La fuga de la identidad. Tres estaciones de Octavio Paz

AutorJorge Aguilar Mora
Páginas79-108
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La fuga de la identidad. Tres estaciones
de Octavio Paz*
JORGE AGUILAR MORA
Octavio Paz escribió dos libros capitales para la crítica literaria de lengua españo-
la y para la historia del ensayo literario en México: El arco y la lira (1956) y Los
hijos del limo (1974). En ambos, como en ningún otro ensayo, se propuso exponer
con extensión y con argumentación detallada su pensamiento sobre la literatura y
específicamente sobre la poesía. Para mí, hay en la lengua española pocas reflexio-
nes teóricas sobre la poesía que merezcan la interpretación, la discusión, la reela-
boración y la refutación. Y entre ellas, destacan estos dos libros de Paz.
Uno de los temas que recorre la mayoría de las grandes reflexiones sobre litera-
tura en el siglo XX, desde el formalismo ruso hasta el posmodernismo internacio-
nal, es el de la representación. ¿Qué relación guarda la literatura con la realidad?
Esta pregunta late, con insistencia vertiginosa, en las obras de Víctor Shklovski y les
da su coherencia. No es extraño que una idea domine el trabajo reflexivo de un
gran pensador como Shklovski. La obra de todos los grandes críticos y teóricos
literarios del siglo XX se alimenta y se justifica por la aparición, reaparición, recu-
peración, imantación de una idea, una idea distinta en los diferentes autores. Sin
embargo, esta distinción no impide que cada una de esas ideas se traduzca —en sus
consecuencias últimas— al problema de la representación. En uno s autores el tema
aparece de manera angustiosa e incandescente; en otros, mitigado por la ocupa-
ción o la literal preocupación por crear sistemas teóricos. Aun así, la pregunta so-
bre la representación surge en el horizonte final de todas ellas.
Las respuestas a la pregunta representativa son diferentes, incluso divergen-
tes, y hasta opuestas. De cualquier manera, en todas ellas resuena, inequívoca-
mente, el conflicto de los románticos alemanes y del idealismo: ¿cómo recuperar
la inocencia original en la cual no haya representación sino presentación inme-
diata de la verdad? El conflicto resultaba de la conciencia ineludible de que la
presentación de la verdad hacía inútil la literatura.
La posición de los románticos alemanes ilumina dos grandes fenómenos de la
modernidad: la conciencia histórica es irreversible porque los cambios en el esta-
do espiritual de un momento del mundo no se pueden olvidar, ni ignorar. La
conciencia histórica es el problema. Y por ello, en segundo lugar, el eclecticismo
* Extracto del libro de Jorge Aguilar Mora, La sombra del tiempo. Ensayos sobre Octavio Paz y Juan Rulfo,
Ciudad de México, Siglo XXI, 2010, pp. 13-49.
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TRÍPTICO DE LA POESÍA Y LA CRÍTICA: OCTAVIO PAZ, EFRAÍN HUERTA Y JOSÉ REVUELTAS
se puede ver como un remedio para un mal que no tiene cura, pero que hay que
seguir tomando aunque eso signifique morir gracias a una enfermedad produci-
da por la misma medicina.
Tal l e r
Durante los años treinta, en México, la revista literaria más importante, después
de Contemporáneos (cuyo último número apareció en 1931), fue Taller.
Octavio Paz, uno de sus fundadores, enunció muchos años después, en «Ante-
víspera: Taller (1938-1941)», un juicio definitivo: la revista fue el «antecedente y
el modelo —casi siempre inconsciente— de la mayoría de los suplementos y re-
vistas literarias de México. En todas esas publicaciones ha regido, bajo la máscara
de la tolerancia de todas las tendencias, la prohibición paralizante y castradora».
No fue ésta la primera revista que fundó Paz, ni la primera donde su colabora-
ción fue decisiva, pero sí fue la publicación clave en sus inicios como escritor. Al
principio, un grupo de cuatro —Rafael Solana, Alberto Quintero Álvarez, Efraín
Huerta y Octavio Paz— fue el responsable de la revista. A partir del quinto núme-
ro, este último se encargó de su dirección. Entre fines de 1938 y principios de
1941 aparecieron doce números, en los cuales Paz publicó dos poemas y doce
textos en prosa.
Tal l e r: su nombre era una metáfora de la ilusión, común en los años treinta, de
concebir el trabajo intelectual como una práctica artesanal y colectiva; y era al
mismo tiempo un rechazo sobrio tanto de las hipérboles de la vanguardia más
espectacular como de las imprecisiones del idealismo simbolista. Pero también
fue, como se verá, una manera indirecta —e inconsciente, como lo diría el mismo
Paz— de arreglar cuentas con la generación vanguardista anterior.
El primer número, fechado en diciembre de 1938, abrió con «Vigilias», título
de cinco textos breves de Octavio Paz.
El primero de ellos empezaba con una simple constatación:
«... y la naturaleza, frente a mí, muda e indiferente».
Frase intempestiva, reconocimiento sin verbo de un hecho avasallador; con-
clusión desprendida, desgarrada de una larga historia de impotencias; enuncia-
ción de un asombro crítico en la modernidad literaria de Occidente. Frase, huér-
fana y final por los puntos suspensivos, que sería uno de los ejes centrales de la
generación, de la vida personal y de la obra poética de Octavio Paz.
Desde la ruptura de la relación entre el mundo sensible y el trascendente
realizada por las Críticas de Kant, el sentido de la naturaleza se volvió la obse-
sión dominante en Occidente. Convertidas las cosas en sí —incluido Dios— en
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