De la geografía a la historia

AutorModesto Barcia Lago
Páginas21-27

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Cual la generación de las hojas, así la de los hombres. Esparce el viento las hojas por el suelo, y la selva, reverdeciendo, produce otras al llegar la primavera: de igual suerte, una generación humana nace y otra perece1.

Tal vez no pueda expresarse con mayor exactitud y simplicidad la dialéctica de la historicidad de la existencia humana, que en el modo cómo aparece ya en esta serena respuesta que el valeroso Glauco, caudillo de los licios que combatían en el bando de los troyanos, diera al presuntuoso Diomedes Tidida, cuando éste, admirado y sorprendido por la temeraria osadía de aquel desconocido guerrero, que lo retaba al enfrentamiento sin temblar ante su bien ganada fama furiosa, lo interrogó por su ascendencia. Sobre el fondo de incitantes disquisiciones de carácter filológico, alimentadas en el fértil humus de la filosofía, destaca el eminente helenista Bruno SNELL el significado general de esta comparación homérica, en la que "la desaparición de los hombres y las hojas no es una actividad, sino un proceso vital, forma parte del crecimiento y decadencia que engloba no sólo a hombres y animales, sino también a las plantas"2, y cuyo exacto alcance solamente se habría puesto de manifiesto a partir de su consideración en la poesía de Mimnermo y de Semónides3.

Esta comparación poética resulta pertinente para nuestro tema, porque el escenario de la Historia se nos aparece confi gurado como un conjunto de espacios, más o menos defi nidos y articulados por rutas de comunicación, que enmarcan y Page 22 canalizan, por así decirlo, los esfuerzos colectivos de los grupos humanos que protagonizan los procesos históricos. Por eso es en relación con esos espacios como se explican, en una primera aproximación, las pulsiones comunitarias básicas, instintivas, de supervivencia, afirmación, y eventual expansión, que subtienden la dialéctica histórica de los pueblos, en la muy hegeliana "astucia de la razón".

En este sentido, como subraya el autor portugués J. Manuel GARCÍA, "a Geografia é uma das ciências que mais directamente se relaciona com a História, é por isso que, no estudo desta, a devemos ter sempre em conta. Certas situaçôes conjunturais dos homems que constroem o seu porvir, só se dimensionam em termos correctos, desde que inscritas na percepçâo do espaço em que esses mesmos homems actuam"4. Nada tiene, pues, de extraño que en la base de la refl exión sobre las relaciones políticas esté, como aduce Philippe MOUREAU DEFARGES, "a compreensâo dos mecanismos fundamentais pelos quais os homems forjan uma consciência do espaço", en una dialéctica compleja que incluye la dimensión temporal, ya que "o homem é um ser no espaço e no tempo"5. De ahí que pudiera escribir Jules MICHELET, con notable hipérbole, en su "História de França", según la referencia didáctica que recogemos de MOREAU, que "a história é antes de mais geografi a"; pero, desde la convición de que la geografía es una "ciencia inacabada", BRAUDEL, consciente del impacto producido por el encuentro de los espacios con las sociedades en el tiempo, aboga por un concepto de "geohistoria", diciendo que "la geohistoria es justamente la historia que el medio le impone a los hombres a través de sus constantes, el caso más frecuente, o mediante sus ligeras variaciones, cuando éstas llegan a entrañar consecuencias humanas", en una interacción que, por tal razón, permite entender los dos sentidos de este enfoque braudeliano, de manera que "la geohistoria es el estudio de un doble vínculo, de la naturaleza con el hombre y del hombre con la naturaleza", y, en definitiva, "en todo estudio sobre el pasado, en todo problema actual, siempre encontraremos en la base, exigente, constante, luminosa también para quien realmente quiera observarla, esta zona que hemos designado con la palabra no del todo buena de geohistoria"6.

Fue así que en el desenvolvimento de la ciencia geográfica, por obra del sueco Rudolf KJELLÉN, hubo de crearse el neologismo de "geopolítica" para designar una disciplina intelectual autónoma, necesaria para entender la política, definiéndola cómo "a ciência do estado enquanto organismo geográfico, tal qual Page 23 ele se manifesta no espaço"; lo que ya Friedrich RATZEL designaba cómo "biogeografia", concibiendo "o estado como forma de extensâo da vida sobre a superficie terrestre"7, mientras que HAUSHOFER y otros definían la neociencia de la geopolítica cómo "la doctrina que postula que los procesos políticos dependen de la ubicación geográfi ca. Está basada en la geografía, especialmente la geografía política, como doctrina de la organización y estructuración política del espacio". La pertinencia de la geografía para la explicación de los acontecimientos políticos en la escala histórica viene dada por lo que ya la vieja fórmula del "realismo" napoleónico había destacado, y claramente expuso en los años treinta del pasado siglo el tratadista americano, de origen holandés, Nicholas SPYKMAN, "la geografía es el factor condicionante más fundamental en el planteamiento de una política (exterior) nacional porque es el más permanente"8; vendría a ser algo así como la placa-base de los modernos ordenadores. Sin perjuicio, claro está, de que el avance tecnológico y cultural, así como el político, cambia los parámetros de ese condicionamiento geográfi co. En resumen, como desde su propuesta revisora, y constantando el renacimiento actual de la palabra, señala AGNEW, "el término geopolítica se ha usado mucho tiempo para...

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