El proyecto Futuros: una perspectiva desde el punto de vista del Director del IPTS

AutorJean-Marie Cadiou
CargoDirector del IPTS

Los próximos diez años pueden muy bien llegar a ser los de cambios más rápidos en la historia de Europa en tiempo de paz. Las tecnologías de la información y la comunicación avanzan a paso feroz. Junto con los descubrimientos decisivos en el campo de las Ciencias de la Vida, estas tecnologías están transformando nuestra forma de vida y de trabajo, a la vez que la moneda única, la ampliación de la Unión Europea, los cambios demográficos, el interés por el desarrollo sostenible y el más amplio contexto de la globalización están transformando nuestra economía. Cada uno de estos "cambios de rumbo" constituye en sí mismo un reto. El hecho de que vayan a producirse simultáneamente en los próximos diez años y de que interaccionen fuertemente unos con otros supone incluso un reto mayor para la mayoría de las políticas y, en particular, para las políticas relativas a tecnología, competitividad y empleo.

Muchas nuevas oportunidades de crecimiento y satisfacción de las necesidades humanas derivarán de los avances que van a transformar la frontera tecnológica, especialmente en las áreas de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y las biotecnologías. Pero los motores tecnológicos clave también traerán cambios. En primer lugar, estas tecnologías conducen a la globalización. Surgen cuestiones que requieren un tratamiento por parte de todos los países (por ejemplo, la privacidad y seguridad del comercio electrónico y la política alimentaria en lo relativo a los organismos modificados genéticamente, OMG). En segundo lugar, las empresas líderes son multinacionales. Sus tecnologías y la orientación internacional de sus acciones están transformando las reglas del juego de la competitividad: se abren nuevos mercados, se realizan adquisiciones estratégicas y se forman alianzas. La velocidad del cambio aporta una mayor incertidumbre. En tercer lugar, las personas y las empresas necesitarán nueva formación y especialización para utilizar y trabajar con estas nuevas tecnologías de forma eficiente.

Pero Europa no es un personaje pasivo en la ola de las nuevas tecnologías y la globalización. Algunos de los cambios más drásticos que están pendientes de producirse en los próximos diez años lo están por decisión de Europa. El Mercado Único será totalmente operativo -y constituirá el mayor grupo de consumidores del mundo. El euro entrará en circulación -y contribuirá a consolidar la realidad del espacio económico único de Europa. El número de países de la Unión Europea aumentará, ampliando su escala y fortaleciendo sus lazos económicos y sociales con los países vecinos, para formar el polo económico clave de la economía mundial. Europa tiene claramente el potencial de convertirse en un protagonista de la escena mundial.

A la vez, la evolución de la propia sociedad europea no será en absoluto lenta. Quizá la clave fundamental de las tendencias sociales es el envejecimiento de la población europea. Esto es especialmente significativo en un momento de revolución tecnológica e industrial casi permanente que tiende a socavar la importancia de las estructuras formativas y laborales existentes. Renovar la formación más que sustituir trabajadores exige respuestas de todos los frentes: de los individuos, de los empresarios y del Estado.

Además, hace ya bastante tiempo que se vienen produciendo cambios continuos en la forma de vida y en las estructuras familiares, como el incremento del número de mujeres trabajadoras, el aumento del nivel educativo, el mayor número de familias unipersonales o uniparentales y la creciente tasa de divorcios. Este panorama social cambiante interacciona con movimientos en las estructuras de empleo (aumenta el número de trabajos a tiempo parcial, ya no existen "empleos para toda la vida", es necesario renovar los conocimientos con mayor frecuencia, se diluyen las fronteras entre el hogar y el trabajo, aumenta el teletrabajo y el empleo autónomo). El resultado es una "sociedad mosaico" en la que las categorías bien definidas, pensadas para ser mantenidas por las instituciones y los mecanismos sociales nacidos después de la guerra, ya no se ajustan a la sociedad ni a sus aspiraciones y necesidades. Aquí también será necesario que se produzcan cambios en los sistemas sociales. Los cambios requeridos, sin embargo, variarán según las estructuras nacionales existentes porque Europa es muy diferente de un sitio a otro, con distintos problemas y caminos a seguir.

El proyecto Futuros del IPTS se puso en marcha a mediados de 1998 precisamente para estudiar el efecto de estos factores tecnológicos, económicos, políticos y sociales, juntos y por separado. Sobre todo, "Futuros" se creó para averiguar su impacto en la tecnología, la competitividad y el empleo. Durante los últimos 18 meses, "Futuros" ha sido la principal actividad horizontal del Instituto de Prospectiva Tecnológica (uno de los ocho institutos del Centro Común de Investigación de la Comisión Europea). En este proceso, el IPTS reunió a más de 150 expertos y responsables políticos, de ámbitos como la industria, la universidad y la administración pública, para tomar parte en diferentes sesiones de tormenta de ideas, seminarios y talleres. Hasta ahora se ha publicado una serie de 17 informes. El resultado es un importante "benchmarking" y un análisis prospectivo a escala europea.

El primero de los mensajes clave que surge del proyecto Futuros es la forma en la que la "dinamo tecnológica" impulsa hoy en día la innovación y el cambio, con una fuerza sin precedentes. Claramente, Europa tiene que mantener su puesto en la vanguardia tecnológica. Pero ¿puede? Tiene muchos puntos en los que es fuerte, pero también algunos de debilidad y lagunas preocupantes en cuanto a sus capacidades tecnológicas. Sobre todo, existen lagunas en algunas tecnologías básicas, que serán el sostén de las industrias de alta tecnología del futuro. Europa tiene muchas opciones pero también debe trabajar hacia un sistema universal de incentivos, infraestructuras e inversiones en investigación y desarrollo. Y sobre todo, debe aprovecharse de la dimensión europea y comprender plenamente el potencial de su "área de investigación europea". Además, si el sistema de innovación funciona de forma demasiado lenta, carece de la suficiente escala e integración o, lo peor de todo, se orienta hacia objetivos equivocados, Europa no hará valer su influencia en el siglo XXI.

El segundo punto importante que se desprende del informe es la posición de Europa en la sociedad mundial del conocimiento, sobre todo en relación con la globalización, la competitividad y el "know-how". Los cambios tecnológicos descritos anteriormente van encaminados a impulsar y llevar a cabo la globalización y esto tiene un impacto directo sobre la competitividad. Quizá las manifestaciones más claras de la globalización son las alianzas que se producen en todo el mundo entre las grandes multinacionales y la presión cada vez mayor que sufren los sistemas de gobierno para asegurarse de que estas fuerzas económicas trabajan en beneficio de muchos y no de unos pocos. Sin embargo, muchas voces expresan vivamente diferentes puntos de vista y es difícil reconciliar estos intereses en cuestiones complejas, como la reducción de las emisiones de dióxido de carbono, la privacidad y la seguridad en Internet y el control de los OMG. La globalización económica, en efecto, conseguirá que la armonización de las políticas nacionales sea una de las principales cuestiones a tratar en los próximos años, no sólo para estimular el crecimiento y los intereses económicos, sino para proteger a la sociedad y sus intereses. El tamaño y la riqueza de Europa, cada vez mayores, la justifican legítimamente en el panorama universal para promover sus intereses económicos y los de sus ciudadanos. Sin embargo, las experiencias recientes con los organismos internacionales de coordinación subrayan que la búsqueda de fórmulas factibles, que trasciendan los intereses legítimos locales o nacionales, será un reto especialmente difícil para las políticas de los años venideros.

En el ámbito de las empresas, la globalización implica hacer malabarismos con los activos económicos y reestructurarlos por doquier, con inversiones de capital cada vez más móviles. Estos cambios a nivel mundial suelen tener consecuencias rápidas y dramáticas a nivel local, en términos tanto de inversión como de desinversión internas. Mientras tanto, las instituciones que gobiernan el mundo de la economía siguen siendo principalmente de ámbito nacional, mientras que los mercados se organizan sobre todo a nivel regional. Este desajuste de escala entre motores y respuestas se está abordando a nivel europeo gracias a la puesta en marcha del Mercado Único y la Unión Monetaria. Europa ya puede reivindicar ser el mayor mercado de consumidores del mundo, lo que es ciertamente un factor clave a la hora de atraer inversiones y puestos de trabajo. Hasta ahora no se han recogido plenamente todos los beneficios en términos de grandes economías de escala, pero cuando se recojan, tendrán implicaciones considerables para la competitividad mundial de Europa, sobre todo si se pueden movilizar los efectos de escala suplementarios resultantes de la ampliación.

Una idea clave que surge es que la competitividad de las regiones depende de manera vital de si resultan lugares atractivos para invertir, hacer negocios y vivir y trabajar. En la economía mundial, la mayor parte del atractivo de una región recae en el conocimiento que se pueda movilizar. Este conocimiento suele estar incorporado en bienes muy tangibles como equipos informáticos, tecnologías y otros equipos. Existe conocimiento en bienes intangibles fijos como patentes, programas informáticos y propiedad intelectual. El conocimiento reside también en los sistemas humanos como los departamentos universitarios, los laboratorios de investigación y los organismos con alta cualificación. Desbloquear este conocimiento requiere, no obstante, otra forma más de conocimiento: el "know-how", es decir, las personas adecuadas con la formación y las aptitudes adecuadas. Este podría ser un punto fuerte de Europa en la economía mundial porque Europa tiene buenos sistemas básicos de innovación y personal bien formado. Pero la formación de los europeos ¿es la adecuada? ¿Son los europeos lo suficientemente innovadores como para responder a los retos enumerados anteriomente? ¿Se adaptan bien las instituciones europeas a esta era de la innovación? A lo largo del proyecto Futuros nos hemos visto muchas veces preocupados porque la sociedad europea todavía no está bien equipada para los retos tecnológicos y de la sociedad globalizada.

El mensaje final que se desprende es la forma en que la sociedad europea está conduciendo el cambio. Aquí hemos visto los retos derivados del envejecimiento de la población, a la vez que está naciendo una forma de vida "mosaico". En particular, hemos considerado los principales retos a los que Europa tendrá que enfrentarse para adaptar sus sistemas sociales al "sobresalto por lo nuevo" así como a la tendencia al envejecimiento de la población. Sobre todo, la dificultad de renovar la formación apunta hacia la probabilidad de un grave desajuste entre lo que es tecnológicamente posible y lo que es socialmente aceptado. Esta cuestión también suscita el espectro de una sociedad europea multipolarizada, con las divisiones tradicionales entre ricos y pobres, y en la que el centro y la periferia se complementan con nuevos ejes de separación social como "los que tienen información" y "los que no tienen información", los que "tienen trabajo" y los que no lo tienen, los jubilados que disfrutan de un buen nivel de vida y los que sólo tienen unos ingresos limitados. Estas tensiones y divisiones serán especialmente agudas en el caso de los países pendientes de incorporación a la UE, que tendrán que compensar la falta de inversión en infraestructuras e instituciones. De alguna manera, los nuevos socios de la UE tendrán que conseguir avances económicos de forma más rápida sin abandonar la cohesión social. Y las muchas sociedades europeas que compongan la nueva Unión tendrán que fundirse en una sociedad que tenga la legitimidad suficiente entre sus habitantes para impulsar la visión europea a través de las actuales y posteriores fases de ampliación.

Aunque su objetivo no es abordar la totalidad de los problemas sociales y económicos, el proyecto Futuros ha identificado algunos de los principales cambios a los que Europa va a hacer frente en la próxima década. Se están abriendo oportunidades únicas para Europa, pero también se enfrenta a retos de importancia y consecuencias históricas: gestionar el impulso tecnológico, tomar el liderazgo en la sociedad mundial del conocimiento, construir una Europa ampliada y sostenible para el siglo XXI.

Todo esto exige incentivos oportunos y bien diseñados para invertir en infraestructuras e innovación. Serán especialmente importantes las inversiones que hagan participar activamente a más europeos, de todas las edades. Más que nunca, las personas serán la llave para desbloquear el camino hacia Europa como sociedad culta en su marcha hacia el año 2010.

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Contacto

J.-M. Cadiou, Director del IPTS

Tel.: +34 95 448 82 73, fax: +34 95 448 82 74, correo electrónico: JM.Cadiou@jrc.es

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