Fanzines y teoría queer: el caso de de un plumazo y nongrata

AutorLaura López Casado
Páginas738-773

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1. Introducción

Los medios de comunicación, en su mayoría, pertenecen a las élites económicas y siempre los ha sustentado el poder hegemónico. Por tanto, no es de extrañar la dificultad de difundir un discurso que nace en los bordes marginales de la sociedad. En el presente trabajo confluyen el discurso marginal, la teoría queer y varias de las herramientas para su difusión. Nuestros antecedentes se centrarán en los fanzines, pero veremos como Internet ha abierto otra ventana de comunicación. Ambos medios, en el contexto de nuestro trabajo, tienen muchas cosas en común, si bien no se puede afirmar que un blog sea un fanzine virtual. Relataremos sus similitudes y diferencias más tarde. Nos centraremos en las publicaciones de La Radical Gai y las LSD en la década de los noventa (De un Plumazo y Non-Grata, respectivamente), por ser los primeros fanzines de temática queer en Madrid. Después veremos cómo han evolucionado estas publicaciones y si Internet es su nuevo medio de difusión o no.

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1.1. Definición y características del fanzine

La palabra fanzine viene de la abreviación en inglés de fan's magazine, es decir, "revista de los fans" (que a su vez es una abreviación de fanático). Por tanto, es una publicación que tiene una temática central sobre la que versan todos sus pliegos.

A partir de aquí, definir un fanzine es una tarea muy complicada, ya que a lo largo de los años estas publicaciones han ido evolucionando y los hay de las más diversas categorías. Pero vamos a intentar enumerar las características más comunes de todos ellos.

Son publicaciones que se rigen bajo el lema DIY (do it yourself, "hazlo tú mismo"). Son autopublicaciones no profesionalizadas. No se hacen con fines de lucro; por tanto, suelen ser gratuitos o tener un precio que cubre los gastos de producción y, por ello, tampoco tienen publicidad ni los autores ni autoras son remunerados. Tienen una filosofía anti-copyright, es decir, se permite su reproducción pidiendo citar la fuente cada vez que se haga (como norma general). Otra de las características importantes es que no existe la censura, solo la autocensura que el o la autora quiera imponerse. Los medios de distribución son muy diversos: bares, conciertos, sedes culturales o políticas, tiendas de discos, a veces incluso es una persona quien lo distribuye entre sus contactos y se mueve por el boca a boca. Tiene tiradas cortas, que normalmente se contabilizan en centenares de copias, y su existencia es efímera. A veces se mantienen durante años, de manera regular o irregular, y en ocasiones solo cuentan con un número. Suelen tener entre 10 y 40 páginas, y su autoría se aleja del concepto tradicional. En muchos casos son anónimos o se firma con pseudónimos. Suele tener el tamaño de un A5 doblado a lo ancho y grapado. La portada y contraportada son, por lo general, de un color diferente y llamativo. El contenido se suele realizar a mano o con herramientas

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cotidianas (bolígrafos, rotuladores, grapas, etc.) y con tecnología al alcance de cualquiera (fotocopiadoras, ordenadores, etc.). Todo ello hace que la estética de un fanzine sea en muchos casos imperfecta o sucia, algo que se puede asumir como marca de identidad de este producto. Ahora bien, los avances tecnológicos han hecho posible que actualmente se puedan realizar con tecnología doméstica verdaderas joyas de la autoedición, cuya variedad estética no tiene límites. Podemos afirmar que, aunque esta descripción clásica aún tiene cabida en muchos casos, el paradigma del fanzine está cambiando. A pesar de ello, no obviamos que su alcance sigue siendo limitado comparado con las revistas, cuyas tiradas rondan las decenas de miles de copias y las más populares los cientos de miles (OJD, 2016).

En cuanto al contenido, un fanzine puede tener ensayos, críticas, artículos de opinión, collages, cómics, etc. Cualquier cosa que pueda ser fotocopiada es adecuada para estar en un fanzine. Como el responsable del fanzine es el autor mismo, las temáticas de los mismos pueden ser de lo más variados. Pero, en definitiva:

"Los fanzines son un medio individual, pero, como medios que son, su función primordial es la de comunicar. Por tanto, se refieren tanto a las comunidades que se derivan de su circulación, como al hecho de que son artefactos de expresión personal. La gente crea fanzines para gritar "Yo existo". Pero además se hace para conectar a otras personas que digan lo mismo" (Ducumbe, 2008: 49).

2. Historia del fanzine

Los fanzines nacen en la década de 1930 en EE. UU., cuando los fans de la ciencia ficción empiezan a autoeditar cuadernitos que ya ellos llamarán

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fanzines. En 1926 se publica The Comet, la primera publicación que puede semejarse a un fanzine.

Pero no es hasta entrada la nueva década cuando Amazing Stories propondrá la participación de los lectores. Así se crea una comunidad de fans que más adelante se animará a hacer sus propias publicaciones con la ayuda de mimeógrafos. Estas publicaciones eran conocidas como fanmagazines o fanmags y ya en 1941, Russ Chauvenet, un escritor muy popular, acuñará el término "fanzine" (Díaz Cabezas, citando a spencer, 2013). La producción de sci-fi zines continuará creciendo en las décadas posteriores.

Aunque bien es cierto que algunos señalan el origen a principios de siglo (Díaz Cabezas, citando a spencer, 2013) como herramienta de resistencia cultural. La corriente artística pionera en la autoedición contracultural y, por tanto, los que sirvieron de influencia a diferentes movimientos que utilizaron esta herramienta fue la corriente vanguardista dadá, movimiento que rompió artística y literariamente con todo lo anterior y que ya producían pequeños cuadernillos en forma de art-zine, compuestos de collages y estampaciones, bajo la premisa de libre distribución. En los años cincuenta-sesenta, el situacionismo será otra de las corrientes que influyan en la producción de fanzines en las décadas venideras. su elaboración de panfletos para la democratización del arte como algo cotidiano, también de libre reproducción, será decisiva. Lo mismo cabe decir del arte Fluxus, que luchaba contra la comercialización del arte, o del mail art, que utilizaba el correo postal como herramienta para crear de manera colaborativa y con total libertad.

En esos mismos años, la generación beat comenzó a autoeditarse sus escritos con los mimeógrafos, escritos cuya única finalidad era ser distribuidos para ser leídos. su postura radical en contra de la sociedad hacía

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de este canal el idóneo (probablemente el único posible) para la difusión de sus chapbooks de tiradas pequeñas y baratas.

En los sesenta, con la popularización de la fotocopiadora, la impresión offset y las máquinas de escribir hicieron que se popularizaran este tipo de publicaciones. Además, se convirtió en la manera idónea de difundir las luchas que esos años tan convulsos promovieron: derechos civiles, antibelicismo, feminismo, derechos LGTB, movimiento estudiantil..., por lo que la prensa radical y los fanzines políticos viven años de auge.

Los setenta fueron años disidentes y el máximo exponencial de ello fue el punk. Además, se acompañaban de la filosofía DIY; por tanto, ser agentes de creación era una de las premisas del movimiento. No se sentían identificados con la prensa musical mayoritaria y decidieron ponerse manos a la obra para reivindicar y exclamar la rabia en comunidad de la que este movimiento hace gala. Se creó una escena contracultural con la que se rompió la hegemonía de todo lo vivido con anterioridad (L.L. y A.C, 1998).

En los ochenta, el fanzine se vinculará al fenómeno fan, convirtiéndose en aliado de la cultura más mayoritaria. Ya en los noventa resurgió como herramienta de la subcultura gracias a los grupos musicales de mujeres de los que hablaremos más adelante.

En el inicio del siglo xxi, con Internet ya en la palestra, y con las voces más catastróficas que hablaban de la muerte del papel, parecía que estas ediciones artesanas e imperfectas estarían avocadas a la extinción. Nada más alejado de la realidad. Actualmente, el fanzine está muy popularizado. Existen ferias de autoedición, talleres de fanzines; muchas librerías tienen una sección reservada para ellos e incluso los museos empiezan a tener espacios para los fanzines.

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2.1. Fanzines y mujeres

Como ya habíamos dicho con anterioridad, el fanzine había servido los en los sesenta en Norteamérica como herramienta para la difusión del feminismo en pequeños círculos, en la universidad, etc.

Es en los noventa cuando, aun manteniendo su posición en la subcultura y teniendo un alcance limitado, los elementos mujer feminista, punk y fanzines forman una explosión cuya onda expansiva llega a nuestros días. Hablamos del fenómeno Riot Grrrl.

En esta década en EE. UU., los escenarios alternativos estaban dominados por el hard rock, el punk y el grunge. No solo la escena musical estaba dominada por hombres con talante violento y machista, sino que las salas empezaban a dividirse. En el frente del escenario estaban los chicos y detrás las chicas, a las que no se les dejaba participar. Un grupo de chicas en Olympia y en Washington D.C. comenzó a reunirse...

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