Las Fuentes del período arcaico

AutorMetro, Antonino
Cargo del AutorProfesor Emérito
Páginas41-52

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16. Introducción histórica

El período arcaico se caracteriza en su primera fase, que dura más de dos siglos, por un régimen monárquico protagonizado por los siete reyes míticos, de rómulo a Tarquinio el Soberbio. Durante esta fase, se unen al originario núcleo latino de población otros grupos étnicos, primero los sabinos y después los etruscos.

Con la violenta expulsión de Tarquinio el Soberbio (510-509 a.C.) al reino le sustituye la res publica, dirigida por dos magistrados (llamados cónsules o pretores), apoyados por el Senado (con com- petencias esencialmente consultivas) y los comicios populares (con funciones legislativas, electorales y jurisdiccionales). La fase republicana del período arcaico está caracterizada por una lucha ultra secular entre las clases sociales de los patricios y de los plebeyos. Estos últimos, fuertes por su predominante presencia en el ejército, se organizan internamente y consiguen distintas reivindicaciones, tendentes a cambiar su posición de in- ferioridad con respecto a los patricios. Esto hace que sea muy inestable el gobierno de la res publica, que no resulta confiado constantemente a los cónsules, sino a veces, durante varios años, a los jefes militares (tribuni militum) y, en los años 451-450, a un órgano particular compuesto por diez miembros (decenvira- to), con el doble objetivo de dirigir el Estado y de proceder a la redacción de un cuerpo de leyes escritas, conocido con el nombre de Ley de las XII Tablas.

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El conflicto patricio-plebeyo se cierra definitivamente en el 367, con las leyes Liciniae sextiae, que estabilizan el consulado en la cús- pide de la res publica, consintiendo a los plebeyos el acceder a uno de los dos puestos de cónsules, y creando separadamente del consulado una nueva magistratura, la pretura, con funciones jurisdiccionales.

17. La ‘tradición’ y sus límites

El período arcaico resulta muy pobre en fuentes de conocimiento y nos parece casi una época legendaria, que excluye la posibilidad de un estudio documental directo. El mismo cuadro histórico-constitucional de referencia, arriba delineado, puede ser por lo tanto (y en efecto ha sido) ob- jeto de discusión en algunos aspectos o incluso en sus líneas esenciales. En el origen de nuestro conocimiento relativo a este período se encuentra la ‘tradición’, esto es la narración de los acontecimientos de los primeros siglos de la historia de roma, llegada hasta nosotros a través del relato de los historiadores latinos y griegos de la tardía edad republicana o de la primera edad imperial (Livio, Dionisio de halicarnaso, Diodoro Sículo, etc.). Los propios escritores antiguos, sin embargo, dudaban de la fiabili- dad de la historia tradicional referida por ellos, en cuanto eran perfecta- mente conscientes de la imposibilidad de reconstruir fielmente la histo- ria de los primeros siglos de roma, que atribuían a la pérdida de todo el material documental con motivo del famoso incendio galo (fecha tradi- cional: 390 a.C.) y por lo tanto la necesidad de referir hechos y acontecimientos exclusivamente sobre la base de una tradición oral. En realidad los romanos, a diferencia de los griegos, tenían una escasa propensión a registrar los acontecimientos contemporáneos más importantes.

La credibilidad del relato tradicional ha sido seriamente puesta en duda por la historiografía moderna, en cuanto resulta fácil demostrar en el mismo la presencia de:

a) procronismos, es decir, anticipación de acontecimientos, a veces incluso de siglos, que llevan a veces a duplicidades de una misma noticia. Pensemos, por ejemplo, que la equiparación de los plebiscitos (deliberaciones asamblearias de los plebeyos) con las leyes comiciales [n. 23], que se remonta a una lex hortensia del

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287/86 a.C., viene atribuida por la tradición también a otras dos leyes precedentes, que se remontan respectivamente al 339 (lex Publilia Philonis) y al 449 a.C. (lex Valeria horatia).

b) concentraciones históricas, es decir, la tendencia a centrar en torno a algunos personajes todos los hechos o las instituciones que aparecen conforme a las características distintivas del mismo personaje, tal y como es presentado por la tradición. Así, por ejemplo, el relato tradicional relativo al período monárquico tiende a atribuir a rómulo todas las instituciones políticas (como la creación del Senado, de las gentes, de las tribus e ¡incluso la división de la población en patricios y plebeyos!), a Numa Pompilio todas las instituciones de carácter religioso, a Servio Tulio las reformas de carácter militar, etc.;

c) exageraciones de los hechos, generalmente para magnificar la gesta y exaltar la fama de personajes y sobre todo de sus ilustres familias. Reflexionando, por ejemplo, sobre el hecho de que entre los analistas más antiguos (a cuyas obras acudieron en gran medida los historiadores sucesivos) figuran Fabio Píctor, Valerio Ancio, Claudio quadrigario y Licinio Macro, se comprende bien cómo no es casualidad que las respectivas gentes fabia, Valeria, Claudia y Licinia hayan representado un papel tan importante en los acontecimientos de los cuatro primeros siglos de la historia de roma;

d) falsificaciones, como la leyenda de la descendencia de rómulo de Eneas, a través de una larga serie de reyes albanos...

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