La forja de un colegial
Autor | Dámaso de Lario |
Páginas | 211-237 |
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LA FORJA DE UN COLEGIAL
compañia de gente que se ocupa en exercicios de virtud, y
están todos entre si vnidos y ligados… Los [colegios] mayores
son de hombres prouectos [maduros], que leen en las escue-
las, y rigen cátedras… Tienen propios habitos, viuen en co-
munidad… la calidad de [h]auer vno sido colegial en los cole-
gios que tienen nombre, es de mucha consideracion para los
lugares que desde alli salen a ocupar, sean plaças seculares,
o prebendas Ecclesiasticas… [y] el auerse criado en congre-
gacion, es vn particular importantisssimo, para quando se
hallan despues en los acuerdos y juntas, y en las yglesias en
los cabildos1.
El primer objetivo de los colegios mayores era que sus escolares –que ha-
bían ingresado en las instituciones tras una cuidadosa e intencionada selec-
ción de sus linajes, haciendas, disposición y capacidades– adquirieran una
sólida formación. Debían cumplir la función para la que fueron creados y por
la que contaban con la protección y amparo del Poder: suministrar expertos
en Teología y Derecho, capaces de gestionar las estructuras administrativas
de la Iglesia y el Estado y de defender las doctrinas y los intereses de ambos;
aunque en ocasiones estos fueran contradictorios.
Los preceptos ordenados por los visitadores del Colegio de Oviedo no po-
dían dejarlo más claro, al encargar al rector y consiliarios que cubrieran las
becas vacantes con buen cuidado, “pues el Colegio está fundado para que
se hagan letrados y basta que de los opositores se escoja el mejor”2. Pero
los colegios también se fundaron para hacer teólogos y –en menor medida–
médicos. La teología, que fue la disciplina mayor a lo largo de la edad media,
fue perdiendo fuerza en favor de “ambos derechos” –Canónico y Civil– en los
que se graduaron muchos de los colegiales. Y a pesar de las reiteradas prohi-
biciones de conmutar las becas de teólogos en becas de juristas, era frecuente
1 Voz “Colegio” en Sebastián de Cobarruvias Orozco, Tesoro de la Lengua caste-
llana o española, Madrid, por Luis Sánchez, impresor del Rey, 1611, p. 223. Las cursivas
son mías.
2 Sala Balust, IV, p. 61: Precepto 9 de los “Preceptos ordenados por los señores
visitadores”. La cursiva es mía.
DÁMASO DE LARIO
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que las plazas reservadas a los primeros fueran ocupadas por estudiantes de
Leyes o Cánones. En el Colegio del Arzobispo se estableció, a mediados del
siglo XVI, un número de becas indistintamente para teólogos o canonistas,
teólogos o legistas, y canonistas o legistas; era una solución de compromiso,
al menos para guardar las formas3.
El caso más llamativo de la progresiva pérdida de interés por la Teología es
San Ildefonso, creado especícamente por Cisneros para formar colegiales en
“ciencia sagrada”. Un siglo después de su fundación Clemente VIII conside-
raba útil y oportuno el establecimiento de becas para canonistas, aunque no
estuviera previsto en las constituciones, y en 1604 ordenaba al rector y cole-
giales que asignaran al estudio de Derecho Canónico las primeras 4 vacantes
que se produjeran. En febrero de 1617 Felipe III autorizaba al colegio la reser-
va para juristas [canonistas o legistas] de una cuarta parte de las colegiaturas,
orden que matizaba Pablo V un año después, al ampliar a 6 el número de
prebendas para canonistas4. El 16 de octubre de ese año ingresaba el primer
colegial jurista: Álvaro de Ayala, hijo del V conde de Fuensalida5.
La iniciativa tuvo, en todo caso, un éxito moderado en las primeras déca-
das de su puesta en funcionamiento. Solo 8 de los 112 colegiales que ingresa-
ron entre 1617 y 1650 (9%) lo hicieron en becas de juristas (7 canonistas y 1
legista), y de ellos 2 fallecieron en el colegio. Del resto, Pedro Gil de Alfaro y
Esteban Fermín de Marichalar llegaron a ser miembros del Consejo Real6 y
Dionisio Pérez Manrique –hijo del Justicia Mayor de Aragón– fue presidente
de la Audiencia de Santa Fe de Bogotá (1651)7.
3 Vid. en Apéndice 7 la distribución de becas en los colegios mayores. Puede verse
también en el Anexo 17, disponible en https://doi.org/10.21950/02JO85
4 AHN, U, leg. 3, nº 48 para breve de Clemente VIII, de 15.9.1604, y leg. 12, nº 8 para
la cédula real, de 15.2.1617. El breve de Pablo V, de 23.2.1618, en AHN, U, leg. 13.7 y leg.
3, nº 49.
5 AHN, U, lib.1.233-F, ff. 61v.-62r. y Gutiérrez Torrecilla (a), p. 17. Aunque luego se
graduó en Cánones, falleció en 1626, año en que dejaba el colegio, horas después de ingresar
en la Compañía de Jesús; vid. biografía de Ismael Sarmiento Ramírez en L. M. Gutiérrez
Torrecilla, M. Casado Arboniés y P. Ballesteros Torres (eds.), Profesores y Estudiantes. Bio-
grafía Colectiva de la Universidad de Alcalá (1508-1836), Universidad de Alcalá, 2013, p. 101.
6 Para Gil de Alfaro, AHN, lib. U-1.233-F, ff. 78v-79r; AGS, GJ, leg. 1.680; Gutiérrez
Torrecilla (a), p.48; y para Marichalar, AHN lib. U-1.233, f. 79r; leg. 526(1), nº5 y Gutié-
rrez Torrecilla (a), pp. 64-65. Ambos rechazaron cargos en América.
7 AHN, lib. U-1.233 F, f. 64; Gutiérrez Torrecilla (a), p. 84; y Schäfer, II, p. 473: nom-
brado el 31.8.1651, entró el 20.4.1654, siendo suspendido después por 8 años.
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