Fundamento de los principios del Movimiento Nacional en materia de trabajo y propiedad

AutorGregorio Treviño
CargoRegistrador de la Propiedad
Páginas516-526

Page 516

El Movimiento Nacional, que aspira, en todos los órdenes a una España mejor, hace suyos principios sociales en materia de propiedad y trabajo que algunos pudieran creer avanzados. Tienen, sin embargo, plena razón de ser, pues con ellos se aspira a resolver en lo posible el llamado problema social.

Estas líneas tienen la pretensión de examinar modestamente los fundamentos racionales de estos principios, y, por ello, han de empezar por hablar de dicho problema, cuya existencia es indudable, empezando por exponer sencillamente el concepto del mismo.

A mi entender, el problema social, según la significación que se da a la frase, es el producido en la sociedad por la convicción que se apodera de parte de sus miembros de que es injusta la distribución de la riqueza o de que no se les retribuye su trabajo con arreglo a lo que creen les es debido.

Este malestar lo encontramos en las diversas épocas de la Historia, a lo largo de la cual ha experimentado, como sucede con las enfermedades crónicas, períodos de alivio y momentos de agudización.

Que desde la más remota antigüedad hubo diferencias entre lasPage 517 clases sociales, que motivaron la intervención del Poder público, para regular sus relaciones, con tasas y limitaciones a la libertad contractual, lo muestra como impasible y mudo testigo la columna de diorita, hallada por los arqueólogos en Asiria, hoy custodiada en el Museo Británico, y que data de dos mil años antes de Jesucristo, en cuya columna está esculpido parte del famoso Código de Hamurabí, conteniendo, entre otras disposiciones de este soberano asirio, unas por las que regulaba los salarios de los trabajadores y el interés de los préstamos.

También nos muestra la Historia que cuando las injusticias sociales se agudizaron o hubo ambiciosos o tribunos que las aprovecharon, para excitar a los que se consideraban en situación de opresión o de miseria, estallaron revueltas y verdaderas revoluciones, que sacuden a los pueblos envolviéndolos en ruinas y sangre.

¿Qué fueron, sino estas causas, las que sacudieron a Grecia en la antigüedad clásica, con varias revoluciones con alternativas de democracia y dictadura; las que originaron las luchas entre patricios y plebeyos en la antigua Roma, dando motivo a las leyes agrarias; las que provocaron la rebelión de los esclavos, acaudillada por Espartaco; algo de lo que alentó en las luchas entre Mario y Sila; las que en 1381 impulsaron la sublevación de los campesinos ingleses, dirigidos por Johon Ball y Vat Tuber; la de los franceses en 1358, sublevación llamada de la Jacquerie, en tiempos de Carlos V de Francia; las que causaron en el siglo XVI la guerra de las germanías en España, la de los aldeanos en Alemania; las que ayudaron a Cromwell en la revolución inglesa, que llevó al patíbulo al rey Carlos I, pues entre los que siguieron las banderas de aquel tribuno estaba la secta de los niveladores, que pretendía el reparto de bienes, de cuya secta se desentendió Cromwell después del triunfo? Por último, en las revoluciones modernas siempre ha habido un fondo social: así fue la francesa de 1848 y la de 1870, con la Commune, y la rusa de nuestros días. Aun la revolución francesa de 1789, que tuvo más carácter político, también se fundó en el malestar del pueblo y se mezcló con tendencias comunistas, como las de Babeuf.

Esta ojeada histórica nos prueba que pues tanta antigüedad tiene el problema social, y a pesar de tantas convulsiones sigue sin resolver, debe de ser de nada fácil arreglo, y así es, porque en la naturaleza humana hay cosas contradictorias: igualdad y unidad de especie y grandes diferencias individuales, como talento, fuerza, salud, etc.; necesidad dePage 518 vivir en sociedad y egoísmo que nos hace afanosos buscar nuestro bien e indiferentes ante el bien colectivo. Por eso creemos que dicho problema no tiene solución completa en lo humano; sólo lo sería la práctica integral del mandamiento de Cristo: "Amaos los unos a los otros, como yo os he amado", pues con esta divina virtud se encauzarían las pasiones humanas, causa de todos los trastornos.

Mas si no cabe solución completa, mediante las leyes positivas y actuación del poder público, si por estos medios pueden hallarse soluciones que lo mejoren, mitigando las necesidades de las clases inferiores y buscando más justa distribución de la riqueza.

Es, pues, preciso examinar atentamente los hechos para hallar las causas que aseguren la paz interior de las naciones, y este examen nos revelará que es cierto que en las crisis revolucionarias hay desatadas ambiciones, que con propagandas disolventes pretenden remover las aguas más o menos tranquilas de la sociedad, envenenando con el odio a las masas obreras para, apoyándose en ellas, alzarse con el poder y apoderarse de la riqueza sus nada desinteresados dirigentes; pero no puede dudarse que para que arraigue esta cizaña es menester cierta preparación del terreno, y ésta consiste en motivos muchas veces legítimos de descontento, como una miseria excesiva frente a una opulencia exagerada y el olvido por las clases pudientes de que el trabajo, en lugar de ser señal de abyección, como lo conceptuaba la antigüedad, considerándolo propio de esclavos, fue ennoblecido por Jesucristo, que lo practicó, y es según el Génesis precepto que a todos los hombres se impuso en la sentencia contra el primer hombre, promulgada cuando fue expulsado del Paraíso.

Según lo dicho, ¿será la comunidad de bienes solución al problema que estudiamos?

De ningún modo. El comunismo es absurdo: absoluto e integral de toda clase de bienes...

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