Europa centro-oriental-Cuba: Las relaciones mutuas entre 1959 y 2009

AutorFernando Ibáñez Gómez
CargoCentro de estudios Latinoamericanos. Universidad de Varsovia
PáginasLech Miodek

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1. Introducción

Las relaciones ideológicas, políticas y económicas entre Cuba y los países socialistas de Europa central y oriental durante las décadas de 1959-1989 estaban repletas de controversias y desentendimientos. Cuba era acusada de provocar un cisma dentro del campo socialista, ya que Fidel Castro criticaba el dogmatismo de los partidos comunistas de los países socialistas europeos.

En 1965, el público habanero pudo ver durante pocos días una película soviética, Soy Cuba, del director Kuznetsov. La película fue recibida con enorme desagrado y la crítica fue unánime: «ustedes no nos entienden».

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El socialismo y la obsesión de los dirigentes cubanos llevaron la economía cubana al desastre. Los subsidios de la Unión Soviética financiaban políticas onerosas en salud, educación y seguridad social. Los éxitos cubanos en el exterior se debían ante todo a la rivalidad soviético-norteamericana en el foro internacional, en el Tercer Mundo y en América Latina. Un país pequeño se hizo grande.

Lo más importante para la gente era que el socialismo dividió a los cubanos. Nikita Jruschov se preguntaba, ante la declaración de Fidel Castro en diciembre de 1961: «Con honor y convicción digo: soy marxista-leninista y quedaré como tal hasta los últimos días de mi vida», ¿por qué hizo esa declaración en tal momento? Su efecto —dice Jruschov en sus Memorias— «es el aumento de la distancia entre él y la sociedad cubana, claramente antisocialista» (Skierka, 2008: p. 112).

En este ensayo el lector encontrará pocos datos estadísticos, porque no hay muchos que se puedan considerar fidedignos por haber sido elaborados por instituciones cubanas y transmitidos a organismos internacionales. Nos limitaremos a describir las tendencias y fenómenos generales que definían las relaciones entre Cuba y los países socialistas europeos.

2. Los intereses de la unión soviética en américa latina

Hasta la victoria de la Revolución Cubana, la Unión Soviética, y en mucho menor grado los países ex socialistas de Europa central, no tenían en América Latina serios intereses políticos, económicos ni estratégicos1. Sin embargo, los estrategas de Moscú tampoco podían descartar su significado en la confrontación global. La política soviética estaba determinada, como en cualquier otro lugar del mundo, por sus aspiraciones de superpotencia y sus consideraciones ideológicas. Dichas consideraciones eran, más bien, de orden ideológico-corporativo: lo que movía a Moscú era, más que nada, el sentimiento de ser fuerza dirigente de la comunidad comunista mundial, que sería subordinada a sus objetivos.

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Para el PCUS, la importancia de los veinte partidos comunistas del área latinoamericana, por regla general leales a él, con un total de entre 200.000 y 250.000 militantes, era considerable en número, después de la de los partidos europeos. Pero las relaciones de partido —como escribe Brútens— no se circunscribían a ese grupo por motivos políticos. Se entablaron y fueron desarrollándose relaciones con organizaciones no comunistas, como los partidos Radical y Socialista de Chile, Socialista del Uruguay, Revolucionario Institucional de México, de Acción Democrática de Venezuela, Revolucionario Socialista de Perú, los peronistas y el Partido Democrático Revolucionario de Panamá. El intercambio de delegaciones era bastante intenso y en los contactos tomaban parte activa los dirigentes soviéticos (Brútens, 1999: p. 68). Los vínculos ideológicos compensaban, en la mayoría de los casos, la debilidad de las relaciones a nivel estatal.

Desafiando a las ambiciones globales de los Estados Unidos, la URSS manifestaba su solidaridad en la lucha de los países latinoamericanos por fortalecer su independencia estatal, su emancipación de la influencia dominante del rival norteamericano. Cuando algún Gobierno empezaba a manifestar sentimientos antinorteamericanos, el Gobierno soviético toleraba las contradicciones que manifestaba su política interna en relación con sus recetas ideológicas. Sin duda alguna, los esquemas ideológicos y la influencia del factor antinorteamericano impedían apreciar cabalmente los procesos revolucionarios y sus perspectivas.

Entre los objetivos politicos (en sus aspectos estatal e ideológico) de la Unión Soviética podríamos enumerar:

Primero, mantener la presencia diplomática y política en la region. Segundo, valerse de ello para reforzar el apoyo de América Latina a la política de solidaridad con Cuba.

Tercero, distraer cuanto fuera posible la atención de los Estados Unidos de otras regiones, a fin de debilitar su presión allí. Cuarto, desarrollar las relaciones con los partidos comunistas, viendo en ellos más que nada un punto de apoyo en la lucha por preservar la hegemonía del PCUS dentro del movimiento comunista internacional (los partidos comunistas recibían también ayuda financiera «fraternal»)2.

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Las relaciones de la URSS con los países latinoamericanos, desde el punto de vista geoestratégico, tenían más bien un carácter defensivo. Los soviéticos no pretendían implantarse en la región, porque les faltaban los recursos. Tampoco pretendían instalarse allí los países ex socialistas europeos de soberanía ideológica, política y económica limitada por el dominio soviético. Los máximos foros de coordinación, o mejor dicho, de imposición ideológica, política y económica del PCUS y de la URSS a otros países del campo socialista eran los Congresos del PCUS y el Consejo de Ayuda Mutua Econó- mica, del que Cuba era miembro a partir de 1972.

3. El nacimiento ideológico de la revolución cubana; su entorno anti-imperialista y anti-norteamericano

La Revolución Cubana fue al principio una revolución muy diferente de los cambios revolucionarios en los países de Europa central después de la II Guerra Mundial, producto de la imposición de la URSS, sancionada por los aliados. Una revolución nacional de clase media y de los intelectuales, y no una revolución cuyos dirigentes procedían de los círculos de los activistas internacionales del Comintern, radicados en Moscú y cuyo objetivo era instaurar en el país un régimen político y social obediente a Moscú, conforme a los canones ideológicos del comunismo stalinista. Cuando Cuba salía de la fase de «soberanía limitada», sus futuros «hermanos socialistas» estaban bajo de la «tutela» de la URSS.

Considero oportuno recordar aquí un fragmento de la intervención de Fidel Castro, publicado por Bohemia3, en que se refería a la URSS: «No puede existir la mínima coincidencia entre éstos, que comenzaron a emancipar a su pueblo, y aquellos que ahogan la libertad de una docena de países europeos, airan contra el indefenso pueblo húngaro (1956) y crean el peor ejemplo de despotismo en el mundo». Eran palabras que descalificaban por completo a su futuro aliado y mentor. Rusia nunca estuvo preparada para la democracia. Nunca antes la había conocido. El imperio ruso era absolutista y el poder soviético era totalitario y siempre reinaba el militarismo: ideológico, económico, administrativo y militar. La democracia no formaba parte dePage 149la vida, salvo de forma caricaturesca. Y nadie podía creer que en poco tiempo aparecería en el mundo el despotismo caribeño, que los jerarcas centroeuropeos y orientales iban a tener muchos problemas para entender. Y no sólo ellos.

Hay un gobierno de hombres jóvenes y honrados, el país tiene fe en ellos, va a haber unas elecciones

4, anunció Fidel Castro apenas entrado en La Habana. Muy pronto las reformas a la Constitución de 1940 en sentido antiparlamentario marcaron el viraje hacia la dictadura. Muy pronto el Gobierno revolucionario comenzó a purgar a sus miembros liberales y demócratas y a torcer el rumbo hacia el socialismo. Como la oposición escogió, una vez más, el camino de la revolución, Cuba vivió un estado de guerra civil latente, con invasiones, atentados, sabotajes, clandestinaje urbano y guerrillas campesinas como las de Escambray. Como todas las pacificaciones, la socialista cubana fue despótica, al igual que las pacificaciones de grupos nacionalistas y patrióticos en Polonia y otros países de la región. En los países europeos de democracia popular hubo elecciones, pero se votaba sólo por el «sí». Con el correr del tiempo, las autoridades revolucionarias llegaron a la conclusión de que, como todos los cubanos apoyan la revolución, las elecciones no son necesarias.

4. En CUBA No existían posibilidades para la construcción del socialismo

Es sabido que en Rusia, Polonia, Checoeslovaquia, Hungría, así como en Cuba, Vietnam, China y otros países que iniciaron la construcción del socialismo, no se daban las premisas definidas por Marx. Fidel Castro podía decir: «no somos ortodoxos». En el caso cubano, eso estaba claro desde el principio, a partir de las formulaciones teóricas de Ernesto Che Guevara, quien apuntaba: «Debemos considerar que [...] no estamos frente al periodo de la transición pura, tal como lo viera Marx en la Crítica al Programa de Gotha, sino ante una nueva fase no prevista por él [...]» (Skierka, 2008: p. 147). El Che y Raúl Castro eran estudiosos de las obras de Lenin y de la práctica de la construcción socialista de los países ex socialistas. Ernesto ChePage 150Guevara plantea como pivote esencial la formación de conciencia en la masa del pueblo, porque entiende el comunismo como un fenómeno de conciencia y no solamente como un fenómeno de producción. De ahí viene, por ejemplo, su idea de los «trabajos no remunerados los domingos». Si...

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