La glocalización de la (in)seguridad

AutorJaume Curbet
Páginas69-92

Page 69

En resumen

1. Globalización

Europa, en el transcurso del último cuarto del siglo xx, se ha convertido en un escenario idóneo para rastrear los ejes principales de transfotmación del control social de la violencia en un mundo marcado por el desarrollo intensivo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, así como por una extraordinaria expansión de una nueva modalidad de capitalismo global.

¿Por qué Europa? La Europa de los últimos veinticinco años ya no es, tan sólo -como sí lo fue hasta el final de la Segunda Guerra Mundial-, el suelo compartido por una yuxtaposición trágica de viejos Estados-nación. Si bien, por una parte, se resiste a desaparecer el horror fraticida en los Balcanes, por la otra, el proceso de construcción de la Unión Europea (VE) -al ritmo a veces exasperante de la burocracia de Bruselas- sigue sorteando los obstáculos a la plena integración.

Como es sabido, esta etapa decisiva del proceso de integración europea coincide con el desplome del sistema comunista en los países de la Unión Soviética y de la Europa oriental, así como con la consiguiente caída del Muro de Berlín. De esta forma, uno de los elementos cruciales para la constitución de la VE, la implantación de la libre circulación de personas y mercancías entre los Estados miembros, habrá de verse sustancialmente alterado por el impacto provocado por la sorpresiva eliminación del Telón de Acero que, durante décadas, había separado a los países europeos.

A su vez, el desmembramiento de las repúblicas que integraban la Unión Soviética juntamente con la transición precipitada del comunismo al capitalismo facilitaron la práctica desaparición de los mecanismos públicos de control de la economía y, por consiguiente, la aparición de una economía criminal basada en la

Page 70

depredación masiva e impune de los recursos energéticos, las industrias rentables, los bienes del Estado e incluso el armamento convencional, químico y nuclear por parte de redes flexibles de crimen organizado establecidas mediante acuerdos de colaboración entre las antiguas y las nuevas mafias rusas y la mafia siciliana y los cárteles de Colombia principalmente (Castells, 1998).

Esta eclosión del crimen organizado en los países de la antigua Unión Soviética, a partir del final de la década de los ochenta, no puede considerarse, bajo ningún concepto, como un fenómeno localizado. Bien al contrario, forma parte indisociable e incluso principal de un proceso de alcance mundial, por el que las tradicionales mafias locales, sin perder sus raíces, aprovechan las facilidades aportadas por la globalización económica y de las comunicaciones para establecer una extensa y eficaz red de acuerdos de colaboración entre todas ellas, que les permitirá dar un salto exponencial tanto en lo que se refiere al ámbito y al volumen de sus actividades criminales como, especialmente, al rendimiento que de ellas venían obteniendo.

A principios de los noventa -aunque el proceso de internacionalización de las principales mafias locales se había iniciado, en paralelo al de las grandes empresas, entre las décadas de los 50 y de los 70 (Maillard)-, puede hablarse ya con propiedad de la existencia de lo que Castells denominaría Crimen Organizado Global. Esta novedosa configuración en red permite a las mafias tradicionales, más que una simple adaptación, convertirse en uno de los actores destacados en el proceso de creación del nuevo orden mundial. Fruto de esta visión estratégica, los principales mercados criminales mundiales -particularmente los de drogas, armas y seres humanos- experimentan un crecimiento desconocido hasta entonces. De tal forma que, a mediados de los años noventa, las estimaciones más prudentes situaban el total de los ingresos generados por el conjunto de los mercados criminales gestionados por el Crimen Organizado Global -lo que vendría a ser el producto criminal bruto- en una cantidad no inferior a los 800.000 millones de dólares anuales, es decir el equivalente al15 % del total del comercio mun-dial (Maillard).

En este nuevo escenario global, la colosal capacidad de mediatización de la economía y la política mostrada por las redes flexibles del crimen guarda un escaso parecido con los tópicos, aún firmemente asentados en el imaginario social, acerca de la antigua mafia y sus instrumentos más característicos: la coacción, la corrupción o el blanqueo de dinero. Porque ya no se trata, al hablar hoy de blanqueo de dinero, del resultado de la ampliación gradual de la cadena de lavanderías utilizada inicialmente por la mafia de Chicago, en los años treinta, para reintroducir en la economía legal (lavar) el dinero (sucio) procedente de sus negocios ilegales. Actualmente, el equivalente al antiguo blanqueo de dinero, constituye un complejísimo proceso financiero de legitimación de activos que mueve centenares de miles de millones de dólares en los mercados financieros mundiales con la

Page 71

inmediatez y el anonimato que permiten las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, mediante las ingenierías más sofisticadas, diseñadas por los abogados y los economistas más prestigiosos, a través de reconocidas instituciones de crédito y de inversión y recurriendo a los mismos paraísos bancarios y fiscales (Estados Unidos y Europa están a la cabeza de la mayoría de estas creaciones; el auge de las cuales data de finales de los setenta) a los que acuden los defraudadores de las haciendas públicas de todo el mundo así como los recaudadores de fondos ilegales de cualquier tipo y procedencia.

Un fenómeno de estas características y magnitud no parece que pueda pasar fácilmente desapercibido, encubierto bajo la consideración de efecto colateral, o bien como una simple anomalía que, eso sí, deberá ser (y por consiguiente lo será tarde o temprano) subsanada por el propio sistema económico globalizado. La comprensible ausencia de datos empíricos fiables en un ámbito que sigue regido drásticamente por la "ley del silencio" no parece razón suficiente para cerrar en falso algunas preguntas no menos razonables que inquietantes: ¿en qué medida la concentración de un poder financiero desmedido en las manos de mafias de base nacional puede estar condicionando gravemente el margen de maniobra de las políticas económicas de países como México, Colombia, Venezuela o Turquía, pero también de Austria, Italia, Rusia o Japón? O bien, ¿cuál puede ser la incidencia económica y social de la entrada de enormes flujos de dinero procedente de la economía criminal en el sector inmobiliario de algunos países europeos? Y, aún más, ¿hasta qué punto, la enorme masa de dinero procedente de las actividades del Crimen Organizado podría estar contribuyendo a la deriva especulativa de un sistema financiero global orientado, casi exclusivamente, a la maximización -socialmente irresponsable- de beneficios privados a corto plazo?

Lo cual nos lleva, desdichadamente, a un nuevo interrogante: ¿dónde se hallan los límites a la expansión metastásica, en las esferas de la economía y de la política, de este descomunal poder surgido de la sombra de la globalización? Porque, si bien resulta cada día más difícil distinguir, con la requerida nitidez, la economía legal de la criminal, tampoco es más fácil medir el nivel de interferencia del Crimen Organizado Global en los ámbitos críticos de la gobernabilidad de no pocos Estados. Huelga decir que, así como en el caso del blanqueo de dinero, también en el de otros instrumentos tradicionales de las mafias como lo son la coacción y la corrupción, nos hallamos ante un auténtico cambio de escala. Aunque sin renunciar a los viejos procedimientos artesanales de coacción o corrupción puntual de unos funcionarios determinados, la nueva mafia global desarrolla sistemas industriales que le permiten "adquirir" organismos públicos al completo (algún cuerpo policial en México, pongamos por caso) y, en última instancia, implementa estrategias informacionales de injerencia en los procesos de formación de opinión pública (a través de la penetración en la propiedad de medios de comunicación) así como en la gobernabilidad (especialmente median-

Page 72

te la extensión, manifiesta en algunos países europeos durante la última década, de la "política del escándalo").

Nada parece indicar, pues, que nos hallemos simplemente ante un efecto indeseado, colateral, del comúnmente conocido como proceso de globalización. Sin embargo, no deberíamos menospreciar nuestra enraizada tendencia a contemplar los fenómenos criminales desde esta perspectiva. Efectivamente, considerar el Crimen Organizado Global como una excrecencia del progreso supone, inevitablemente, reducir el fenómeno a uno más de aquellos males que, aunque producidos socialmente, deberían ser extirpados sin mayores contemplaciones. Pero, ¿cómo practicar una cirugía limpia que permita acabar con un mal tan extendido sin, a su vez, dañar irreparablemente el cuerpo en el cual se ha desarrollado?

Parece evidente que, desde esta peculiar visión, un tanto simplista y maniquea, resulta harto diñcil apreciar las interrelaciones de todo orden que vinculan, de forma inquietante, al Crimen Organizado Global con la formación del mundo contemporáneo; y, por consiguiente, la debilidad del diagnóstico reduce enormemente la eventual eficacia de la terapia propuesta. Otra cosa sería, claro está, si pudiéramos, como propone Maillard, dejar de imaginarnos el crimen como un virus que ataca un cuerpo sano. Entonces, quizás nos fuera posible indagar, con más lucidez que...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR