Filias y fobias ante la imagen poliédrica cambiante de la inmigración: Claves en la comprensión del racismo y la xenofobia

AutorM.ª Ángeles Cea D'ancona
CargoUniversidad Complutense de Madrid
Páginas39-59

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La inmigración, como cualquier fenómeno social, presenta una imagen poliédrica. Imagen con variedad de ángulos y de planos que pueden converger en expresiones de xenofobia, pero también de su anverso, la xenofilia; además de posicionamientos matizados dentro de la escala ininterrumpida que definen las fobias y las filias. En su modelación adquiere un elevado protagonismo la actuación de los medios de comunicación, las caras que de la inmigración destaquen y como dibujen la noticia. Si bien el crecimiento ininterrumpido de la inmigración habido en España durante la última década afecta a que la modelación esté cada vez más mediada por la experiencia de convivencia particular que establezcan autóctonos y foráneos.

Este artículo quiere ofrecer una visión panorámica y sintética de los diversos factores que confluyen en la génesis y extensión de la xenofobia. Factores que se confrontarán con datos de encuesta para dilucidar su vigencia en el contexto sociotemporal actual. Para ello se recaban datos que proceden de tres estudios recientes. Dos han sido financiados por el Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia (OBERAXE), y se encuentran publicados en sendas monografías de 2007 (Inmigración, racismo y xenofobia en la España del nuevo contexto europeo) y 2008 (Evolución del racismo y la xenofobia en España). Otro, ya a término, ha sido financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia (SEJ2005-00568 -Proyecto MEXEES: «La medición de la xenofobia en la España de comienzos del siglo XXI»). Este último indaga en los ejes principales que articulan los discursos xenófobos (y xenofílicos), su consonancia con las teorías existentes, y la metodología de encuesta que más se adecua a su medición. Metodología cuya efectividad dependerá de los indicadores de xenofobia que se empleen, el formato que éstos adopten en el cuestionario y su ubicación; sin desatender los errores debidos a la no respuesta y al método de encuesta aplicado.

La presente andadura arranca por el trazado de la evolución de las actitudes ante la Page 40 inmigración que reflejan encuestas realizadas en España por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). A su exposición sigue el análisis de los factores que convergen en la explicación de la xenofobia y su consiguiente reflejo en datos de encuesta. El artículo concluye con la sinapsis de discursos ante la inmigración y su expresión de xenofilia y de xenofobia.

La evolución de las actitudes ante la inmigración

En 1990 el CIS inicia una serie de encuestas sobre inmigración, racismo y xenofobia que concluye con las encuestas encargadas por OBERAXE en 2007 y 2008 (ésta última actualmente en curso). La primera encuesta (de 1990) presentó graves errores de grabación, que dificultaron un análisis pormenorizado. No obstante, la permanencia de unos mismos indicadores en las encuestas posteriores ha permitido seguir la evolución de las actitudes ante la inmigración, al compás que crecía la presencia de la población extranjera en España. Dicha evolución queda recogida en el gráfico 1. En él las actitudes se clasifican de tolerancia, ambivalencia y de rechazo a la inmigración, de acuerdo con la tipología que resulta de la articulación de tres técnicas analíticas multivariables (factorial, de conglomerados y discriminante), que se aplican en la conjunción de la totalidad de los indicadores de racismo y de xenofobia presentes en cada encuesta1. La comparabilidad es mayor en las encuestas realizadas hasta mayo de 2004, al compartir los mismos indicadores, aunque no siempre sea en su totalidad. El barómetro de noviembre de 2005 incorpora indicadores de la Encuesta Social Europea 2002-2003, que se suman a otros tradicionales en las encuestas del CIS. Las nuevas incorporaciones restan comparabilidad a la tipología de actitudes que se obtiene en 2005 con respecto a las encuestas que la preceden. Al igual sucede con la encuesta de Actitudes ante la discriminación por origen racial o étnico, de septiembre de 2007, que encarga OBERAXE, y que mantiene indicadores antes utilizados por IESA (Instituto de Estudios Sociales Avanzados) en las dos encuestas telefónicas que realiza para el Observatorio en 2005 y 20062. De modo que los análisis comparativos más precisos quedan circunscritos a las encuestas que el CIS ejecuta entre marzo de 1993 y mayo de 2004, porque en ellas están presentes iguales indicadores de racismo y xenofobia.

Atendiendo a los sondeos comparables de 1993 a 2004, en el gráfico 1 puede observarse que el rechazo a la inmigración se aminora a partir de 1993 y hasta 1996. En esta última encuesta se registra el menor porcentaje de xenofobia manifiesta hasta la fecha. Exactamente un 8% de los 2.493 españoles de 18 y más años a los que se pregunta quedan clasificados como reacios a la inmigración. Desde esa encuesta arranca el ascenso progresivo y continuado de la xenofobia manifiesta, coincidiendo con el aumento exponencial de inmigrantes en nuestro país. De un 10% de reacios contabilizado en el barómetro de febrero de 2000 se llega al 32% en mayo de 2004. Los incrementos más elevados, entre dos fechas de encuesta, se produjeron en los barómetros de febrero de 2001 (que se sitúa en el 19%) y de mayo de 2002 (que se eleva al 28%). En ambas ocasiones el ascenso fue de nueve puntos porcentuales (con respecto al sondeo precedente). De sus desencadenantes se hablará en el punto 3, cuando se expliquen los factores coadyuvantes de xenofobia.

El gráfico 1 muestra asimismo que el crecimiento del rechazo a la inmigración se debe principalmente a descensos de la ambivalencia. La excepción es el barómetro de noviembre de 2005, cuando la tolerancia se reduce al Page 40 24%, mientras que en el barómetro de mayo de 2004 ascendía al 39%. Descenso de la tolerancia que responde más a la peculiaridad de los indicadores que conforman la encuesta de 2005. En esta ocasión los nuevos indicadores que se incorporan acaban mostrando menor vulnerabilidad al sesgo de la deseabilidad social que los indicadores tradicionales del CIS que se incluyen (Cea D´Ancona, 2009).

En la encuesta de 2007 el ascenso del rechazo de nuevo coincide con la aminoración de la ambivalencia. Pero, antes de avanzar en la comprensión de la xenofobia, detengámonos en el rechazo, en cómo éste queda definido en las encuestas.

GRÁFICO 1. EVOLUCIÓN DE LAS ACTITUDES ANTE LA INMIGRACIÓN

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La exteriorización del rechazo a la inmigración

El rechazo a la inmigración queda exteriorizado (en las encuestas del CIS) en la convergencia de las siguientes manifestaciones principales:

1) La negación a conceder derechos sociales y de ciudadanía a los inmigrantes. En especial los derechos de sufragio (más en el caso de las elecciones generales que en las municipales) y a obtener la nacionalidad española, además del derecho a la reunificación familiar. Este último pierde apoyo de manera notoria en la encuesta de 2005, cuando un 73% de encuestados se decantan por el acuerdo, mientras que en 1996 el porcentaje ascendía al 81% (y ello a pesar del formato dicotómico de la pregunta que propicia el acuerdo o la respuesta que se valora políticamente correcta).

2) No ansiar la convivencia con inmigrantes en los distintos ámbitos sobre los que se pregunta: relaciones vecinales, laborales y de amistad. En general puntúan bajo tanto en la valoración de la sociedad multiétnica y pluricultural como en la simpatía expresa hacia los inmigrantes de nacionalidades diferentes.

3) Reclamar el endurecimiento de las políticas migratorias, aunque la palabra «control» cada vez esté más presente cuando se habla de inmigración. Si hasta febrero de 2000 siete de cada diez Page 42 encuestados opina que ha de facilitarse la entrada sólo a los inmigrantes que tengan un contrato de trabajo, a partir de junio de 2002 la proporción asciende a nueve de cada diez. Ello motiva que este indicador pierda el poder discriminatorio que antes tuviera en la configuración de las actitudes ante la inmigración, porque es compartido por personas distintamente posicionadas en la escala de xenofobia. Lo mismo no es extensivo a indicadores relacionados con la expulsión de inmigrantes. Ésta recaba mayor aprobación entre las personas que se manifiestan reacias a la inmigración. Al igual sucede con la actuación respecto a los refugiados políticos y a la regularización de inmigrantes. El posicionamiento en contra está más concentrado entre los reacios a la inmigración.

4) Compartir la imagen tópica negativa de la inmigración que la relaciona con el aumento de la delincuencia y el empeoramiento de las condiciones laborales. En especial, el aumento del desempleo y el descenso de los salarios. La imagen negativa de la inmigración excede al reconocimiento de sus beneficios, ya sea en los ámbitos económicos, ya en los demográficos o en los culturales. En la encuesta de 2007 los reacios sobresalen por compartir una imagen lesiva de la inmigración que la relaciona con el deterioro de la calidad de los servicios públicos: educación, sanidad y el acaparamiento de los recursos públicos (Cea D´Ancona y Valles, 2008a).

5) Rechazar que en España exista discriminación étnica hacia los inmigrantes. Negación que se traduce en su posición en contra de la ampliación de derechos a los inmigrantes. Desde su óptica, a los inmigrantes se les da un buen trato y acaban acaparando la generalidad de las ayudas públicas; y ello en menoscabo de la población autóctona.

6) Otorgar una valoración positiva a los partidos políticos de ideología xenófoba.

7) Menospreciar los actos de violencia contra los inmigrantes. En la encuesta de 2007 los reacios se distinguen por no apoyar que se penalice la pronunciación de insultos racistas en espacios públicos.

8) Temer el asentamiento de los inmigrantes, siendo en consecuencia contrarios a las políticas de reunificación familiar.

En el barómetro de noviembre de 2005 los reacios a la inmigración quedan menos caracterizados por el rechazo a la concesión de derechos sociales y de ciudadanía a los inmigrantes, y más por: 1) Su menor receptividad a la pluralidad cultural, siendo quienes más defienden la conveniencia de la homogeneidad cultural; 2) La asunción de los efectos negativos de la inmigración en el mercado laboral; 3) La clara defensa de una política inmigratoria muy restrictiva y favorable a la expulsión o repatriación de inmigrantes; 4) La aceptación instrumental del inmigrante. Aunque reconozcan que los inmigrantes «cubren trabajos necesarios», apenas tienen relación de amistad con ellos (Cea D´Ancona, 2007).

Dos años después, en la encuesta de septiembre de 2007, que igualmente introducen variaciones en los indicadores de racismo y xenofobia, el rechazo a la inmigración queda sobre todo configurado por: 1) La expresión de simpatía condicional a los inmigrantes, que se manifiesta en la justificación de reacciones racistas por ataques de inmigrantes; 2) La no aceptación de la convivencia con ellos; 3) El compartir la lesividad de la inmigración; es decir, sus efectos negativos en el deterioro de la calidad de los servicios públicos (educación, sanidad), junto a la acaparación de los recursos públicos. Desde su óptica, «los inmigrantes perciben más de lo que aportan» (Cea D´Ancona y Valles Martínez, 2008a).

Respecto al perfil sociodemográfico que caracteriza a las personas que en las encuestas se manifiestan reacias a la inmigración, predominan:

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1) Varones hasta el barómetro de mayo de 2004; en las realizadas en 2005 y 2007 ascienden las mujeres. Si bien, la variable sexo continúa, en si misma, mostrando un efecto limitado en la exteriorización de la xenofobia.

2) Personas de edad avanzada (mayores), exceptuando los años de mayor xenofobia manifiesta (1993 y 2004), cuando aumenta la presencia de jóvenes entre los reacios a la inmigración.

3) Nivel educativo medio-bajo. Más bajo en los años de menor xenofobia (1996 y 2000). En aquellos de cifras más altas (1993 y 2004), aumenta el nivel educativo promedio de los reacios situándose en el nivel medio, porque aglutina un porcentaje mayor de población.

4) Se posicionan hacia la derecha en la escala de ideología política. Más extrema en los años de menor xenofobia (1996 y 2000).

5) Se autoconsideran de clase social media-baja. Son quienes más se hallan en situación de competencia con la población inmigrante, tanto para acceder a puestos de trabajo como a prestaciones públicas.

6) Predominan católicos practicantes. En general, los grupos de población más conservadora de sus tradiciones y contraria a los cambios sociales.

7) Residen principalmente en municipios rurales3 y/o semiurbanos. Aunque ha de precisarse que los efectos debidos a la variable tamaño de hábitat están supeditados al perfil sociodemográfico de sus habitantes. Se debe a la notoria incidencia mostrada por variables clave como la edad, el nivel de estudios y demás indicadores de posición social, aparte de los correspondientes al componente de mentalidad: ideología política y práctica religiosa. A lo cual ha de añadirse la experiencia de convivencia diaria con inmigrantes en municipios y barrios de desigual densidad de población.

En la interpretación del perfil del reacio a la inmigración ha de valorarse además el efecto debido al instrumento de medición: la encuesta. En ella se observa que las personas de mayor nivel educativo son las más proclives al sesgo de la deseabilidad social (Schuman y Presser, 1981/1996; Krosnick y Alwin, 1987; Narayan y Krosnick, 1996; Ross y Mirowski, 1998; Krysan, 1998). Se debe a que son quienes más pueden percibir la intencionalidad de la pregunta y las más interesadas en no mostrarse racistas o xenófobas; sobre todo cuando han de responder la pregunta ante un entrevistador (Krysan, 1998). Este efecto se aprecia cuando se comparan las respuestas dadas a indicadores directos de xenofobia con indirectos (Cea D´Ancona, 2004, 2005, 2007, 2008a, 2009). Mayor en los primeros y más tenue en los segundos, al quedar en ellos camuflada la intencionalidad de la pregunta. A esta misma conclusión llegó Hesselbart (1975), en su análisis de la sociedad norteamericana: los estereotipos raciales son menos asumidos por las personas de nivel educativo más alto en los indicadores directos de racismo que en los indirectos. O como dijeran Kinders y Sears (1981: 406), que «las encuestas muestren un descenso significativo de las respuestas racistas de los blancos más educados no quiere decir que necesariamente ese racismo haya disminuido, sino que éste puede haber aprendido a responder de otra manera y a cumplir las normas de la deseabilidad social». Racismo que, en su opinión, se ha transformado en Page 44 racismo simbólico, aunque siga habiendo restos del racismo tradicional4.

La explicación del racismo y la xenofobia

En la explicación de la xenofobia son varios los factores que confluyen, ya nos circunscribamos a conclusiones de investigaciones teóricas y empíricas, ya al decir de la población cuando se le pregunta por inmigración y xenofobia. Comencemos por describir el estado de conocimiento actual en su explicación. Los factores que más se referencian cabe resumirlos en ocho fundamentales:

1) La consideración de la inmigración como problema social, sobre todo cuando se estima de difícil solución. Ver, por ejemplo, que pese a la aplicación de medidas coercitivas para frenar la llegada de inmigrantes irregulares, su flujo no cesa. Estudios como el realizado en Grecia por Triandafyllidou y Mirakis (1995) explican el crecimiento de las actitudes xenófobas atribuyéndolo a una mala gestión de la inmigración irregular de países ajenos a la Unión Europea. Como Weiner (1999: 387) afirma, «un flujo incontrolable de inmigrantes ilegales y de refugiados se percibe más amenazante que si el mismo número entra a través de un proceso de inmigración regularizada».

Atendiendo a los datos de encuesta, la inmigración se posiciona como el problema principal de España precisamente en el barómetro del CIS de septiembre de 20065, el inmediatamente posterior a la llamada «crisis de cayucos de Canarias». Aunque durante ese año llegaron a Canarias un total de 31.245 personas en cayucos (subsaharianos, senegaleses y algunos asiáticos)6, el clímax se alcanzó durante el mes de agosto, cuando las imágenes de cayucos acaparaban los noticiarios de televisión, radio o prensa escrita. Ilustrativo fueron titulares de prensa como: «Canarias se declara desbordada ante la mayor avalancha de inmigrantes. Más de 1.200 subsaharianos han llegado entre el viernes y el domingo a bordo de 14 embarcaciones y se espera que la avalancha prosiga. El gobierno autonómico se plantea incluso pedir ayuda a la ONU» (El País, 21 de agosto de 2006); o, «Hay cien mil africanos que esperan en Senegal para cruzar a Canarias» (ABC, 20 de agosto de 2006). Hubo incluso titulares de prensa que vinculaban la llegada de inmigrantes irregulares y el aumento de la delincuencia: «España ha recibido 35.000 inmigrantes por mar este año, el triple que en 2005. Los datos de la Policía confirman que 2006 ha roto todas las estadísticas migratorias. Por delitos se detuvo a 139.000 extranjeros» (ABC, 8 de noviembre de 2006). Se subrayan los términos «desbordada» y «avalancha» para resaltar su continuo empleo en los medios de comunicación, con el consiguiente calado en la opinión pública como se verá con posterioridad. Ambos términos fomentan la llamada «psicosis de la invasión» (Valles, Cea e Izquierdo, 1999: 43). A ella también se refiere Pajares (2005: 47) cuando destaca que «el discurso de la invasión ha calado en los medios de comunicación que aun tratando, en muchos casos, de no dar una imagen negativa de la inmigración, no dejan de utilizar expresiones que la presentan como un asunto compulsivo, de avalancha, como algo que nos viene encima como un alud».

A la pregunta tradicional de los barómetros del CIS, «¿Cuáles son, a su juicio, los tres Page 45 problemas principales que existen actualmente en España?», la mayoría de los encuestados en septiembre de 2006 respondió inmigración. Exactamente aglutinó el 59% de las respuestas, desplazando a la segunda posición el hasta entonces más nombrado: el paro (42%). En el barómetro de julio de 2006, el paro seguía en primera posición (47%) y la inmigración ocupaba el segundo puesto (36%)7, donde se situaba desde el barómetro de octubre de 2005, como muestra el gráfico 2. En el barómetro de octubre de 2006, la inmigración se mantiene en primera posición (49%), aunque reduce su distancia respecto del paro (41%) a ocho puntos porcentuales. En noviembre, los dos obtienen igual porcentaje de menciones (40%). En diciembre, el paro vuelve a situarse en primer lugar (42%), apenas cuatro puntos por encima de la inmigración (38%). En los dos barómetros que siguen, de enero y febrero de 2007, tras el atentado terrorista del 30 de diciembre de 2006 en la terminal 4 (T4) del aeropuerto de Barajas (en Madrid), el terrorismo pasa a ocupar el primer lugar del ranking (45 y 42% de respuestas), mientras que la inmigración retorna a la tercera posición (35 y 33%).

GRÁFICO 2. EVOLUCIÓN DE LOS CINCO PROBLEMAS PRINCIPALES DE ESPAÑA (Barómetros del CIS de diciembre de 2004 a diciembre de 2006)

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Altibajos en la consideración de problema que reafirma lo ya dicho por Sampedro (2000: 99): «Los temas señalados en las encuestas como los más importantes coinciden con los que reciben atención mediática, a su vez fijada por los grupos políticamente dominantes. ¿Podría ser de otro modo?». O, como señalaran Igartua et al (2006: 6), «la cobertura informativa sobre el tema de inmigración puede constituir un factor explicativo de la percepción de la inmigración como problema e, indirectamente, ser fuente de prejuicios y de estereotipos hacia los inmigrantes»8.

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2) La percepción de la inmigración como amenaza al status quo alcanzado. Afecta tanto a los autóctonos como a los inmigrantes establecidos en el país receptor. En eurobarómetros, como el realizado por SORA (2001) en la primavera del 2000 (EB. 53: Attitudes towards minority groups in the European Union), resalta la manifestación de actitudes negativas hacia las minorías étnicas por parte de miembros de dichas minorías. Se explica por el temor a perder la posición social que, con bastantes dificultades, finalmente han alcanzado y que creen amenazada por la llegada de nuevas oleadas de inmigrantes. «Una situación más precaria en el trato y en todo», afirma un vigilante jurado ecuatoriano entrevistado en el proyecto MEXEES; o «al venir todos a lo mismo, es como una competencia del día a día», esta vez de voz de un comerciante dominicano afincado en España desde hace casi seis años.

La percepción de amenaza afecta a:

  1. La situación laboral. El temor al empeoramiento de las condiciones laborales (pérdida de empleo, descenso de los salarios), a que crezca la competencia por el empleo, a que haya «menos queso que repartir», debido al desequilibrio entre una oferta limitada y decreciente frente a una demanda que se incrementa. Temor que se exterioriza en aseveraciones tipo: «Nos quitan el trabajo»; «Trabajan por menos dinero»; «Ocupan un trabajo que a mí no me dan, porque trabajan por menos dinero» (Cea D´Ancona y Valles Martínez, 2009); con el temor a que el problema se intensifique al cambiar el ciclo económico. Temores compartidos también por los inmigrantes, cuando prevén que el flujo de inmigrantes no cesará; no cuando describen su situación actual ocupando trabajos que los españoles no quieren realizar. Por lo que niegan que sean una «amenaza». Incluso les provoca irritación o sorna oír dichos comentarios que, en su opinión, no concuerdan con la realidad de la que ellos participan.

    Las encuestas del CIS describen una opinión pública que cada vez más comparte estos estereotipos clásicos que tradicionalmente han alentado el discurso contrario a la inmigración. Discursos que adquieren mayor virulencia en épocas de recesión económica y cuando afecta a puestos de trabajo que interesen al autóctono. Aunque ocho de cada diez encuestados en 2007 reconoce que «los inmigrantes desempeñan trabajos que los españoles no quieren hacer» (en proporción similar desde 1996), siete de cada diez asume que «al aceptar sueldos más bajos, los inmigrantes hacen que bajen los salarios». Porcentaje este último que supera en siete puntos al recogido en la anterior encuesta de 2004; y en veintisiete, al registrado en el año 2000. Por lo que parece que aumenta la responsabilidad que se atribuye a la inmigración en el descenso de los salarios y que, por otra parte, no logran desdecir estudios recientes9. El gráfico 3 reco-Page 46ge la evolución de la percepción (en los autóctonos) de los efectos de la inmigración en el mercado laboral en las siete encuestas del CIS que incluyen los tres indicadores que ahora se analizan. Para ayudar a la comparabilidad de las respuestas, los porcentajes se han calculado sobre el total de personas que respondieron a la pregunta, dada la elevada no respuesta que registran las encuestas de 1991 y 1993 (20 y 16%, respectivamente, frente al 8% que se alcanza en la encuesta de 2007 en este indicador). De no proceder así se estarían sesgando comparaciones porcentuales de respuestas concretas; en esta ocasión, la evolución del porcentaje «de acuerdo».

    GRÁFICO 3. EVOLUCIÓN DEL ACUERDO DE LOS EFECTOS DE LA INMIGRACIÓN EN EL MERCADO LABORAL EN LAS ENCUESTAS DEL CIS DE 1991 A 2007 (porcentaje sobre total de respondientes)

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  2. El acceso a derechos sociales, como la atención sanitaria, la educación (plazas en centros de enseñanza públicos, guarderías, becas de comedor, para libros,..), la vivienda (en propiedad o alquiler) y, en general, a las prestaciones comunes del Estado de Bienestar. El temor a perder la preferencia en su acceso es aliento de xenofobia. De acuerdo con Allport (1954/1977), la competencia potencia la aparición de prejuicios étnicos. Nexo explicativo que con posterioridad corroboran Walker y Pettigrew (1984), Giles y Evans (1986), O´Sullivan y Wilson (1988), Bobo (1988), Kitschelt (1995) o Quillian (1995). Es la competencia por recursos limitados lo que lleva a magnificar la presencia de inmigrantes y a pedir restricciones a su llegada e, inclusive, su expulsión (Castles y Kosack, 1973; Walker y Pettigrew, 1984; Echevarría y Villareal, 1995; Alvarado y Greedy, 1998; Virtamen y Huddy, 1998; Valles, Cea e Izquierdo, 1999; Bommes y Geddes, 2000; Solé et al. 2000; Balwin-Edwards, 2002; Bermejo, 2004). De manera especial cuando se prima el acceso de los recién llegados para favorecer su integración social; y si coincide con contextos de crisis económica y de revisión del Estado de Bienestar. En éstos aumenta la aprobación a restringir a los inmigrantes el acceso a derechos sociales frente a los autóctonos. La discrimi-Page 48nación positiva10 a favor de los inmigrantes se considera un agravio comparativo, incluso por personas que no se consideran racistas. Además caracteriza las modalidades de racismo simbólico y moderno (Sears 1998; 2005).

    El rechazo a la inmigración, y a las minorías étnicas en general, no queda tan exteriorizado por negar el acceso a derechos como por la opinión contraria a la discriminación positiva a favor del inmigrante. En el barómetro de noviembre de 2005 (el último que preguntó por el derecho de los inmigrantes a acceder a la educación y a la sanidad), el 93% de los 2.485 encuestados se mostró favorable a conceder a los inmigrantes el acceso a la educación pública gratuita (una proporción similar a la recabada en junio de 1996); y un 81% a la atención sanitaria (en esta ocasión siete puntos porcentuales menos que en 1996). La encuesta de ASEP (Análisis Sociológicos, Económicos y Políticos, S.A.) de septiembre de 2003 recoge un porcentaje similar de encuestados que se muestran favorables a facilitar el derecho a la asistencia sanitaria pública y la educación gratuita a los inmigrantes: el 86 y el 83%, respectivamente11.

    No obstante, en la encuesta CIS-OBERAXE de septiembre de 2007, el 41% de los 2.778 españoles sondeados comparte que los españoles deberían tener preferencia para acceder a la atención sanitaria gratuita; y un 54%, a la hora de elegir el colegio de los hijos. Porcentajes ambos muy llamativos, cuando se comparan con la amplia aprobación a conceder derechos sociales a los inmigrantes, como antes se viera. Porcentajes que aumentan conforme se desciende en las variables estudios, ocupación y clase social. También, cuando se asciende en las variables edad y religiosidad; y se avanzaba a posiciones más a la derecha en la escala de ideología política (Cea D´Ancona y Valles, 2008a).

    No hay novedad en ello. Algunas investigaciones cualitativas realizadas con anterioridad (Colectivo IOÉ, 1995; Pérez Díaz, Álvarez-Miranda y González, 2001; González y Álvarez-Miranda, 2005) ya apuntaban en esa dirección. La novedad tal vez esté en la fuerza que va adquiriendo dicho posicionamiento en la población española; al igual que la auto-confesión de que las acciones afirmativas (o discriminación positiva) sea causa de xenofobia, como recoge la indagación cualitativa del proyecto MEXEES (Cea D´Ancona y Valles, 2008b y 2009). Quien así se posiciona insiste en el carácter reivindicativo de los inmigrantes («exigen más derechos que los españoles») para, a continuación, negar que se sea «racista». Después se reitera lo antes dicho: que el trato tan favorable que en España se da a los inmigrantes «contribuye a que nos hagamos racistas»; «Es que se lo dan todo a los inmigrantes»; «Es que me lo están quitando a mí»; «Se están haciendo con todo»; o «Nos pisan, nos pisan»; en referencia al acceso a la sanidad, la educación, la vivienda, a las ayudas para crear un negocio. Esto último en mención expresa a inmigrantes chinos, marroquíes e inclusive colombianos («Es otro colectivo que viene con mucho dinero, también»). Se entiende la razón de que los inmigrantes «acaparan todo», por su menor nivel de renta y la aplicación de baremos que les favorecen. Lo que no se comprende es que recién llegados acaben acaparando recursos públicos a cuya financiación aún no han podido contribuir, dada su reciente incorporación a la fiscalidad pública (en el caso de inmigrantes llegados en fechas próximas). Los jóvenes destacan la aportación de sus padres, que «llevan trabajando toda la vida», pese a lo cual sus hijos son desplazados de las listas de beneficiarios. De no haber inmigrantes, ellos serían Page 49 los adjudicatarios. Argumentación que es más compartida por las personas cuyo menor nivel de renta les empuja a la situación de competencia con la población inmigrada. Quienes detentan una posición socioeconómica más elevada temen el incremento de impuestos que conllevará sufragar prestaciones públicas para una demanda creciente de posibles beneficiarios.

  3. El sentimiento de amenaza se despierta asimismo por el temor a perder la homogeneidad cultural, la identidad del país. Como sostuviesen Brücker et al. (2002: 105), «las actitudes raciales pueden derivar del gusto por la homogeneidad cultural». El origen étnico es la base del prejuicio racial y la discriminación; el grado en que esto ocurre dependerá de la distancia étnica y cultural entre los inmigrantes y la población autóctona. Binomio racismo-nacionalismo cada vez más entrelazado aunque, en palabras de Cachón (2005: 237), «ni el racismo es una consecuencia inevitable del nacionalismo, ni el nacionalismo es imposible sin la existencia de racismo». No obstante, no ha de descartarse ni en su génesis ni en su extensión. Menos si cabe en el caso español12, estudiado desde los años setenta por Douglass, desde la perspectiva del etnonacionalismo, o más recientemente ilustrado por Morón (2006). De acuerdo con Favell (2001: 24) «la inmigración ahora se concibe como un problema de orden social y los debates políticos comienzan a hablar de la pérdida de identidad nacional, los dilemas del pluralismo cultural o el problema de la sociedad multicultural».

    Aunque las encuestas sigan recogiendo un sentir mayoritario a favor de que los inmigrantes «mantengan su lengua y costumbres» (72% en 2005), el apoyo se aminora a medida que crece la presencia de inmigrantes y de culturas diversas (en 1996 el porcentaje ascendía al 81%). En el estudio cualitativo MEXEES se registra una clara preferencia por el inmigrante que se integra, por aquel que comparte lengua y costumbres, por el que se le percibe más afín. El idioma se considera clave para la integración del inmigrante: «con ellos se dialoga», «al menos te comprenden». También, su capacidad de adaptación. Si lo primero favorece a los inmigrantes de origen hispano, lo segundo perjudica a los inmigrantes musulmanes. De ellos se insiste en la «mayor distancia cultural»; su «menor predisposición a la integración»; su inadaptación («no intentan adaptarse a nuestra sociedad y forma de vida»); el aislacionismo y la autoexclusión o segregación («sólo se relacionan con moros», «no se abren al exterior»). Se culpa a la religión («demasiado extremista») y, en concreto, al «fanatismo religioso». La religión se convierte en el «problema» para su integración porque les separa de la sociedad mayoritaria. Si respecto a los latinos y a los europeos se dice que «no representan un problema», «que vengan»; de los musulmanes se afirma lo contrario. De los latinoamericanos no obstante se censura su falta de civismo y la ocupación de espacios públicos: el no avenirse a las costumbres del país13 (Cea D´Ancona y Valles, 2009).

    Obviamente, en la percepción de la inmigración como amenaza incide el número de inmigrantes y las características que les diferencian de la población autóctona. Ambos aspectos hacen que el inmigrante se vuelva Page 50 «visible» y que se llegue a pronunciar frases como: «¿Es nuestro país o estamos en otro?»o «parecemos nosotros los extranjeros».

  4. Como ya demostrara Pettigrew en 1957, las actitudes racistas se intensifican en las zonas que concentran una mayor proporción de personas de etnias o culturas diferentes. En el mismo sentido se expresa Quillian (1995: 592) quien, tras analizar el Eurobaró-metro 30, afirma que «la amenaza percibida está influida tanto por la situación económica como por el tamaño del grupo subordinado». En estudios antes realizados (Cea D´Ancona, 2004, 2007 y 2008a), igualmente se constata que el aumento de la presencia de inmigrantes, tanto la «real» como la «transmitida» por los medios de comunicación social (con el continuo goteo de noticias referidas a intercepciones de pateras o cayucos), repercute en un aumento progresivo de la xenofobia en España, a semejanza de otros países europeos. Como ilustra el gráfico 4, la progresión de la xenofobia es pareja a la presencia «real», y la «percibida», de población extranjera en España. La menor sintonía entre realidad y percepción se produce en 1993, cuando los extranjeros tan sólo representaban el 1,1% de la población residente en España (sumaban 430.422 a 31 de diciembre de 1993) y el 45% de los 2.499 sondeados por el CIS opinaban que eran «demasiados». Disonancia que llama más la atención porque coincide con un período de mayor proporción de extranjeros que más filia suscitan entre los españoles: los originarios de países de la Unión Europea. Concretamente representaban el 46,6% de la población extranjera con permiso de residencia en 199314, mientras que en 2005 su peso desciende al 20,8%. En 2007 se eleva al 38,9% por la incorporación de Rumania y Bulgaria a la Unión Europea el 1 de enero (sumando un total de 3.979.014 los extranjeros con permiso de residencia). En dicho año siete de cada diez encuestados opinan que el número de inmigrantes es «excesivo» (término que en esta encuesta reemplaza a «son demasiados», antes utilizado por el CIS)15.

  5. Además incide la distintividad étnica, cultural y conductual del foráneo. De manera especial cuando su número adquiere un mayor volumen dentro del conjunto de la población, y no cuando son minoría. A ello se suma el que pertenezcan a etnias, culturas o países hacia los que se compartan mayores prejuicios. Caso de los marroquíes en España, pero también de los rumanos y de los ecuatorianos, cuya presencia se ha visto bastante incrementada en los últimos años. Precisamente éstas son las tres nacionalidades principales de extranjeros oficiales en España. En concreto, representan el 16,3, el 15,2 y el 9,9% de los extranjeros con permiso de residencia a 31 de diciembre de 2007, respectivamente.

  6. El contexto de crisis o de recensión económica, que igualmente incrementa la percepción de amenaza y fomenta la exteriorización de fobias. Ya en 1953 Sherif y Sherif mostraron que los conflictos grupales se intensifican en circunstancias de reducción de recursos. Contextos económicos desfavorables de elevada tasa de desempleo propician la exteriorización de xenofobia. Mura (1995) explica los brotes xenófobos habidos en Italia a principios de la década de los noventa por el contexto de recesión económica en que se hallaba el país, con la repercusión consiguiente en la tasa de desempleo. Explicación que se hace extensiva a Alemania (Del Fab-Page 51

    GRÁFICO 4. CAPACIDAD RECEPTIVA ANTE LA INMIGRACIÓN

    [ VEA EL GRAFICO EN EL PDF ADJUNTO ]

    bro, 1995), pero también a España, que en el año 1993 registraba una tasa de desempleo del 11% (Cea D´Ancona, 2005)16. Tezanos y Tezanos (2003) preconizan la conversión de la inmigración en «problema social» y poblacional de mayor entidad, en los años venideros, conforme la oferta de trabajo para los inmigrantes no se acompase a la demanda creciente. Lo que incrementará la competencia por conseguir empleo, aun en peores condiciones, con el consiguiente aumento del rechazo a la inmigración.

  7. La presencia continua de la inmigración en los medios de comunicación, pero en noticias que fomenten su imagen negativa. Como sucede con las que atañen a problemas de legalidad (llegada de cayucos, implicación en actos delictivos), altercados con la población autóctona, y aquellas que destacan las diferencias culturales de la población inmigrante (el fundamentalismo religioso17, prin-Page 52cipalmente). No así cuando los medios resaltan los beneficios de la inmigración para el crecimiento económico del país, el desarrollo demográfico e inclusive su aportación cultural, ésta expuesta en términos de riqueza más que de confrontación. Este tipo de noticias contribuyen a la xenofilia, al igual que aquellas que presentan a los inmigrantes como víctimas de actos discriminatorios u otras manifestaciones xenófobas, que despiertan declaraciones contrarias a la xenofobia («¡Yo no soy así!») o, al menos, su ocultación.

    Afectan las noticias que de la inmigración transmitan, las que focalicen su atención, además de su reiteración en breves periodos de tiempo. También, cómo se expongan las noticias, los aspectos que de ellas se destaquen; quiere decir, el encuadre que se dé a la noticia, siguiendo las propuestas teóricas desarrolladas desde la perspectiva de la Attribute-Agenda Setting (Dearing y Rogers, 1996; Scheufele, 2000; Igartua et al., 2004 y 2007) y la Teoría del Framing (Entman, 1993; Tankard, 2001). Como asimismo señalara Zapata-Barrero (2004), los medios cumplen una función legitimadora (ya documentada por los trabajos de Teun Van Dijk de 1991), aparte de socializadora y gestora de la opinión pública. Los medios proporcionan argumentos para justificar discursos en torno a la inmigración y su legitimación. En consecuencia, no sólo contribuyen a la generación de estereotipos, sino también a su consolidación y desarrollo a lo largo del tiempo. En especial cuando media el desconocimiento mutuo18. De los medios se demanda, en suma, una presencia equilibrada de todo tipo de noticias y no la sobrerrepresentación de aquellas que tengan una connotación más negativa.

    A la responsabilidad de los medios en la configuración de una imagen tópica y estereotípica negativa de la inmigración se ha apuntado en estudios varios (Wilson y Gutierrez, 1985; Van Dijk, 1987, 2003; Valles, Cea e Izquierdo, 1999; Casero Ripollés, 2003; Lorite, 2004; Igartua et al., 2005, 2006; Cea D´Ancona, 2007; León, 2008). También a su efecto en la génesis y extensión del racismo y la xenofobia. Se debe principalmente a su tendencia a convertir en noticia los sucesos más alarmantes que afectan a inmigrantes (legalidad, delincuencia, conflictos de convivencia)19. En el estudio MEXEES las críticas a los medios se concentran en el tratamiento informativo que se hace de las actividades delictivas cuyos protagonistas son inmigrantes. Se censura la práctica generalizada de destacar la nacionalidad del infractor20, por-Page 53que acaba provocando el efecto, quizás no intencionado, de «criminalizar» al conjunto de los inmigrantes. Sobre todo de aquellos que comparten nacionalidad o rasgos étnicos y culturales con el transgresor de cuya actuación se informa. Pese a ser completamente ajenos a los hechos que se denuncian, al final «se tienen que chupar el maltrato o la desconfianza». Incluso la actuación de los medios llega a calificarse como «una de las cosas que más daño le pueden hacer a la convivencia de este país». «Crea una separación entre el ustedes y el nosotros» y «acaba criminalizando al inmigrante». Como declara una joven marroquí de 31 años (casada con un farmacéutico español), «lo dice un día y vale, lo dice otro y lo oyes continuamente y ya le haces una equis. No quiero saber nada con esa gente». Repercusión negativa que también reconocen autóctonos que se manifiestan abiertos a la inmigración (Cea D´Ancona y Valles, 2009).

    De los medios se dice que exageran en las formas («porque no todos los inmigrantes son iguales») y en el contenido; en los temas que acaparan su interés. Tergiversan la «realidad» («es la gran comedia del mundo») o contribuyen a que su reflejo se haga realidad. En palabras de un joven argentino de 31 años (diplomado en marketing), «si los medios de comunicación se centran en algo, eso será noticia. Pasado mañana, si se centran en otra cosa, por ejemplo en el precio de la vivienda, eso será de lo que hable la gente. Nadie se acordará de la inmigración». Aseveración que concuerda con estudios realizados por Igartua y colaboradores (2004, 2006), en los que se muestra la correlación positiva existente entre la cobertura informativa que se dé a la inmigración y su consideración como problema social.

  8. En la percepción de la inmigración como amenaza también hay que destacar el efecto de los discursos políticos, de manera especial cuando defienden el endurecimiento de la política de inmigración. El incidir en la necesidad de endurecer la política inmigratoria, de controlar o restringir la entrada de inmigrantes, potencia la creencia de que hay «demasiados» inmigrantes y propicia el rechazo a la inmigración. Más si procede de políticos de partidos afines, a los que se les otorga mayor credibilidad.

    En estudios anteriores (Cea D´Ancona, 2005 y 2007) se constata que los ascensos en la consideración de la inmigración como problema principal en España coinciden con el anuncio y/o cumplimiento de procesos de regularización de inmigrantes (2001 y 2004) o su restricción (2002): es decir, los anuncios de endurecimiento de la política inmigratoria21. Circunstancias que vienen acompaña-Page 54das de un mayor protagonismo de noticias sobre inmigración en los medios de comunicación; en especial aquellas relativas a su situación de legalidad y la necesidad de su control. El «juego de cifras», que diría Van Dijk (2003), donde éstas aparecen más en términos absolutos que en relativos para ampliar su magnitud. Además de no estar siempre debidamente contextualizadas. Lo mismo es extensible al barómetro del CIS de septiembre de 2006, el primero que sitúa a la inmigración como el problema principal de España (gráfico 2). La recogida de información se llevó a cabo durante la semana del 18 al 22 de septiembre. Apenas una semana después de que el Gobierno anunciara que no se iban a producir más procesos de regularización y que iba a reformarse la Ley de Extranjería, encaminada a un mayor control de la inmigración irregular. Además se destacó la saturación del mercado laboral, que no podría seguir absorbiendo inmigrantes al mismo ritmo que había hecho hasta entonces.

    También afectan mensajes que resalten la necesidad de destinar mayores recursos a la inmigración, ya sea para controlar la inmigración irregular, ya para ayudar a su integración. Noticias como «Sanidad alerta de que falta dinero para atender a los inmigrantes que Zapatero quiere regularizar» (El País, 26 de agosto de 2004), contribuye a fomentar la imagen de la inmigración, no como generadora de recursos económicos, sino como detractora de recursos públicos que la población autóctona percibe como propios. Si bien, no se olvide que la sensación de «descontrol» es igualmente propiciatoria de xenofobia.

  9. Por último, el fracaso de la integración de los inmigrantes ya establecidos en la sociedad receptora. Del inmigrante se quiere que demuestre voluntad de formar parte de la sociedad a la que llega y que se implique en actos sociales importantes de la vida en comunidad. El refrán «donde fueres, haz lo que vieres» es asumido por el conjunto de los autóctonos, pero igualmente por los foráneos que han dado el paso hacia la integración. Como ya recogieran Solé et al. (2000: 156), «el autóctono tiende a aceptar al inmigrante siempre que renuncie a su propia cultura (idioma, costumbres, religión,..) y adopte la cultura oficial de la sociedad que le acoge, de manera que se confunde la homogeneidad cultural con la cohesión social y la diferencia cultural es percibida como amenaza». Por lo que se vuelve al discurso que enfatiza la homogeneidad cultural. Conexa a él, la adaptación diferencial del inmigrante dependiendo de sus características étnicas, socioeconómicas y culturales, con el mayor hándicap en los inmigrantes musulmanes, los tradicionalmente identificados como «inintegrables» en las sociedades europeas por su fanatismo y militancia religiosa (Sartori, 2001)22. Pero no Page 55 son los únicos percibidos de difícil integración. En la encuesta CIS-OBERAXE de 2007 a los musulmanes (moros, árabes, islamistas), que agrupan un 38% de menciones, les siguen los gitanos (12%) y los rumanos (10%), como grupos de población que se perciben más segregados o menos asimilados a la sociedad española, «los que no se mezclan con el resto de la sociedad». Los rumanos quizás por su procedencia étnica y cultural (gitanos), aparte de su protagonismo en actividades delictivas de baja (hurtos) o de alta intensidad (robo a mano armada).

    Después de los rumanos están los chinos, igualmente descritos como comunidades cerradas (en enclaves espaciales y laborales), además de celosos de sus tradiciones. En el estudio MEXEES se recogen críticas al comportamiento cerrado y menos predispuesto a la integración de cuatro comunidades de inmigrantes: marroquíes (musulmanes en general), ecuatorianos, chinos e ingleses (la comunidad británica que se asienta en lugares turísticos de la costa española, no aquella que se incorpora a la vida laboral en las metrópolis). Crítica más llamativa cuando la pronuncian personas de su misma nacionalidad, pero que coinciden con un mismo perfil sociológico: inmigrantes que se sienten integrados en la sociedad española, dominan el idioma e interaccionan preferentemente con españoles (y menos con nacionales de su país de origen). Lo cual les hace ser más críticos hacia la conducta de sus paisanos.

    De lo expuesto habrá podido deducirse que son varios los factores que confluyen en la explicación de la xenofobia, y que han de estar presentes en el análisis de los datos de opinión. En el estudio cualitativo comprendido en el proyecto MEXEES, la explicación del racismo y la xenofobia se resume en los ejes discursivos marcados por los sentimientos de superioridad («Los consideramos inferiores, sucios, que tienen costumbres muy antiguas o de bajo nivel cultural»; «Miramos por encima del hombro a aquellos que vienen a realizar trabajos que rechazamos»), de invasión («Es una avalancha»; «Nos vienen por todos los lados»), de novedad («De primeras ponemos un muro»; «Lo nuevo y desconocido choca e incomoda») y el desconocimiento mutuo («Los problemas son porque la gente no se conoce»; «Te conocen, te respetan»). Ello se suma al sentimiento de amenaza, en el que va adquiriendo un mayor protagonismo el temor a la competencia en el mercado laboral y en el acceso a las prestaciones públicas. Éstas últimas llegan incluso a provocar duras aseveraciones de autoconfesión de racismo: «Nos están haciendo racistas». Sin olvidarnos del sentimiento de amenaza que despierta la antisociabilidad o transgresión, bien sea de las normas legales (la comisión de actos delictivos: «Muchos vienen a robar, no a trabajar»), bien de aquellas que definen la convivencia social: «Tienen que comportarse con educación y respeto». Estos nodos están presentes en la justificación y la argumentación del rechazo a la inmigración, o a nacionalidades concretas de inmigrantes. Éstas cada vez más fundamentadas en malas experiencias de convivencia con extranjeros que son vecinos o compañeros de trabajo.

    Las experiencias positivas en cambio propician el acercamiento, que «sean otro más de nuestros amigos» o «parte de nuestra familia», en referencia a personas extranjeras que se consideran «amigos», incluso teniendo una relación contractual con ellas (en el interior de nuestros hogares, cuidando de familiares o ayudando a la realización de las tareas domésticas). Como expresión de xenofilia se destacan episodios de convivencia marcados por la igualdad, el aprecio, la hospitalidad y la gratitud. Lo contrario define los episodios desagradables de convivencia que se traducen en expresión de xenofobia: desigualdad, desprecio, inhospitalidad e ingratitud23. De Page 56 cómo se viva la experiencia migratoria y de la imagen que de ella se transmita dependerá, en suma, las filias y fobias entre autóctonos y foráneos, y su correspondiente traducción en aceptación o rechazo a la inmigración, incluyendo modalidades intermedias.

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[1] El análisis pormenorizado de cada modelo estadístico se ofrece en estudios anteriores (CEA D´ANCONA, 2004, 2005, 2007 y 2008a).

[2] En PÉREZ YRUELA y DESRUES (2006 y 2007) se detallan los resultados de ambas encuestas.

[3] GARCÍA SANZ (2003) igualmente destaca el «incremento de la xenofobia» en el medio rural, a medida que asciende la presencia de inmigrantes (y no siempre ésta como consecuencia del aumento de la actividad laboral agrícola). Resalta su marginalidad, la exclusión social y la falta de interrelación con la población autóctona. Los inmigrantes con mayores dificultades de integración son los que no hablan español y quienes se mantienen distantes de la población autóctona.

[4] Racismo que aún tiene vigencia, como igualmente muestra el estudio cualitativo del proyecto MEXEES (CEA D´ANCONA y VALLES, 2008b y 2009). En él se constata la prevalencia de tres modalidades principales de racismo: étnico, de clase y cultural.

[5] El trabajo de campo de la encuesta se desarrolló del 18 al 22 de septiembre, justo una semana después de que el Gobierno anunciara que no se iban a producir más regularizaciones de inmigrantes y que se iba a reformar la Ley de Extranjería para reforzar la lucha contra la inmigración irregular.

[6] En 2005 el número de inmigrantes detectados se redujo a 4.700.

[7] En mayo de 2003, la inmigración ocupaba la quinta posición, con un 15% de menciones; el paro, el primer lugar (68%).

[8] En un estudio anterior (IGARTUA et al., 2004), este equipo de investigación constató la existencia de correlación positiva entre el número de noticias publicadas en la prensa nacional de mayor divulgación (El País, El Mundo, ABC, La Razón) y el porcentaje de encuestados por el CIS que consideraban que la inmigración era un problema importante para el país. Planteamientos, por otra parte, que concuerdan con la perspectiva teórica de Agenda Setting, defendida por Dearing y Rogers (1996) o Scheufele (2000), entre otros. La percepción de los problemas sociales está muy condicionada por la contribución de los medios de comunicación. El énfasis mediático en una determinada cuestión despierta la preocupación de la opinión pública por esa cuestión. Incluso contribuye a la generación de «alarma social».

[9] PAJARES (2007) lo restringe a sectores no sujetos a negociación colectiva y carentes de movilidad ascendente, en los que la inmigración sí puede haber supuesto cierta presión a la baja de las condiciones salariales. El empleo doméstico es el que ofrece un panorama más claro. También los últimos eslabones de las cadenas de subcontratación: empresas donde los trabajadores nativos comparten con los inmigrados las condiciones salariales más bajas del mercado. Pero la dinámica general, en la última década, ha venido marcada por el mantenimiento de las subidas salariales de los convenios y por una movilidad ascendente de los trabajadores autóctonos, que los propios flujos de inmigración han facilitado. Entre 2000 y 2006 el incremento salarial medio fue del 21,4%. En la construcción y en la hostelería, los dos sectores con mayor proporción de población inmigrada (aparte del trabajo doméstico), los incrementos salariales estuvieron por encima de la media (24 y 23,5%, respectivamente). Además, el acceso de los trabajadores extranjeros a las categorías más bajas de la escala profesional, ha facilitado el desplazamiento de la población autóctona a los niveles intermedios y altos, que es donde más ha aumentado su empleo. Lo que lleva a este autor a concluir que «más bien parece que sea precisamente la inmigración la que esté sosteniendo cierto crecimiento en las oportunidades de empleo de los nativos» (p. 138).

[10] La discriminación positiva proporciona una ilustración de amenaza. Resultados de encuestas realizadas en EEUU indican que el 60% de los blancos piensan que la acción afirmativa les discrimina, por lo que se muestran contrarios a ella (Jackson, Brown y Kirby, 1998).

[11] El análisis de ésta y otras encuestas realizadas por este centro de investigación sociológica puede encontrase en una aún reciente publicación de su director: DÍEZ NICOLÁS (2005).

[12] Tampoco en otros países. DRASKIV (1995) explica el elevado racismo y xenofobia, que explosionó a principios de los noventa en Yugoslavia, por la conjunción de un fuerte nacionalismo con la incitación al odio nacional y religioso tanto en la vida pública como en los medios de comunicación.

[13] En especial los ecuatorianos, de quienes se dice que son «ruidosos», «beben mucho», «pegan a sus mujeres», «se apiñan en barrios plagados de ecuatorianos» y que son «machistas». Los propios ecuatorianos entrevistados son copartícipes de la imagen que de ellos se proyecta. Reivindican que «no se puede meter a todos en el mismo saco», que «hay de todo», no entendiendo el rechazo que algunos les manifiestan, cuando comparten idioma y costumbres. Si bien, en la escala de simpatíaantipatía se ven mejor posicionados que los marroquíes.

[14] Y sorprendentemente apenas un 1% de los encuestados piensa en ciudadanos de la Unión Europea cuando se habla de inmigración; el 58% dice pensar en marroquí. Lo que igualmente muestra el efecto de los medios de comunicación en la configuración de la imagen colectiva de la inmigración.

[15] Las cifras de población extranjera proceden de la estadística oficial de personas con permiso de residencia en vigor, no las empadronadas. Hasta 1998 no comienza a contabilizarse la población extranjera en el Padrón de Habitantes, indistintamente de su condición de legalidad.

[16] Crisis económica propició actos de violencia neo-nazi en España (cuyo máximo exponente fue el Crimen de Aravaca, el 13 de noviembre de 1992, detalladamente analizado por CALVO BUEZAS en 1993), al igual que en otros países europeos. Lo que motivó manifestaciones multitudinarias contra el racismo y la xenofobia en Berlín (8 de noviembre de 1992), Madrid (21 de noviembre) o Barcelona (29 de noviembre). Su coincidencia con el conflicto de los Balcanes incidió en la toma de conciencia, por parte de la clase política, de hacer pública su plena repulsa a cualquier manifestación de racismo o xenofobia. El entonces presidente del Gobierno (Felipe González) pidió un gran pacto europeo para evitar el racismo y la xenofobia en el primer congreso de partidos socialistas europeos en La Haya (9 de noviembre de 1992). 1995 fue declarado Año de las Naciones Unidas contra la Intolerancia, el Racismo y la Xenofobia; 1997, el Año Europeo contra el Racismo. Todo ello repercutió en la moderación de los discursos políticos y la reducción de la xenofobia «manifiesta» en las encuestas del CIS de 1995 y 1996, además de la coincidencia con contextos económicos más favorables (de crecimiento y de reducción de la tasa de desempleo). Pero, la creciente presión inmigratoria de países ajenos a la Unión Europea activa de nuevo la xenofobia, sobre todo a partir de 2001 y 2002 (gráfico 1), acompañada de discursos políticos más restrictivos hacia la inmigración en el conjunto de los países europeos.

[17] De acuerdo con PAJARES (2005: 80-81), «el principal estereotipo es la conexión que se establece entre la práctica del Islam y el fundamentalismo religioso, fomentándose la idea de que todos los musulmanes practican la religión desde posturas más o menos fundamentalistas. El análisis mediático que se ha hecho de muchos acontecimientos, tales como la revolución iraní, las sangrientas matanzas de Argelia, la condena de Salman Rusdhie, los desmanes talibanes, etc, resaltando básicamente el carácter musulmán de sus protagonistas, ha generado una imagen del Islam como religión intransigente, violenta y medieval quedándose así definida, utilizando palabras de Santamaría (2002: 144) como «figura de alteridad radical, como antisujeto europeo por excelencia».

[18] Como ya destacara ALLPORT (1954/1977), en su estudio del prejuicio, y que después confirmarían otros autores (BOURHIS, GAGNON y MÖISE, 1996; RYDGREN, 2004), los prejuicios y estereotipos negativos hacia personas de etnia diferente se desvanecen cuando se interacciona con ellas, cuando se las conoce. Esto asimismo se constata en el estudio MEXEES (CEA D´ANCONA y VALLES, 2009), donde el desconocimiento mutuo destaca en la argumentación del mal trato al inmigrante. Se desconfía de quien no se conoce. El conocimiento y la interrelación personal contribuyen al entendimiento, a la familiaridad. De la confianza se pasa a la aceptación, «te conocen, te respetan». No hay problema con quien te conoce; sí, en cambio, con aquel que se queda al margen, con la imagen indirecta que de los inmigrantes llega a través de los medios o de otras personas, no dando el paso siguiente hacia la interacción.

[19] Crítica a los medios que también comparten algunos de sus profesionales. El periodista y escritor Juan José Téllez, en una rueda de prensa (tras su intervención en un curso de verano de la Universidad Internacional de Andalucía en La Rábida (Huelva), el 6 de agosto de 2007), expuso que «igual que existen guetos sociales para la inmigración, existen guetos en el ámbito de la comunicación». Los medios relacionan inmigración con delincuencia y prestan escasísima atención a la mayor parte de las personas que ya conviven en el territorio con todos los papeles en regla. Se aplica el viejo refrán profesional de «no dejar que la realidad estropee una buena noticia». Los medios esconden una realidad y se quedan con «lo más llamativo de esa realidad, que normalmente no es cierta» (epsocial diario digital de Europa Press, 7 de agosto de 2007).

[20] En la encuesta de CIS-OBERAXE de 2007 (CEA D´ANCONA y VALLES, 2008a), una proporción similar de españoles se debaten entre la necesidad y la inconveniencia de que la televisión mencione la nacionalidad de quienes infringen la ley. Un 16% de los 2.778 encuesta dos opinan que es «muy necesario»; un 30% «bastante necesario»; un 27% «poco necesario»; y un 17% «nada necesario». Si la encuesta se hubiese hecho a la población extranjera, lo más probable es que el desacuerdo habría superado al acuerdo.

[21] En el ascenso notorio de la xenofobia registrado en el barómetro de junio de 2002 (de 9 puntos porcentuales respecto a 2001, como puede verse en el gráfico 1) confluyen una serie de factores. Entre ellos destaca la coincidencia temporal con la cumbre de la Unión Europea en Sevilla, los días 21 y 22 de junio de 2002 (la semana que precede al trabajo de campo de la encuesta), donde se acordó incrementar el control de la inmigración irregular. También, el anuncio (el 5 de junio de 2002), por parte del Gobierno, del endurecimiento de la Ley de Extranjería para restringir la regularización de inmigrantes y limitar la reagrupación familiar, a semejanza de otros países europeos (Dinamarca, Francia o Alemania). Anuncio que coincide con: 1) Un aumento notorio de la presión inmigratoria (un 23,82% de incremento respecto a 2001; y el 70,6% de países ajenos a la Unión Europea); 2) El desplazamiento de los indicadores directos de xenofobia a posiciones más tardías en el cuestionario, lo que ayuda a reducir el sesgo de deseabilidad social; 3) Los atentados del 11 de septiembre de 2001, que puede haber contribuido a aumentar el rechazo a los árabes, al igual que noticias que resaltan los problemas de convivencia e integración de los inmigrantes musulmanes (como los que tuvo una niña de 13 años (Fátima Elidisi) para acudir al colegio con el hiyab y que, en febrero de 2002, generó un amplio debate en los medios sobre las relaciones entre culturas diferentes y la difícil integración de la población inmigrante en la sociedad española; o la amplia protesta vecinal ante la construcción de una mezquita en el centro del municipio barcelonés de Premiá de Mar, en un solar propiedad de los musulmanes, y que provocó tres manifestaciones contrarias a la construcción de la mezquita en el periodo de dos semanas); 3) El debate que siguió a las declaraciones, en marzo de 2002, del entonces Ministro del Interior (Mariano Rajoy) que vinculaba el aumento de la delincuencia al crecimiento de la inmigración, al afirmar que 9 de cada 10 nuevos reclusos preventivos eran extranjeros; 4) El ascenso de formaciones xenófobas en las elecciones presidenciales de Francia y Holanda, que puede asimismo haber contribuido a crear un estado de opinión contrario a la inmigración, al destacar los peligros de una inmigración masiva, aparte de alentar la «licitud» de manifestaciones contrarias a la inmigración. RYDGREN (2004) muestra que la presencia de estos partidos contribuye al aumento de la xenofobia porque propician discursos contrarios a la inmigración en las demás formaciones políticas para restarles votos del electorado.

[22] Imagen de los musulmanes como intransigentes y contrarios a valores defendidos en las sociedades occidentales, como la libertad de expresión y la laicidad de los estados, que refuerzan sucesos como las protestas virulentas que estallaron, precisamente en septiembre de 2006, por la publicación de viñetas que caricaturizaban al profeta Mahoma en un periódico danés. También noticias como la rebelión de las banlieus francesas del 27 de octubre hasta el 16 de noviembre de 2005, en las que jóvenes de origen inmigrante (de segunda e incluso tercera generación) quemaron hasta un total de 9.071 vehículos; también escuelas, gimnasios y almacenes. Exteriorizó el fracaso del modelo asimilacionista francés, al igual que los problemas identitarios y de discriminación laboral más padecidos por jóvenes de origen musulmán.

[23] La extensión del artículo impide seguir desarrollando los aspectos destacados en la explicación tanto de la xenofobia como de la xenofilia. Para un conocimiento más detallado, se remite al lector interesado a una publicación aún en prensa: CEA D´ANCONA y VALLES (2009).

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