Las nuevas formas de representación del paro: crítica de la idea de activación. Empleabilidad y competencias.

AutorAntonio Santos Ortega
Cargo del AutorDpto. Sociología y Antropología Social Univ. Valencia
Páginas131-144

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1. Introducción

En una reciente publicación, Saskia Sassen1estudia las dinámicas recientes de las clases sociales en el capitalismo actual y anuncia el surgimiento de una nueva clase compuesta por los expertos de las organizaciones internacionales. ¿Se trata de una exageración? Respecto a las viejas clases, interpretadas como grandes conglomerados con intereses antagónicos y con identidad de grupo, puede que lo sea, pero podría no serlo si se tiene en cuenta la fuerza de este nuevo grupo social en ascenso para dar forma a las representaciones de categorías centrales de nuestra sociedad, como son las de salario, paro, subsidio, formación y otros temas de las políticas sociales sobre los cuales influían las viejas clases sociales.

La pujanza de este moderno grupo de expertos de los organismos internacionales radica en dar forma a las actuales representaciones del mundo que posteriormente los gobiernos nacionales aplican y asientan. De esta forma, las políticas nacionales serían definidas cada vez menos a partir de la discusión democrática en el marco nacional para pasar a ser prefabricadas en una instancia internacional de carácter tecnocrático. La nueva clase de funcionarios internacionales representa pues una renovación del poder tecnocrático. Su objetivo es elaborar y difundir un discurso estratégico orientado a definir un tipo particular de acción y de intervención sobre la sociedad.

En este artículo, nos interesa analizar los cambios en las representaciones sociales del paro en los últimos años y profundizar en cómo se ha producido un proceso de reasignación de la responsabilidad del paro, que ha acabado recayendo sobre los propios parados. El desempleo ha acabado siendo rein-terpretado en nuestros días como paro individualizado. Como veremos más adelante, las mencionadas organizaciones internacionales tienen un protagonismo en esta reformulación. Para desarrollar estas cuestiones, se dedicará un primer apartado a analizar cómo se han construido social y cognitivamente las ideas de activación y empleabilidad. Estas dos ideas constituyen

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las bases actuales de interpretación y de intervención sobre el desempleo. Se apuntarán aquí los intereses ideológicos que se encuentran tras ellas y que contribuyen a definir unas determinadas políticas de empleo. En un segundo apartado, nos centraremos en otra de las ideas que están estructurando el tratamiento del paro actual: la formación y, en concreto, las competencias profesionales. Estas han guiado el proceso de reconversión de la formación en esta última década y, junto a las ideas de activación y empleabilidad, componen la clave de lectura del desempleo contemporáneo.

2. El proceso de reformulación del desempleo: del paro estructural a la activación y la empleabilidad

A partir de la crisis de 1973, las grandes organizaciones internacionales y en particular aquellas que tenían un carácter técnico en el campo de la economía, como es el caso, por ejemplo de la OCDE, comenzaron a divulgar un discurso proempresarial sobre el empleo que se ha infiltrado en los centros de decisión gubernamental de los países miembros y del conjunto mundial2.

A mitad de los setenta, en los primeros años de la crisis, estas organizaciones dictaminaron una rigidez laboral estructural, que perjudicaba el equilibrio entre oferta y demanda de mano de obra y generaba una situación de paro estructural, que se agravaría en los años siguientes saltando peligrosamente la barrera hacia el paro de larga duración. En este contexto, se presenta al parado como un trabajador falto de formación o incapaz de responder a las nuevas exigencias de un modelo socioeconómico marcado por la competitividad, la innovación tecnológica y la apertura global de los mercados. La existencia del salario mínimo se presentó como un freno a la competitividad y como un generador de desempleo. El discurso de estas organizaciones propugnaba una serie de mecanismos para adaptarse a las nuevas deman-

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das de la economía: la productividad, la competitividad y la flexibilidad. El trabajo fue perdiendo peso como actor social frente al capital y la empresa, que aportaban su protagonismo en cuanto a la generación de riqueza y a la innovación. Esto introdujo un desequilibrio estructural entre los dos grandes actores del capitalismo que aún persiste.

El lugar atribuido al Estado en este discurso era el de acompañar las dinámicas económicas imparables y de facilitar los medios para la creación de riqueza y para la innovación. Facilitar, por tanto, la libre expansión del capital. El estímulo a la inversión se impone sobre las posibles mejoras a los salarios o los subsidios y dado que, según este discurso, es aquella la que genera la riqueza, el Estado debería acometer reformas en el terreno de la protección social que favorezcan la inversión y la lógica del mercado. Desde los ochenta hasta hoy, estas reformas se han ido produciendo y ha ido cobrando forma una interpretación del paro que hoy ya ha cuajado: el paro se explica predominantemente por factores personales. La formación es la carencia principal de los parados. Los subsidios de desempleo son un freno para el retorno al empleo y generan pasividad. Antes que subsidiar, el Estado debe activar a los parados mejorando su empleabilidad, de hecho, en el discurso neoliberal, esta ayuda a la empleabilidad es lo más lejos que ha de llegar el Estado a la hora de gestionar el problema del desempleo. Las políticas activas que se han impuesto en los últimos veinte años responden, justamente, a este estilo de actuación: cursos de formación, autoempleo y ayudas a las empresas para la contratación de parados. Las políticas de activación tienden a consagrar la explicación individual del paro y van asociadas, en mayor o menor grado, a una responsabilización del parado sobre su propia situación y a una demanda de contrapartidas al parado en caso de que reciba alguna ayuda.

En este contexto, junto a la idea de activación, se impone también la de empleabilidad. Ambas enlazan bien y muestran el grado máximo de mercantilización que está alcanzando el trabajo. La empleabilidad está basada en los presupuestos de la teoría económica de la histéresis. Según ésta, un periodo de paro elevado tiene efectos prolongados sobre el mercado de trabajo incluso en fases posteriores de disminución del desempleo. Este efecto hace que muchos desempleados alcancen el umbral del paro de larga duración, que trae consecuencias nocivas sobre la calidad de la mano de obra: desmotivación, habituación al no trabajo y pérdida de competencias y formación, entre otras. Según esta perspectiva, cuanto menores sean en cantidad y en duración las ayudas al desempleo, las personas encontrarán una mayor motivación para volver al trabajo y menores posibilidades tendrán de caer en el paro de larga duración. La empleabilidad supone reactivar la circulación de los desempleados entre el paro y el empleo Así interpretada, hace referencia a la posibilidad de un individuo de conservar su potencial como trabajador y favorecer su proximidad al mercado de trabajo alejándose del paro. Como puede deducirse, la empleabilidad armoniza con la visión individualizante

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del paro: el parado debe adaptarse a las exigencias del mercado de trabajo y su salida del desempleo es una responsabilidad personal. La intervención del Estado en este terreno se debe limitar a habilitar medidas de apoyo a la empleabilidad de los parados, no debe ya ayudar incondicionalmente a los desempleados. El viejo Estado del Gasto Social ha de ser sustituido por el Estado de la Inversión Social3 que se impone como nuevo modelo de política social desde mitad de los noventa y que, asentado en el modelo neoliberal de los partidos conservadores y también en el nuevo laborismo, se propone como matriz de las transformaciones en las representaciones y en la acción contra el desempleo.

Las siguientes palabras de Anthony Giddens ilustran bien los principios de la nueva empleabilidad: "El gobierno debe proporcionar los recursos necesarios para ayudar a la gente a construir su propia vida; pero la gente debe cumplir con su parte del pacto. Por ejemplo, hasta ahora, las prestaciones de desempleo eran un derecho incondicional. Ahora bien, esa situación invita a no asumir ninguna responsabilidad personal y tiene el efecto de impedir el acceso de los trabajadores a determinados puestos de trabajo. Las personas que pierden su empleo deben responsabilizarse de buscar trabajo y, al mismo tiempo, deben tener la posibilidad de actualizar su formación cuando lo necesiten4.

En otras palabras, el Estado debe asegurar a la empresa una mano de obra activada y de calidad. No debe asegurar el pleno empleo, sino que existan oportunidades de empleo y debe poner en forma los recursos humanos para ser utilizados por la empresa: no hay que olvidar que el empresario es un consumidor de mano de obra que busca calidad y bajo coste.

Uno de los pilares sobre los que se ha asentado el anterior discurso de la OCDE acerca del paro y el empleo ha sido la formación profesional. Inicialmente utilizada para explicar el desempleo -su carencia provocaría la inadecuación de los trabajadores en el nuevo escenario laboral de las nuevas tecnologías, según la OCDE-, ha encontrado, posteriormente, un desarrollo cada vez más complejo. Hoy es quizá el instrumento más emblemático de las políticas activas de empleo. Como veremos en el siguiente apartado, se articula perfectamente con el diseño conjunto de la nueva estrategia activa-dora.

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3. La formación y las competencias en el marco de las actuales transformaciones del trabajo

Para comprender las actuales transformaciones...

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