Evocación de mi padre

AutorMaría Gómez Mendoza
CargoProfesora Emérita de Derecho Mercantil
Páginas53-58

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Perdonen Uds. que una "bárbara especialista", como calificaba nuestro padre, en privado, a ciertos juristas españoles, algunos ilustres, perdonen, digo, que ose hablarles del libro de Gómez Orbaneja, que era todo lo contrario. No creía en disciplinas jurídicas aisladas, ni en compartimentos estancos y lo demostró conociendo a fondo el derecho romano de todas las épocas, el derecho civil, tan fundamental para todos, el penal. Ninguna disciplina estaba, en su opinión, más cerca de la teoría general del derecho que el procesal. Al leer algunas páginas del libro que hoy presentamos lo que digo salta a la vista.

Por otra parte, era la concisión misma, la precisión en el lenguaje. Utilizaba la palabra exacta y si había que matizar lo hacía con guiones o, muchas veces, con un "ahora bien". No hay en los escritos de nuestro padre palabras que sobren. Él se reía de quienes para decir algo muy claro empleaban una perífrasis, lo que les parecía más culto. ¡Cuántas veces no le habremos oído contar, sus hijos y también sus nietos, el caso de la Renfe, que se empeña en decir, por ejemplo: "El tren expreso, procedente de Valladolid, va a efectuar su entrada por la vía X". Añadía nuestro padre y abuelo: ¡Figuraros a la mujer del guardabarrera o del maquinista diciendo, sentada a la mesa con sus hijos: ¡Quedaros quietos que vuestro padre va a efectuar su entrada¡

Fue Gómez Orbaneja, además, un humanista, un literato, muy amigo de poetas, pintores, historiadores, gramáticos y filólogos, médicos científicos, matemáticos y banqueros. Entre los primeros, los poetas, Jorge Guillén, el gran amigo de toda su vida, Salinas, Dámaso, Gerardo Diego, Lorca. Con Federico estuvo pocos días antes de la sublevación, con ocasión en una cena de la lectura por el poeta de La Casa de Bernarda Alba. Entonces les dijo a mis padres que su intención era irse a Buenos Aires ese fatídico verano del 36.

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Intimó y se carteó con un pintor inglés, Hall, que con Carlos Clavería, íntimo amigo, fue testigo de la boda de nuestros padres. Los historiadores Rubio Sacristán y García de Valdeavellano -los dos casi de la familia-, Melchor Fernández Almagro y Gonzalo Menéndez Pidal participaban en las mismas tertulias, tertulias de las de entonces. Tuvo un gran respeto por sus contemporáneos el gramático Salvador Fernández Ramírez, el médico nutricionista Grande Covián y el matemático Ancochea. Permítaseme una anécdota sobre este último. A nuestro padre la gustaban mucho las paradojas, los problemas imposibles, como "toda regla tiene su excepción", que es en sí misma una regla. Y también los problemas matemáticos, que, por supuesto, no sabía resolver. Cuando éramos pequeñas, mi hermana gemela y yo, le llevaba a su amigo Ancochea al tren de Salamanca, en el que viajaban los dos para dar clase, nuestros problemas del colegio, que D. Germán nos solucionaba. Invariablemente...

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