Filosofía, Política, Derecho. Escritos seleccionados
| Autor | José García Añón |
| Cargo | Universitat de València |
| Páginas | 446-452 |
Garzón Valdés, Ernesto, Filosofía, Política, Derecho. Escritos seleccionados. Edición de Javier De Lucas, Universitat de València, Valencia, 2001.
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El profesor Ernesto Garzón Valdés fue investido como doctor honoris causa por la Universitat de València, junto a sir John Elliot, el 12 de noviembre de 1998. Este libro, que forma parte de la colección honoris causa de esta Universidad, recoge además de su curriculum vitae y publicaciones, una selección de sus trabajos y las intervenciones del acto de investidura: la laudatio del profesor Javier De Lucas y la lectio «Sobre la ignorancia» del investido.
La lectura del libro logra que uno se reconcilie con la propia vocación universitaria, con la que casi constantemente nos peleamos por las decepciones e ingratitudes que se producen en el camino, por cuestiones que no tienen que ver con la propia idea de Universidad. Hay tres razones por las que el libro logra este cometido. Primero, porque aquí aparece reflejada la función y el papel del intelectual en nuestra sociedad, que el profesor Garzón representa en su trayectoria vital y científica. Segundo, por la propia lección en la que se analizan los conceptos de ignorancia, que nos hacen reflexionar sobre nuestra condición personal y académica. Y tercero, por los textos escogidos por el profesor De Lucas, en los que se plantean cuestiones que interpelan al Derecho, a la Filosofía y a la Política, y que permanecen de actualidad. Voy a referirme brevemente a estas tres razones.
En primer lugar, como recuerda el profesor Javier De Lucas en la laudatio: «la misión del intelectual es desenmascarar los mitos que encubren la injusticia y la arbitrariedad de la sociedad que le ha tocado vivir» (p. 22). Este marco ya es suficiente para una reconciliación. En la laudatio (pp. 15-22) se reflejan los motores en la trayectoria del profesor Garzón que son cuestiones centrales en la manera en la que hay que conocer el Derecho, y la finalidad de nuestras disciplinas: la filosofía jurídica y política. Podríamos concretarlos en tres: el papel del filósofo del Derecho, la actitud del docente y la función de la Ciencia del Derecho.
El papel del filósofo del Derecho, que se refleja en las actitudes del profesor Garzón, es el de ser «mediador», ser «constructor de puentes que permitan el conocimiento, el diálogo entre las comunidades científicas... [de manera] que abre caminos para que otros los transiten y con ello construye sociedades abiertas» (p. 18). Así, la reflexión crítica de la Filosofía del Derecho como conocimiento del Derecho no supone entenderla como fundamento último de los demás saberes, como «acomodador» (Platzanweiser) de las demás Ciencias. Se trata más bien de resaltar la función de «guarda-espacios» (Platzhalter) para la promoción del surgimiento de ideas creativas en las diversas áreas culturales, científicas, sociales, políticas...; y la función de «interprete mediadora» entre los distintos ámbitos de la vida y la cultura, sin por ello renunciar al papel de guardián o «protector» (Hüter) de la racionalidad1.
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La actitud del docente debe partir de la premisa de que la filosofía, no puede enseñarse, porque el único criterio de esta enseñanza consiste en enseñar a hacer filosofía. A filosofar, o sea, a pensar por sí mismo2. Como recuerda el profesor De Lucas en la cita del «Manifiesto de la juventud universitaria a los hombres libres de Suramerica» (1918): «la autoridad ... no se ejercita mandando, sino sugiriendo y amando: enseñando.» Y utilizando la propuesta de Kant: «lo que se espera de un profesor es que forme en sus estudiantes primero el entendimiento, luego su razón y por fin que haga de ellos sabios... para eso no debe enseñar pensamiento, sino enseñar a pensar.»
La filosofía debe entenderse como un proceso, como un ejercicio, y no como un resultado, porque la propia actividad filosófica implica «estar siempre en guardia»3. La Filosofía es un camino, un proceso de búsqueda de la verdad: su verdad es estar en camino, más que llegar. En este sentido «la Filosofía, y ésta sería después de todo la única forma de justificarla, no debería creerse ya en la posesión de lo absoluto, incluso debería excusar el pensar en ello para no traicionarlo, y pese a todo, no apartarse ni un ápice del concepto enfático de verdad. Esta contradicción es su elemento.» 4
En definitiva, la función de la Ciencia del Derecho es la de proporcionar «herramientas conceptuales (...) que nos permiten crear modelos adecuados para esa particular función que es la propia de la filosofía práctica, de la filosofía del derecho, moral y política (...) pues alcanza su sentido sólo en el punto en que muestra aptitud para evaluar, orientar, justificar adecuadamente las prácticas, las normas y las instituciones sociales concretas.» (p. 20). Como señalaba el propio profesor Garzón en el prólogo a otro de sus trabajos: «Este interés por los esquemas conceptuales explica quizás mi predilección por los artículos y mi resistencia a escribir voluminosos libros. Una vez que se tiene el esquema conceptual (lo que suelo llamar la «parrilla»), la adición de datos me resulta una tarea más bien aburrida (que ni siquiera proporciona el placer de la carne sobre la parrilla, para continuar con la metáfora pampeana). Hasta qué punto he logrado construir buenas «parrillas conceptuales» es algo que juzgará el lector.»5
Estas líneas de actuación han llevado al profesor Garzón a ocuparse en su obra de los problemas con los que se enfrenta el Derecho, de problemas de difícil solución que son un desafío tanto para el docente como el investigador. Como señala el profesor De Lucas en la laudatio se pueden dividir sus trabajos en dos tipos de preocupaciones (p. 21): «En un primer momento ... se centran en la crítica al derecho natural, la recepción de la filosofía analítica en la filosofía...
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