Eugenesia, Genética y Bioética. Conexiones históricas y vínculos actuales

AutorJulio Alejandro Castro Moreno
CargoProfesor del Departamento de Biología, Universidad Pedagógica Nacional (Colombia). Doctor en Filosofía de la Ciencia, Universidad Nacional Autónoma de México
Páginas66-76

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Introducción

En este artículo argumentaré que a pesar del rechazo que históricamente ha sufrido la palabra “eugenesia” (sobre todo a partir de los horrores cometidos por los nazis), si asumimos literalmente su significado (“buen nacimiento”), ésta aún no ha sido desterrada de la ciencia actual, concretamente en lo que atañe a las decisiones de abortar basadas en dictámenes genéticos. Así las cosas, la eugenesia sigue siendo objeto de reflexiones bioéticas, pese a que la introducción del término data de finales del siglo XIX, y cabría esperar que en los albores del XXI hubiera devenido obsoleto, entre otras cosas, por los abusos que se han perpetrado en su nombre.

Parte de mi argumento será establecer algunos vínculos históricos entre eugenesia y genética, pues esta última en lugar de desenmascarar la ideología determinista oculta en la primera, lo que hizo fue robustecerla y darle un nuevo aire: genética y eugenesia han transitado de la mano durante largo tiempo y este hecho, sin duda, debería ser problematizado por parte de la bioética. Concluiré haciendo ver que las relaciones que pongo de manifiesto entre eugenesia, genética y bioética dejan abiertas las puertas a nuevos tipos de debates, al contrario que darlos por finalizados. Por último, cabe señalar que utilizaré una estrategia cronológica, es decir que introduciré cada término en el orden en que apareció temporalmente, estableciendo conexiones entre ellos, hasta llegar al estado actual de la cuestión.

Eugenesia

Francis Galton propuso el término “eugenesia” (eugenics) en 1883, en su libro Inquiries into Human Faculty, para designar la ciencia1que permitiría modificar (mejorar) los rasgos hereditarios en la especie humana. Eugenesia proviene del griego y significa “buen nacer” o “nacer bien” (o, en inglés, good in birth) (Wright, 2001, p. 1). Aunque a Galton se le recuerda principalmente por introducir dicha nominación, es preciso señalar que ésta hizo parte de un proyecto más amplio, en cuyo centro se hallaba una preocupación por establecer leyes estadísticas de la herencia en íntima relación con una idea, muy sesgada a mi parecer, de la evolución por selección natural2. No está de más mencionar que Galton era primo de Charles Darwin, en quien se basó para sustentar sus ideas acerca de la evolución y la herencia.

No obstante, Galton elaboró unas nociones muy particulares sobre el asunto, lo cual es una base para sostener que a pesar de que él se inscribía en el darwinismo, lo hizo desde unas perspectivas que no concuerdan con esa tendencia, al menos no con la que propuso el propio

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Darwin. En particular, Galton rechazó la hipótesis darwinista de la pangénesis, una vez que realizó experimentos sobre transfusión de sangre en conejos y éstos arrojaron resultados negativos (Bulmer, 2003). No es necesario entrar en detalles; sólo basta decir que la pangénesis establecía vínculos entre el ambiente y las gémulas (partículas hereditarias), posibilitando así que las condiciones de vida de los progenitores provocaran modificaciones en éstas, cambios que eran transmitidos a la progenie3.

Como es bien sabido, Galton asumía que los rasgos hereditarios eran prácticamente inmunes a los cambios del entorno, por lo que el conjunto de gémulas, o estirpe como lo llamaba él, pasaba de una generación a otra sin verse afectado por dichas condiciones externas. Ésta es otra forma de plantear una dicotomía sobre la que él enfatizó: naturaleza vs crianza4(nature vs nurture). Así, las personas ilustres tendrían hijos ilustres. He ahí una primera versión del determinismo hereditario5 (hoy denominado genético) por el que abogaba Galton.

Por otro lado Galton, a diferencia de Darwin, asumía que la evolución no era gradual, sino que precisaba de saltos (“mutaciones”), pues a pesar de que los mejor dotados son proclives a tener hijos sobresalientes, tarde o temprano, a través de las generaciones, los descendientes tienden a regresar o revertir al promedio, a la mediocridad. Es ahí en donde entra la apelación por aplicar la selección artificial a los seres humanos6, ya que era necesario, para conservar los rasgos extraordinarios (y deseables), permitir que sólo quienes tuvieran tales características se reprodujeran (eugenesia positiva)7y evitar al máximo que, por ejemplo, los “débiles mentales” tuvieran hijos (eugenesia negativa). Vemos nuevamente que la eugenesia se fundamenta en la creencia de que la herencia es determinista, y que no solamente se heredan las características físicas, sino también las morales e intelectuales (como la inteligencia, sea lo que ésta sea).

No obstante, estas ideas hoy no serían tan cuestionables si no se las hubiera tomado muy seriamente hasta el punto de llevarlas a sus últimas consecuencias: entre la publicación de la primera obra de Galton (Hereditary Genius) en 1869, hasta el holocausto de la Segunda Guerra Mundial,

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había una preocupación por la “degeneración” de la especie humana, a la que era necesario ponerle remedio urgentemente (Veuille, 2010). En ese sentido, hay una idea muy difundida en la historia de la biología, acerca de que una vez que las “leyes” de Mendel fueron “redescubiertas” a inicios del siglo XX (lo que posibilitó el surgimiento de la genética), entonces las demás investigaciones sobre la herencia, incluida la de Galton, ya no tuvieron seguidores, pues por fin se habría llegado a la explicación “correcta”. Nada más lejano de la verdad. Sin ahondar en este punto, vale la pena señalar que en Inglaterra, y durante el periodo aludido, hubo un conflicto entre dos posiciones sobre la explicación del problema de la herencia que en ese entonces se consideraban irreconciliables.

Uno de esos bandos, denominado biometrista, se basaba en el tratamiento estadístico de los datos (como medidas de alturas, número de progenie, frecuencias y promedios de rasgos, etc.) y entendía la evolución de manera gradualista, como lo hizo Darwin. El otro bando, el de los mendelianos o genetistas, hacía énfasis en la experimentación (en especial hibridación) y asumía la evolución de manera discontinua. Lo interesante del asunto es que Galton se situó en ambas orillas, por lo que el “triunfo” final de los mendelianos no implicó la caducidad de todas sus propuestas8.

Me parece que, al menos en parte, por esa razón la eugenesia siguió vigente, a pesar de que la idea de herencia de Galton no se interesaba en qué era realmente lo que se heredaba, sino que su preocupación estaba centrada en modelar estadísticamente el proceso de transmisión hereditaria, mientras que la genética sí ponía el acento en qué elementos (genes) pasaban de una generación a otra. Sin embargo, importa poco cómo fue que la eugenesia logró adaptarse a las...

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