Sheldon S. WOLIN, Democracia S. A. La democracia dirigida y el fantasma del totalitarismo invertido, traducción de Silvia Villegas, Katz Editores, Buenos Aires, 2008, pp. 404.

AutorGregorio Saravia
CargoUniversidad Carlos III de Madrid
Páginas293-299

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Sheldon S. Wolin es un importante politólogo estadounidense, profesor emérito de la Universidad de Princeton y uno de los más reputados especialistas de la democracia en el ámbito teórico anglosajón. También se ha destacado como historiador de las ideas mediante análisis que, por su profundidad y originalidad, han servido para interpretar mejor los acontecimientos políticos y sociales contemporáneos1.

Su obra Democracia S. A. La democracia dirigida y el fantasma del totalitarismo invertido propone la inquietante y, a la vez, provocadora tesis de que la democracia de los Estados Unidos de América no ha estado nunca verdaderamente consolidada y que a comienzos del siglo XXI muestra preocupantes signos de estar controlada por un totalitarismo invertido que es ejercido por

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un superpoder. Estas dos últimas nociones precisan cierta aclaración terminológica a fin de evitar una exégesis errónea.

En primer lugar, el concepto de totalitarismo invertido es utilizado por Wolin, de manera tentativa e hipotética, para describir la forma en que se ha venido ejerciendo el poder político dentro de las fronteras de los Estados Unidos durante la última década y que se caracteriza por la combinación del poder estatal con otras formas de poder privado como son las modernas corporaciones empresariales. La estrecha vinculación que existe entre el Estado y las corporaciones tuvo su origen, según Wolin, en el período de la Guerra Fría (1947-1991). Durante este período, el gobierno estadounidense y los principales grupos económicos fueron convirtiéndose mutuamente en aliados, en virtud del proyecto común de llevar a cabo una expansión global de sus principales intereses. Como resultado de esta alianza surge un poder nuevo y original cuyo rasgo central es una tendencia totalizadora que no respeta ningún límite político, intelectual, moral o económico.

En segundo lugar, el término superpoder representa la antítesis del poder constitucional y le sirve al autor para hacer referencia a la forma en que el poder político de los Estados Unidos se ha proyectado en el escenario de las relaciones internacionales bajo la forma de un imperio. Se trata de un poder indeterminado, extralimitado con respecto al derecho internacional, que no encuentra ningún tipo de mesura a la hora de imponer su voluntad a los demás Estados mediante el uso, muchas veces injustificado, de la fuerza.

Wolin considera que el totalitarismo invertido aleja a la sociedad del imperio de la ley, del autogobierno y del debate público ponderado -entre ciudadanos que gozan de una igual libertad- para llevarla por el derrotero que conduce a una democracia dirigida en la cual prevalece una severa restricción de los canales de participación ciudadana y existe un gobierno de partido único que responde, de forma casi exclusiva, a los intereses de una elite. El totalitarismo invertido se inspira en los totalitarismos clásicos (los regímenes de Hitler, Stalin y Mussolini) en su designación pero no comparte con ellos el anhelo vehemente que los impulsó a controlar el Estado y la economía a fin de movilizar a la sociedad en su conjunto, más bien utiliza al Estado de forma parcial con el objetivo de favorecer a ciertos poderes corporativos y buscar la desmovilización política de la ciudadanía.

Respecto del superpoder también resulta relevante la conexión que el autor señala entre esta doctrina y los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001. Cuando los edificios que simbolizaban al poder financiero y militar

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fueron atacados -Torres Gemelas y Pentágono-, los medios masivos de comunicación estadounidenses "no sólo produjeron una iconografía del terror, también crearon un público atemorizado, receptivo al liderazgo; primero aclamando a un líder, el intendente de Nueva York, Rudolf Giuliani, y luego siguiendo a un líder, el presidente de los Estados Unidos, George W. Bush"2. En efecto, el 11 S fue el punto de partida para la construcción de un mito que permitió a los gobernantes legitimar el ejercicio de poderes desmesurados para erradicar a un enemigo, el terrorismo, que se presentaba como la encarnación del mal en el mundo. La denominada...

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