Globalización y relaciones laborales

AutorFaustino Cavas Martínez
CargoCatedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social. Universidad de Murcia
Páginas202-209

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A nadie se le escapa que vivimos en un mundo globalizado. La globalización lo invade todo, es un fenómeno polivalente, aunque fundamentalmente económico –que en realidad no es tan nuevo1- caracterizado por la supresión de obstáculos que, tradicionalmente, habían venido constriñendo la circulación transnacional del capital; pero es algo más, porque también asistimos a una globalización de la cultura, sobre todo del área anglosajona, que más bien supone una pérdida de identidad cultural por parte de muchas comunidades; a una globalización ideológica que apunta a la conformación de pensamiento único, pero que llega mucho más allá, porque también se han globalizado el terrorismo, la violencia, el tráfico de órganos y de seres humanos, los conflictos armados, etc.

Pero, más allá de sus diversos aspectos y manifestaciones -cuya variedad la convierten en un fenómeno complejo, multifacético y dinámico-, la globalización puede ser reducida, en su más íntima esencia, a la expansión y profundización de la economía capitalista y de sus postulados teóricos, tales como la libre competencia, el mercado de libre cambio, el incremento de exportaciones, etc. La caducidad del mundo bipolar que había caracterizado a la mayor parte del siglo XX, aceleró e intensificó aquella expansión, a la vez que entronizó, sobre todo en el terreno económico, el pensamiento único o hegemónico: el neoconservadurismo, neoclasicismo o neoliberalismo, originario de los años 30 y 40, ahora es desempolvado e instalado como verdad revelada, probablemente porque ya no parece tan necesario mitigar los aspectos más inequitativos del capitalismo.

Primero nos llegó el rostro amable de la globalización, la que tenía que ver con la apertura de mercados, pero también con la apertura al exterior de culturas antaño cerradas en sí mismas, con la difusión de valores ligados a la democracia; con la incorporación de la mujer al trabajo; con el acceso generalizado a la información, con la difusión y la aplicación del conocimiento a escala planetaria gracias a las telecomunicaciones, la comunicación por satélite,Page 204 internet, la cibernética; la que tenía que ver con un cierto cosmopolitismo que parecía inherente al desmantelamiento de identidades rígidas, de estructuras y fracturas sociales de perfiles nítidos; la que dice de la relativización de la autoridad y la emergencia de nuevos sujetos individuales y colectivos. Pero poco a poco pudimos ver un rostro distinto de la globalización, pues junto al rostro humano hemos visto también su rostro perverso, que no es otro que el de la globalización de la pura economía, del puro mercado, del individualismo y de la competencia más feroz, del todo vale con tal de engrosar la cuenta de beneficios, del abandono de los intereses comunes y la persecución irrefrenable de intereses privados de moralidad dudosa; un rostro perverso que nos habla de la ausencia de derechos, de la incapacidad de los Estados-nación para determinarlos, para hacerlos valer y cumplir, de la explotación laboral de millones de niños que realizan jornadas agotadoras de 12, 13 y 14 horas, a cambio de un plato de comida o de un salario que puede llegar a estar hasta 10 veces por debajo del que cobran los adultos, que tampoco es una maravilla; nos habla de la sobreexplotación de los recursos naturales, deterioro del medio ambiente, la aniquilación de comunidades indígenas en la selva amazónica por las empresas madereras.

Las principales armas de esta imparable proceso globalizador son la microelectrónica, la aplicación del conocimiento al conocimiento mismo y la cybercultura. Los actuales cambios tecnológicos presentan un rostro distinto al de siglos pasados. Su influencia no sólo consiste en incidir en las formas de producir los bienes de consumo masivo y redefinir los modelos organizacionales empresariales para la competitividad en el mercado, sino en trastocar el comportamiento de los individuos, sus relaciones de trabajo y el mundo laboral en su conjunto. El nuevo modelo globalizador impacta de manera directa la generación del conocimiento, el proceso educativo, los procesos productivos de mercancía, el comercio, los servicios, y las relaciones económicas internacionales. La nueva racionalidad en la acumulación de capital –aplicación del conocimiento a aparatos de generación de conocimiento- ha modificado radicalmente las condiciones en las cuales se ejecuta la actividad laboral y los perfiles de la demanda de mano de obra, tanto en los países desarrollados como en los que están en vías de desarrollo. Es decir, ha ampliado el armazón de la frontera de producción y ha creado nuevas formas de relaciones intersubjetivas a nivel mundial.

En este nuevo contexto, los Gobiernos nacionales, con entusiasmo, con resignación, conservadores y progresistas, no sólo no han frenado la liberalización de los mercados, sino que han puesto las bases necesarias para ello. Prácticamente todos los países han abierto sus economías nacionales, han desmontado en algún grado barreras y regulaciones y han ampliado el margen de ejercicio de la libertad de empresa para favorecer la entrada de capital extranjero en sus sistemas económico-financieros. Los Estados no sólo pierden capacidad de decisión, además conforman su actuación a los intereses del capital internacionalizado, convirtiéndose en agentes principales que preparan y mantienen sus sociedades para potenciar los intereses de las grandes empresas multinacionales en su territorio2.

El Estado...

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