De la vida y la muerte. Exclusión, memoria y reconciliación en la obra de Manuel Reyes Mate

AutorFernando Vidal Fernández
Páginas124-138

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1. De la Vida y la Muerte

Iósif Stalin telefonea a Manuel Reyes Mate imprevistamente y, sin mediar saludo, el tirano le comunica que abandone toda preocupación, porque un amigo a quien él cree víctima del régimen no será objeto de persecución. Reyes Mate sabe que miente y que verá cómo su amigo es asesinado en menos de un año. Stalin gustaba de llamar aleatoriamente a las personas para hacer un anuncio providencial durante cinco segundos, colgar dejando al otro con la palabra en la boca y mostrarse así como una deidad redentora. Stalin va a colgar, pero Reyes Mate le interrumpe: «Camarada, quiero hablar con usted». -¿Conmigo? ¿De qué?- contesta sorprendido Stalin. Y Reyes Mate le interroga: «De la vida y la muerte». Stalin, indignado, colgó sin más palabra el teléfono con un violento golpe y Reyes Mate quedó con el auricular en la mano escuchando el sonido automático del bip-bip, pero sin quedarse con la palabra en la boca.

Todos recordamos que Nadezhda Mandelstam da testimonio en sus memorias de esta célebre anécdota que en realidad le ocurrió a Boris Pasternak cuando Stalin le llamó para que dejara de inquietarse y de agitar la causa de su amigo Ósip Mandelstam. Pasternak entiende que lo que realmente está en juego no es sólo la frágil vida del poeta Mandelstam, sino toda una civilización, la propia condición humana; y por eso la provocación no es interceder por la vida de su amigo, sino querer hablar de cómo está siendo violado el principio y fundamento de lo humano: «De la vida y la muerte». Stalin nunca posiblemente había afrontado un desafío mayor que esa petición de Pasternak. Ante ella, todo el régimen, su tiranía y su cosmología entera quedaban desnudos mostrando su inhumanidad y crueldad. El mismo Reyes Mate comenta que éste es el método de Hermann Cohen. Para Cohen, el ideal consiste en «colocar delante de cada actuación humana y delante de cada institución mundana lo que significa humanidad» (Mate, 2004b: p. VIII).

Al hacer memoria de la obra de Reyes Mate y de su contribución a la lucha contra la exclusión social me ha venido esta impresión: Reyes Mate no ha dedicado escritos a resolver el expediente concreto de una víctima, sino que ha defendido a los excluidos en el corazón mismo de la época, en la plaza central de la civilización, en la lucha cultural por la justicia. Sabe que el problema no es de ajustes, sino de sentido. La mejor forma de

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preguntar por Mandelstam es preguntar por lo que en su amigo se juega toda la civilización: toda la civilización -la Vida y la Muerte- se juega en la desventura de Mandelstam. La forma de hablar de esos universales -Vida y Muerte- era el rostro deportado del poeta: todos los universales son faciales, sólo se conocen mediante el rostro, sólo existen y se conocen encarnatoriamente -por personas sobre personas.

En su vida y obra, Reyes Mate ha tenido una constante atención a los más excluidos, y especialmente esa preocupación ha culminado con su dedicación al Holocausto, ya que los judíos de Auschwitz son la clase social más excluida posible. No es posible un grado de exclusión social mayor que el sufrido por los judíos en Auschwitz. Es posible repetirlo, es posible ser más cruel, ampliarlo, alargarlo, pero no hacerlo mayor. Auschwitz es la mayor sima de exclusión de la Historia, desde la cual -como cuando uno sube a la mayor cima- es posible ver todas las entrañas de la misma Historia en toda su largura de pasado y futuro.

Manuel Reyes Mate ha realizado también una relevante intervención en políticas sociales concretas, en sus responsabilidades en materia de política educativa, la cual desarrolló un innovador modelo que ha impactado en todos los barrios populares de nuestro país. De haberse implementado más radicalmente los principios de democratización, implicación comunitaria, innovación pedagógica y transferencia presupuestaria que estaban previstos, hubiera sido un factor crucial para la situación de los barrios más excluidos de nuestro país. En Reyes Mate se trenzan en un único proceso razón científica, razón sapiencial y razón vital, que da como resultado un vivir que es saber y un saber que es vida.

Respecto a la exclusión social y la idea sapiencial y filosófica de pobreza, Reyes Mate interroga a la Academia y la Política sobre la Vida y la Muerte de las víctimas que el Progreso ha dejado en la cuneta. Mucho hemos aprendido de Reyes Mate en ese campo. El problema de la exclusión social parece un problema de política, y conforme uno se mete a intentar solucionarlo cambiando políticas y organizaciones se da cuenta de que es un problema más profundo; es un problema de cultura, porque son los mode-los los que están causándolo: modelos de intervención social, modelos de economía, modelos de bienestar, modelos de progreso... Y se emprende una lucha cultural por la justicia que trata de modificar los patrones de sentir, pensar y obrar... Aunque es posible que nos demos entonces cuenta de que no es problema de política ni de cultura, sino de espiritualidad, del propio sentido de realidad y de encuentro con la alteridad que vive el sujeto: la propia constitución del sujeto. Y entonces es necesaria una revolución del espíritu de nuestra época; vuelve sus ojos hacia lo anteriormente hecho y comienza una revolución espiritual de la cultura y de la política. Reyes Mate ha luchado en el ámbito de esas categorías del espíritu de una civilización: «lo que está en juego no es sólo un problema de justicia, sino de sentido» (Mate, 1991: p. 70).

Pensar auténticamente según la metodología de Reyes Mate requeriría que mirásemos junto con él a las víctimas y pensásemos desde sus historias. Reyes Mate, renovando lo mejor de la tradición cristiana, hace una Historia desde las catacumbas. Reyes Mate, minero de la memoria, parece que -como en aquel cuento del pensador Michael Ende- va salvando los tesoros enterrados bajo el desastre o la cal de los asesinos. En nuestro caso, vamos a exponer algunos aspectos que son centrales en las nuevas teorías de la exclusión y que creemos se deben profundizar, si es que queremos acercarnos hoy más que ayer a su erradicación. Pero vamos a comenzar desde las historias o, más bien, desde la historia. Toda palabra tiene su etimología -aquella palabra o voz que es su origen, de la que procede- y tiene también su etimopraxis: aquel acontecimiento al que remite. La etimopraxis de la exclusión social es el Holocausto. Comencemos a lo Reyes Mate por la memoria, por unirnos a las historias para que las historias nos actualicen la Razón.

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Rememoremos aquel acontecimiento que nos actualiza; aquel tiempo en que para Etty Hillesum toda Europa fue un Lager, «toda Europa es un campo» (Mate, 2002: p. 318).

Este texto está organizado en tres movimientos. Comenzaremos a pensar desde dentro de la historia paradigmática y singular del Holocausto, expondremos la aportación de Reyes para repensar la exclusión y apuntaremos la principal consecuencia para la política social.

2. El Holocausto, metamodelo de la exclusión social

La exclusión social remite al Holocausto. Primo Levi vio con claridad en Si esto es un hombre que el Holocausto no solamente era un hecho singular e incomparable con nada de lo anteriormente sucedido, sino que en el Holocausto se había fundido todo el dolor creado por el mal de la exclusión en toda la Historia: todas las pobrezas se funden en el Holocausto para forjar en él el doloroso paradigma de toda exclusión. Así es como inter-pretamos sus palabras cuando escribe: «En todo el mundo, en donde se empieza negando las libertades fundamentales del Hombre y la igualdad entre los hombres, se va hacia el sistema concentracionario, y es éste un camino en el que es difícil detenerse» (Levi, 1946: p. 189).

La labor de Reyes Mate ha sido pionera en nuestro país para que podamos pensar la exclusión social desde el paradigma anamnético del Holocausto. Llama la atención que no haya sido puesta con mayor énfasis la relación entre el fenómeno de la exclusión social y el acontecimiento del Holocausto. No podemos menos que seguir de acuerdo con aquellas palabras que Bauman escribió a finales de los años ochenta cuestionando a la academia y la praxis de la Sociología.1El Holocausto ayuda a comprender en profundidad el fenómeno que denominamos exclusión. Los judíos manifiestan el principio de exclusión social, que no es solamente pobreza sino un principio más complejo. El Holocausto de los judíos muestra que la producción de la exclusión no es reducida a una categoría de clase social ni condición económica, ni es solamente racismo -el antisemitismo es condición necesaria, pero no suficiente para explicar el Holocausto- o xenofobia, ni es solamente una razón de lucha política o de guerra cultural o de religión. De modo que son objeto de exclusión hasta por parte de los pobres e incluso objeto de exclusión entre los mismos judíos.

La exclusión consistió en que no estuvieran en ningún sitio, eliminar absolutamente su presencia física y su memoria. Y la clave explicativa -necesaria y suficiente- fue la irresponsabilización pública y privada, nadie sentía un mandato de cuidarles, se consumó que nadie los sintiera como de Religión o laicidad «los suyos». Eran extranjeros no solamente de las naciones, sino extranjeros de la alteridad: se les negaba la dignidad de ser un «otro» con derecho de interlocución. Fueron un extranjero de lo humano. Esto

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intensifica la idea que expone Bauman del judío como extranjero.2Efectivamente, no fue solamente un problema de odio al diferente -heterofobia- ni de desnacionalización de su ciudadanía ni de racismo u odio religioso o lucha de clases, sino que el judío...

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