El filósofo como cronista de las víctimas: del historicismo a la memoria

AutorAlberto Verón Ospina
Páginas160-169

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Ver nota 1

1. El tiempo

Existe una concepción de tiempo que ha terminado enseñoreándose como ideología dominante. Para esta concepción, el hombre se encuentra amarrado, sometido a un modelo de tiempo lineal y continuo con el cual pareciera imposible romper ataduras. Habitamos la historia como inquilinos o presos de una continuidad donde la repetición y la aspiración a la perfectibilidad de lo mismo son las dosis que sostienen nuestra existencia. Pero, ¿es el tiempo la repetición de lo mismo? O, ¿puede plantearse la historia como la liberación de ese tiempo de la repetición?

Hemos calificado a esa concepción de tiempo homogénea y vacía de Occidente como una dictadura, que está presente y florece a la base de las concepciones políticas y filosóficas que ocuparon parte de las preocupaciones de Walter Benjamin: en el caso político estuvo la social-democracia2y en el segundo caso la idea de progreso.3En ambas se expone una concepción

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lineal, y ascendente, de un orden del mundo que considera las sociedades democráticas, liberales y de libre mercado como los modelos de mayor conveniencia para la humanidad.

Benjamin detectará esta tiranía del tiempo y propondrá un modo de conciencia revolucionaria que considera un salto en el continuum de la historia. El tiempo al que se refiere es una semilla «preciosa pero insípida»4que se encuentra al interior de lo que se aprehende históricamente. Se trata de un tiempo mesiánico; concepción que Marx hace secular gracias a la idea de «sociedad sin clases».5Esa conciencia revolucionaria se nutre de una fuente común de la cual abrevan el marxismo y el judaísmo, el socialismo y la utopía mesiánica.6Al instante vacío y cuantificado Benjamin le opone un «tiempo-ahora» entendido como demostración mesiánica del acontecimiento. El tiempo mesiánico del judaísmo, en el cual cada segundo es la pequeña puerta por donde puede entrar el Mesías, se transformará en el modelo de una concepción de la historia que evita la complicidad con aquella otra concepción historicista a la que se siguen ateniendo los políticos, principales actores del teatro de la historia universal en nuestros días.

¿Pero de dónde viene este malestar de Benjamin con la historia? En su artículo «El tiempo como interrupción de la historia»7Reyes Mate rastrea la idea de temporalidad que se fermenta en Walter Benjamin. Explicar esa concepción del tiempo le permitirá a éste constituir su propio discurso acerca del pasado y de la memoria. La lectura que de Benjamin realiza Reyes Mate le favorece denunciar cómo el sufrimiento de las víctimas enterradas en el olvido contiene una fuerza mesiánica capaz de alterar el presente. La importancia y sutileza de este desarrollo no se alcanzaría a captar sin revisar el papel que tiene el tiempo sobre las distintas filosofías de la historia en Occidente, muy en especial la perspectiva que se conoce como historicismo.

2. El historicismo

Reyes Mate, leyendo la Tesis XVI de Walter Benjamin, nos propone dos definiciones: al historicismo...

[...] podemos representarlo como una foto fija del pasado, siempre igual a sí mismo por mucho que cambie el sentido que cada visitante le da, el materialismo histórico podemos definirlo como el lugar de una experiencia única entre el historiador y el pasado porque el conocimiento que produce brota de un sujeto cargado con su fardo de necesidades y de un pasado oculto que solo se manifiesta en el instante de peligro. Son dos visiones del pasado antagónicas con consecuencias políticas diametralmente opuestas.8Entre las figuras más representativas de la escuela del historicismo las bibliografías citan los nombres de los alemanes Leopoldo Von Ranke, Friedrich Meinecke, Ernst Troeltsch y el italiano Croce. La visión historicista reconstruye lo grande y lo aparatoso. Es una historia estructural concebida como proceso de acumulación en el largo plazo, con múltiples estratos (territorio, demografía, intercambio, instituciones, mentalidades) que permiten

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aprehender las coordenadas globales de una época aunque deje poco lugar a la subjetividad de los hombres y de las mujeres que hacen la historia.

Según la visión historicista,9el pasado está a la espera de ser descubierto por el historiador. El pasado no cambia, y una buena investigación histórica debe rescatar ese pasado con todo lo que fue en su verdad. En el caso del historicismo del siglo XIX, éste reivindica la confianza y el compromiso de todas las clases sociales con la idea de patria. Construye la historia a partir de los monumentales relatos de las naciones y de los grandes personajes.

Con el historicismo se incuba una reacción en contravía de los grandes relatos de la filosofía moderna de la historia. Relatos más comprometidos en la tarea de elaborar juicios sobre el pasado y de adoctrinar sobre el presente que de atreverse a interpretarlo. Esos grandes relatos pierden de vista la realidad, las tradiciones particulares, lo constante a lo largo de los tiempos. De ahí la decidida voluntad de los historicistas por hacer ciencia histórica con una doble finalidad: conocer la verdad y que nada se pierda. También está el convencimiento historicista de que en la continuidad, en la permanencia de lo particular, en la tradición rectamente entendida se desvela la verdadera historia. Pues bien, eso, precisamente eso, hacer de la historia una ciencia y entenderla como el encuentro o continuum del presente y del pasado, es lo que convierte al historicismo, a los ojos de Benjamin, en la ideología del presente que es la de los vencedores.

3. Benjamin y el historicismo

El método historicista produce empatía, desidia, acedia, tristeza. Su método está en empatía con el vencedor. El que vence y domina hoy es heredero de quienes al vencer encabezan el cortejo de los triunfadores; esos mismos que exhiben como trofeo el patrimonio de los vencidos son los que también buscan congelar su imagen a futuro, para que así el congelado, la quietud producida, continúe ejerciendo poder. El historiador materialista contempla con espanto el origen de todos esos bienes que tras su factura conservan la servidumbre anónima de quienes fueron sus contemporáneos. Por eso una nueva tarea para el historiador benjaminiano consiste en cepillar la historia a contrapelo. Tomar distancia de los documentos a los que se acerca, pues entiende que todo documento de cultura resulta también un documento de barbarie, y ese proceso de barbarie se trasmite, se hereda. Para un hijo de la escuela materialista como Benjamin la posibilidad de saber del pasado tiene que ver con que nos adueñemos de la imagen histórica que, en vez de permanecer congelada, brilla de manera fugaz.

Para Benjamin los mecanismos de la historia se ponen en juego desde aspectos tan complejos como las relaciones sociales de producción y los mecanismos económicos, hasta las experiencias concretas de aquellos individuos sin-nombre. De allí que resulte sospechosa la empatía del historiador del presente con el pasado; sobre todo el pasado que se representa en aquellos personajes vencedores. Si al historiador le llaman tanto la atención los vencedores, es porque también éste aspira a formar parte de la misma zaga; salvo que pretenda abiertamente realizar un cuestionamiento de éstos.

Sobre el historicismo vuelve una y otra vez Benjamin en sus tesis XVI y XVII. Ahí subirá el tono de la crítica. El historicismo se ha engolfado en un concepto rígido del pasado que está ahí a merced de cualquier lector, que semejante a la ramera en el burdel dice y hace aquello que quien la alquila solicite. Por eso compara la idea historicista de pasado con una meretriz que por dinero está siempre presta a alquilar su cartel más representativo, el «érase una vez». La pretensión de conocer el pasado como realmente ha sido -«érase una vez»-

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acaba siendo un tópico que cada generación puede alquilar a bajo precio. «La ciencia histó-rica manipula el pasado a placer».10Benjamin prosigue la ruptura con el historicismo pero, a diferencia de Nietzsche, encontrará en la perspectiva judía un resguardo del nihilismo. Nietzsche había enfrentado también al historicismo en el siglo XIX, pero Benjamin en su batalla no acudió a Grecia sino a la escatología, a la concepción mesiánica del judaísmo, apareciendo en su horizonte la urgencia de impugnar al tiempo continuo del capitalismo, por medio de una discontinuidad que introduce la posibilidad de romper el ciclo de repeticiones de la injusticia. El tiempo que llega se manifiesta en la historia, articula el pasado, no con la pretensión de entenderlo como verdaderamente fuera de éste, sino con el fin de adueñarse de un recuerdo tal como éste relampaguea en un instante de peligro»11 -escribe Benjamin.

4. Génesis de la memoria en Reyes Mate

Reyes Mate ha desarrollado una de las astillas que tanto aportó Benjamin en su nueva teoría del conocimiento: la crítica a la historia como continuo. Reyes Mate ahonda en este camino, sintetizando al pensador alemán de la siguiente manera: a) la autonomía del pasado; b) la memoria y no la ciencia que aprehenden ese pasado; c) el primado de la política en tanto construcción del presente, por encima de la historia entendida como sola reconstrucción de los hechos.12Los muertos y las víctimas que están encerrados en el pretérito son redimidos o pueden continuar condenados a la invisibilidad dependiendo de la hermenéutica con la cual nos acerquemos. La memoria es una manera hermenéutica de llegar a ese pasado y para esta el testimonio es su fuente principal. Con la memoria el historiador benjaminiano construye o dota de sentido el presente, a diferencia del historiador convencional que se conforma con la reconstrucción de los hechos pasados. El...

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