá de los muros de la fábrica. Algunos viven en «comunas», lo que constituye un modo de practicar un mutuo apoyo económico, pero también de ofrecer un punto de referencia físico a otros activistas, junto a un ambiente protegido ante la inhóspita Milán; en algunos casos las comunas establecen relaciones con ocupantes de casas y con sus organizaciones formales o informales. Esta red constituida por grupos de fábrica y activistas sociales está en la base del Colectivo político metropolitano, que atrae también a estudiantes, enseñantes y jóvenes desocupados1y que se convierte en una

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estructura ejemplar de trabajo político, rápidamente replicada en otros lugares de Italia, donde el saber y el trabajo son considerados espacios complementarios de la lucha (Curcio, 1993).

Las primeras discusiones en torno al uso de la violencia tienen lugar tras los episodios en los que el Estado se muestra particularmente inclinado a usar la violencia para limitar el disenso político (Balzerani, 1998). La bomba que explota en la plaza de la Fontana, de Milán, en 1969, supone uno de estos episodios, y la responsabilidad por el atentado es atribuida a grupos «desviados» pero internos a los servicios secretos estatales y a sus cómplices entre las organizaciones neofascistas. «De lo que estábamos seguros entonces era de que el Estado trataba de destruir con la violencia todo cuanto nosotros estábamos creando»;2la violencia antiinstitucional es percibida como instrumento de resistencia y, simultáneamente, de apoyo a la ofensiva. No se elabora, al mismo tiempo, una teoría sofisticada de la lucha armada ni de la guerrilla urbana ni se trata de identificar el mode-lo organizativo más idóneo para este tipo de lucha. Sin embargo, las exigencias organizativas son inmediatamente advertidas, en cuanto las modalidades violentas asumidas por el conflicto parecen requerirlo. El conflicto violento, a su vez, es visto como un dato constante en la historia de la lucha de clases en Italia (Morucci, 2004).

Teníamos una gran fuerza en la fábrica, se sucedían por todas partes las formas más radicales de crítica a la organización del trabajo, la insubordinación era cotidiana, se inventaban agrupaciones que duraban, es verdad, el espacio de una mañana, pero en las cuales los obreros se movían con una libertad que jamás habían tenido [...] Y en aquel punto comienza una reestructuración que tiene efectos devastadores. Lo barre todo. La empresa cierra las secciones más combativas, licencia la vanguardia, cambia las condiciones de la producción de tal modo que desmonta la capacidad de oponerse, hasta hacerla desaparecer [...] La Pirelli es segmentada e integrada en el mercado mundial, y por primera vez se hacen llegar los componentes desde los establecimientos en España, anulando los efectos del bloqueo total que los obreros habían aplicado a la Bicocca mientras tanto [...] Nos cortaban literalmente de raíz el terreno sobre el cual incidir. En

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la lucha contra la empresa, en combate tradicional, nos encontramos fuera de juego. Decidimos la lucha armada para conservar una capacidad efectiva de combate [Moretti, 1994: 19-20].

La primera célula de las BR se forma en la Pirelli de Milán, donde el proceso de reestructuración está más avanzado y los obreros más politizados que en otros lugares; seguirá la Siemens, de la cual se dirá que produce teléfonos y brigadistas en igual medida. En un determinado período de los primeros años setenta, en esta fábrica las BR tienen un centenar de afiliados; los militantes no actúan clandestinamente y están convencidos de que su radicalismo refleja las necesidades igualmente radicales que emergen en cada sector de la sociedad.

En cada fábrica, los miembros de las BR dirigen lo que se define como contrainformación, realizada a partir de análisis y decisiones de los procesos productivos y de las medidas de control en función. Identifican jefes particularmente autoritarios, dirigentes demasiado solícitos o políticamente de derechas y consultores externos sin escrúpulos. Son identificados los instigadores políticos y los cerebros técnicos de la reestructuración industrial, junto a aquellos que se muestran hostiles ante las luchas de los representantes sindicales, y algunos de ellos se convierten en «objetivos», o al menos los hacen cosa suya. Durante un largo período las BR se limitan a quemar automóviles para denunciar a sus propietarios como enemigos de clase y para hacer ver a los otros obreros su presencia en la fábrica. Estos ataques iniciales a escala limitada permiten el arraigo de la organización entre los trabajadores políticamente más activos. En 1975, en el transcurso de la misma noche, son incendiados los auto-móviles de otros diez jefes de sección empleados en diversas fábricas milanesas: es la que será llamada la «noche de los fuegos», destinada, por otro lado, a permanecer en el imaginario político de los futuros activistas y de los grupos de la izquierda militante.

Comienzan luego los primeros secuestros, principalmente de dirigentes empresariales que son fotografiados sobre el fondo de una bandera roja y luego puestos en libertad: las fotos, publicadas por los diarios y mostradas en televisión, van acompañadas por el eslogan «Golpear a uno para educar a cien». Alguno afirma que, después de semejantes acciones demos-

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trativas, en las fábricas se respira una atmósfera de mayor libertad.

Nos movíamos en un escenario parcial, radical y parcial. No nos interesaba hacer grandes previsiones, si no tenerlas, dar una respuesta a la inmediatez de las demandas. Éste fue siempre un sentimiento de urgencia en lo que hacíamos. Y esto, paradójicamente, en la convicción de que la partida sería jugada durante un largo período, de que no estábamos haciendo otra cosa que poner alguna semilla, echar alguna base para nuestra revolución. No hay en los inicios de las BR algo que se asemeje a una estrategia [ibíd.: 37].

La violencia, por consiguiente, no tenía intención de prefigurar o preparar la insurrección; las BR se consideran un núcleo activo interno al proceso revolucionario y la revolución tomará su propio curso, más allá de su voluntad o aptitud para capita-nearla. La violencia expresa un extremo concentrado de la acción política, es el resultado natural de la fuerza del movimiento, de sus poderosas necesidades y de sus aspiraciones. Por otro lado, la violencia popular es también una respuesta a la violencia del Estado, esta última interpretada como anticipadora de...

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