Exposición (después vendrán el nudo y el desenlace)

AutorSena Fernández, Francisco
Páginas13-24

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Cuando era niño iba a visitar, de vez en cuando, a una tía abuela mía. Vivía en un segundo piso y, al pasar por el primero, leía un cartel de latón ovalado con letras negras sobre fondo blanco, que decía: "Registro de la Propiedad. Abierto al público de 9 a 14 horas". Mi curiosidad de niño no se extendió nunca a preguntar qué era o para qué servía el Registro de la Propiedad. Hube de llegar a los veinte años para tener una idea nebulosa de esta institución, pues por aquellos años estudiaba cuarto de Derecho y en aquel curso se estudiaban los derechos reales en la asignatura de Derecho Civil (más adelante, haré una referencia obligada a eso de los derechos reales). Una de las lecciones de la asignatura era el estudio del Registro de la Propiedad, pero el catedrático no debía de darle mucha importancia al Registro, porque delegó su explicación en el profesor auxi-liar, cosa que no hizo en el resto de las materias. Pues bien, el profesor empezó a hablar de una cosa que se llamaba los principios hipotecarios - de los que también se hablará en otro lugar- y puedo asegurar que, casi, casi no entendí ni una

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palabra. Total, que terminé la carrera de Derecho como la empecé en lo que se refiere al Registro.

Al terminar la carrera, me dediqué a preparar oposiciones. Cinco años y medio después, las aprobé, me dieron el título de registrador y entonces, solo entonces, supe qué era y para qué servía el Registro. O mejor dicho, lo supe en teoría, porque el conocimiento completo me vino del ejercicio de la profesión, en la que casi todos los días se aprende algo nuevo y que, al día de hoy, va por los cuarenta y un años.

¿Qué consecuencia saco de esta historia? Pues que si yo, que soy una persona leída y escribida -o, al menos, eso creo- he necesitado ser registrador para enterarme de qué es el Registro, tengo motivos para suponer que el común de los mortales tendrá menos idea que yo.

De algunos conocidos que han venido a mi oficina para inscribir un documento he oído la frase: "aquí traigo esta escritura, para que me la pases por el Registro". No sé por qué, pero ese pasar la escritura por el Registro me recuerda el acto de pasar un trozo de carne por la máquina de picar, en donde entra por una especie de embudo que tiene arriba, se le da a una manivela y sale picada por delante. Un poco simple lo veo, pero no le falta algo de razón a los emplean la frase, porque los documentos que vienen al Registro pasan por él; se inscriben y después se devuelven a su dueño con una ligera transformación, que consiste en una nota firmada por el registrador,

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puesta al final del documento, en la que se dice que el documento ha quedado inscrito. Tan simple parece la cosa, que más de uno hace un comentario poco favorable, sobre la carestía de la dichosa firma o lo fácil que ganan el dinero algunos. ¡Qué le vamos a hacer! Es cierto que pagamos mejor cuando nos dan una cosa que cuando recibimos un servicio. Y si el servicio es más o menos tangible, como viajar en tren, lo entendemos mejor. Pero ¿qué beneficio nos proporciona el Registro? También este asunto será comentado más adelante.

Este libro tiene por objeto, por tanto, enseñar a los que no saben. Y lleva un título parecido a los de aquellos manuales de idiomas que se titulaban "¿Quiere vd. aprender ruso en diez días?", pues de la misma manera que casi nadie sabe ruso, estoy seguro de que casi nadie nada del Regis-tro de la Propiedad; y de igual forma que es imposible aprender ruso en tan poco tiempo, no habrá nadie que en diez días se entere de lo que se hace en el Registro. Pero al final del libro, si el lector llega al final, me comprometo a que tenga una ligera idea.

La palabra "registro" tiene varias acepciones en el diccionario de la Real Academia. Quizá la que más se acerca al contenido de este libro es la que dice que se trata de una oficina donde se registra o anota algo. Por razón de ese algo, hay diversas clases de Registros, entre los que, como más conocidos, pueden citarse los siguientes: a)

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El Registro Civil, por el que pasamos todos obligatoriamente puesto que se trata de un registro de personas en el que se anotan hechos, como el nacimiento, el matrimonio o el fallecimiento, y actos que afectan a tales personas, como la tutela, capitulaciones matrimoniales o declaraciones de incapacidad. b) Precedente del anterior...

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