El género en el mercado de trabajo

AutorPablo Gimeno Díaz De Atauri
CargoProfesor de Derecho del Trabajo y la Seguridad Social Universidad Carlos III de Madrid
Páginas195-227
Revista Derecho Social y Empresa nº 4, Diciembre 2015
ISSN: 2341-135X págs.195-227
EL GÉNERO EN EL MERCADO DE TRABAJO
PABLO GIMENO DÍAZ DE ATAURI
Profesor de Derecho del Trabajo y la Seguridad Social
Universidad Carlos III de Madrid
1. INTRODUCCIÓN
La integración de la mujer al mercado de trabajo es un fenómeno que ha
modificado la sociedad española en las últimas décadas, tanto desde perspectivas
sociológicas como económicas. Ello necesariamente ha de tener reflejo en las relaciones
laborales, no tanto por que pueda existir o dejar de existir una diferente forma de
actuar estrictamente femenina –valoración que sería ciertamente discutible– como por
el hecho de que todas las funciones que venían desarrollándose en el ámbito de las
relaciones familiares ahora tienen que ser, o bien compartidas por hombres y mujeres,
o bien asumidas por terceros. En el primer caso, las necesidades familiares entrarán de
forma determinante en el desarrollo de las relaciones de trabajo; en el segundo, se
producirá un crecimiento de la importancia del empleo al servicio del hogar familiar
que responderá a una lógica ciertamente distinta de la «estándar». El Estatuto de los
trabajadores y demás normativa laboral general está redactada bajo la hipótesis
implícita de un empresario dedicado a actividades productivas, en las que el genera un
bien o servicio que tiene que colocar en el mercado.
Además, en una actividad social –el trabajo– históricamente copada por hombres,
la incorporación de la mujer puede producir situaciones de tratamiento diferenciado –
cuando no directamente discriminatorio– que también merecen una atención.
Antes de entrar en el análisis de estas cuestiones, es preciso cuantificar la
evolución general de la mujer, en cuanto que trabajadora en nuestro mercado de
trabajo, para poder entender la magnitud de lo que aquí se trata.
En una perspectiva Europea, la evolución del mercado español es claramente
atípica y, a diferencia de otras ocasiones, esta vez para bien. Como muestra el Gráfico
1, España partía de una tasa de actividad femenina baja en términos relativos en el año
1998 –donde comienza la serie ofrecida por la oficina estadística de la Comisión
Europea– en niveles similares a los de Polonia y lejos de las grandes potencias de la
Unión. Algo menos de tres décadas después este indicador ya supera la media
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comunitaria y está en niveles semejantes a Reino Unido, Francia o Alemania. Si bien
es cierto que, en general, la tasa de actividad de las mujeres ha aumentado en toda
Europa, el avance de España es particularmente espectacular. Sin extender más la
exposición en este punto, baste decir que ha pasado de ser el vigésimo quinto país por
esta variable a estar en la decimotercera posición. De esta forma, es la economía que
más puestos ha avanzado en este tiempo en esta clasificación.
Gráfico 1: Tasa de actividad femenina (15-64 años)
FUENTE: ELABORACIÓN PROPIA A PARTIR DE DATOS DE EUROSTAT
Si se centra el foco en España y se mira algos ats, el cambio esns
espectacular. Las estadísticas de la Encuesta de Población Activa se extienden, con
algunas limitaciones, casi hasta mediados de los años setenta. Desde entonces, al
margen de la inserción de la mujer en el mercado de trabajo, se han producido
múltiples cambios sociológicos y demográficos que pueden generar problemas para
realizar comparaciones relevantes. Así, aspectos como la esperanza de vida –ha
aumentado en casi 10 años en las últimas cuatro décadas– o la mayor extensión de los
estudios superiores – habiéndolos cursado un 40,8% de quienes en 2015 tienen entre
25 y 35, frente al 18,5 % de los nacidos entre 1945 y 1954– hacen que haya algunas
distorsiones. Por ello, resulta de interés tomar el grupo de edad entre 25 y 54 años, de
tal modo que los jóvenes que pretenden desarrollar una carrera profesional
mayoritariamente se han incorporado a la población activa y las personas de más edad
no han comenzado a sufrir la expulsión del mercado de trabajo.
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Con esas apreciaciones, los resultados desde la perspectiva de género son
francamente espectaculares, tal y como muestra el Gráfico 2. Al inicio de la serie
temporal (1976) sólo un 29% de las mujeres en este grupo de edad trabajaban, frente a
la práctica totalidad de los hombres (un 96%). En estas casi cuatro décadas (1976-
2015) la situación ha cambiado radicalmente, pues hoy son ya ocho de cada diez las
mujeres entre 25 y 54 años que forman parte de la población activa, y la diferencia con
los hombres se ha reducido desde los sesenta y seis puntos porcentuales iniciales a poco
más de diez.
Gráfico 2: Tasa de actividad por sexos, España 1976-2015
FUENTE: ELABORACIÓN PROPIA A PARTIR DE DATOS DE LA ENCUESTA DE POBLACIÓN ACTIVA
Es cierto, no obstante, que el avance se ha detenido en la última fase de la actual
crisis económica, y la reducción de esta «brecha de actividad» deja de avanzar. Así, en

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