La falacia del "peligro español"

AutorModesto Barcia Lago
Páginas467-479

Page 467

Para los adversarios de un Poder ibérico autocentrado, para las Potencias tutelares respectivas, era -sigue siendo- preferible un minifundismo político de la Península, y de sus islas, cuanto más acusado y antagónico mejor. Puede comprobarse en las Memóries de Cambó, animado por el embajador británico, después de la derrota germánica de 1918, a operaciones centrífugas en Cataluña, que intentaría Companys en el tiempo republicano -y tan presentes todavía-, si no queremos retrotraernos a las guerras carlistas, epilogadas en nuestro tiempo, como un eco de atavismo tribal, en la violencia del separatismo nacionalista vasco amamantado en el racismo reaccionario y clerical del aranismo; mientras que, en un informe de 1942, los analistas norteamericanos "subrayaban -escribe Joan E. GARCÉS- un rasgo histórico en la política británica hacia la Península Ibérica", destacando ese memorandum reservado, que "si Gran Bretaña pudo mantener a Portugal separado de Iberia, su intento de apoyar a una Cataluña libre (a partir del siglo XVIII) nunca ha tenido éxito (..). Portugal, en gran medida gracias a la ayuda británica, se separó y desde entonces ha permanecido independiente como un satélite de Gran Bretaña"; también entendían aquellos analistas que "el nacionalismo español expresado en el concepto de Hispanidad, es una amenaza potencial a los intereses norteamericanos en América Latina"1132. Convenía, pues, alentar el espantajo del "peligro español".

Un mito antiibérico

Pero, el "peligro español" es una fábula de la historiografía portuguesa más exacerbadamente antiibérica -"a doença infantil do nosso nacionalismo", ha escrito con paráfrasis leniniana Eduardo LOURENçO, el autor de Nós e a Europa1133- una mitografía, una falacia repetida con la que se pretende desesperada- Page 468 mente exorcizar el complejo de culpa por la escisión originaria del tronco leonés, que determinaría la ausencia portuguesa en el proyecto ibérico que guiaba el ortograma histórico hispano, ocultando el malestar anímico del inconsciente colectivo luso por la evidencia de la subordinación patria derivada de tal divergencia, y así justifi car la entrega efectiva de la soberanía portuguesa a la Potencia anglosajona en razón de las aducidas secretas apetencias españolas de absorción de su vecino.

Es revelador el modo en que, a propósito de la "Guerra de las Naranjas", formula un autor como José HERMANO SARAIVA la decisión portuguesa del alineamiento con Inglaterra: "la conservación de la antigua alianza -dice el historiador- tenía como consecuencia la hostilidad del bloque francés y la invasión del territorio por los españoles, que veían en la crisis de Europa una buena oportunidad para eliminar la independencia portuguesa. El dilema era o de muerte por asfi xia o por invasión"1134. También un ilustre portuense, Almeida Garret, el lírico autor de Folhas Caídas -en el encomio que le hace el gran poeta Eugénio de ANDRADE, ensalzaba a su ciudad diciendo que "há muito pouco quem troque a libertade pela servidâo"1135-, había planteado en 1826, subsequente a la crisis de la conciencia nacional derivada de la independencia del Brasil, como recoge el Dr. Adriano MOREIRA en su conferencia referida, la alternativa de "independência com verdadeira liberdade, ou uniâo con Espanha, cujo mais teimoso e irreconciliável inimigo foi enquanto Estado independente", y no por casualidad la acción de su tragedia Frei Luís de Sousa, se emplaza en el tiempo de la Unión Ibérica de los Austrias, donde la censura del cabralismo había visto un tono antiespañol, aunque, en la opinión TOMAZ HERRERA, era mero pretexto para una "vindicta política"1136.

Es un discurso que, por repetido, resulta muy interiorizado en la psique colectiva portuguesa, y que enraiza en los "agravios" históricos de la rivalidad con Castilla. Desde luego, no cabe desconocer ocasionales actitudes de hegemonismo de ésta -pero ¿no tuvo también Portugal, el Romeu portugués, esa tentación más de una vez, bien sugerida por la recurrente pretensión de liderar en cabeza masculina nacional la posibilidad unionista?-, o, incluso, después de la decepción de la "Monarquía Hispánica" derivada del triunfo de la Restauraçâo, de una pretendida suficiencia paternalista española respecto de su vecino, a la que no serían ajenas algunas posturas de iberistas en el siglo décimonónico, como la de Pío Gullón, o los coqueteos infructuosos -que ni siquiera fueron asumidos por el Gobierno como Page 469 política propia- de Alfonso XIII. Éste instrumentaba para sus ambiciones megalómanas, la debilidad portuguesa derivada de la vorágine de los acontecimientos que siguieron a la quiebra de la Monarquía Branganza después de 1910; pero era Inglaterra quien, implícitamente, alentaba aquellas codicias en el contexto de los preliminares que condujeron al enfrentamiento de la Gran Guerra Europea, a pesar de que no creyese en la fi rmeza de la posición del Monarca español, pues, como Eyre Crowe, del Foreing Offi ce, advertía a un receptivo Churchill, "it is true that the King of Spain in his impulsion and rather irresponsible way has some time ago given expression to the idea that he might feel compelled to intervene in Portugal for de purpose of restoring the Braganza dynasty. But all that we know of the history of Spain and Portugal should make us hesitate to believe that policy of annexation has been seriously contemplated or that it would have any chance of sucess. To look upon the King of Spainás vague plan as indicating any hardened tendency in Spanish foreing policy would, I feel sure, be a grave error"1137.

Como tampoco tuvo efecto la tentadora oferta explícita de Alemania al respecto, añadiendo, además, en el premio de su oferta a Gibraltar, según ha demostrado un excelente estudio de H. De La TORRE1138; si bien, seguramente, frivolidades como esas insensatas petulancias hegemonistas de un Rey poco asisado están en el trasfondo de la decisión portuguesa de intervenir, bien que simbólicamente, en la primera Gran Guerra europea del siglo XX y en el reforzamiento de su desconfianza temerosa de un vecino pretencioso y más poderoso. Con todo, no puede ocultarse el desprecio que Portugal merecía de su "protector", cuando "en 1913 Gran Bretaña ofrecía a Alemania repartirse por las buenas el Imperio portugués y evitar así la guerra hegemónica que, al cabo engulliría meses después a los propios Imperios británico y alemán"1139.

Y, no obstante, ya en un vibrante discurso de 1915, ORTEGA Y GASSET, portavoz de una generación de intelectuales-políticos, la denominada "Generación del 14", que había cogido el relevo de la fi nisecular "generación del 98", reafi rmaba vibrantemente el sentir general de respeto a la plena independencia nacional portuguesa:

¡Oidlo bien! Portugal y España quieren vivir como hermanas, ya que tienen el presentimiento de que la Historia les reserva en el porvenir una misión Page 470 común llena de prestigios y de glorias. En aras de esta misión necesitan estrechar por de pronto sus relaciones económicas y políticas, haciéndolas cada día más intensas y más íntimas, única manera de que Portugal y España puedan conjuntamente practicar en alguna fecha una misma política internacional y presentarse mañana en Europa llevando la voz de Iberia, que ambas y cada una de ellas representan. De aquí mi ardiente deseo de que trabajemos sin descanso por concertar una alianza entre los dos pueblos, sobre la base única e indestructible del recíproco respeto a la independencia y a la soberanía de ambas naciones1140.

La neutralidad mantenida por España en la Gran Contienda bélica europea, sin atender a los cantos de sirena que desde ambos bandos se le hacían, contribuiría a atenuar aquella desconfi anza, e incluso, en tiempos de la Dictadura, el General Primo de Rivera entablaría con el General Carmona relaciones de franqueza y mutua consideración.

Con todo, la etapa democrático-republicana avivaría en el régimen salazarista viejos temores, tanto como estimularía las esperanzas de la oposición democrática e izquierdista portuguesa, que Manuel Azaña y Joaquín Prieto fomentarían activamente, implicándose, con cierta ligereza, en las tramas conspirativas del grupo de Jaime Cortesâo, Mora Pinto y Jaime de Morales.

Para H. De La TORRE, crítico acerbo del iberismo político hispano, Azaña, pese a su reconocida grandeza intelectual, incurrió en la "beatería lusófi la"1141 que siempre había encandilado a los españoles respecto de Portugal; pero, en realidad, si el futuro Presidente de la Segunda República española acordaba en los albores de ésta con el dictamen entusiasta de Cortesâo relativo a la situación peninsular, así como a las posibilidades de acción en el concierto mundial, que a ambos paises abriría una concertación ibérica, que, ciertamente, Inglaterra siempre había tratado de cortocircuitar, su "política portuguesa" de ayuda a los opositores del Estado Novo nada tenía de proyecto iberista, ni, mucho menos, de aspiraciones absorcionistas españolas. En sus Diarios, abril de 1933, Azaña coincide con el Presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, en "la conveniencia de que España nunca favorezca los arreglos que tengan por base el reparto de las colonias portuguesas", y eso, aun estimando que "Portugal, sin colonias, necesariamente se apretaría más con España, y es menester que esa política no se haga imposible amparando o consintiendo un despojo, o aprovechándose de él"1142. Pese a la crítica que tal actuación merece al dicho profesor De La TORRE, no se trata Page 471 sino de un comprensible deseo de que al otro lado de la frontera pudiese establecerse un régimen de democracia parejo al español. Que la derecha antiliberal de "Acción Española" aplaudiera a António Sardinha y a su "Alianza Peninsular", resalta, por contraste, el silencio azañista ante cualquier plan "iberizante" que no fuera el arraigo democrático en el conjunto de la Península, pues solamente...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR