La estructura del Movimiento Bolivariano: el PC3 y la 'historia irrefutable' de Catatumbo

AutorJaime Contreras
Páginas227-242

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CAPÍTULO 13.

LA ESTRUCTURA DEL MOVIMIENTO BOLIVARIANO: EL PC3 Y LA “HISTORIA IRREFUTABLE” DE

CATATUMBO

Fuera cual fuese el resultado final de los comicios, el jefe de las FARC definía la estrategia global de la organización en un momento especialmente singular: un país en plena crisis de identidad, apresado en medio de un grave trance político cuya manifestación primera eran unas instituciones en cuyo seno anidaban fuerzas oscuras. Parecía una ocasión única, la de las elecciones presidenciales, porque el presidente electo se vería obligado a entablar conversaciones con la insurgencia. En tal circunstancia, parecía evidente que toda la organización, en su conjunto, debía ponerse al servicio de esta crucial coyuntura; especial atención debía prestarse a todo el dispositivo bolivariano que, desde hacía algún tiempo, se venía estructurando; de él se esperaba que, dicho movimiento, consiguiese poner, a disposición de toda la organización, una parte importante de las masas, esencialmente las de algunas ciudades. Correspondió al cabecilla del poderoso Bloque Sur, el famoso Mono Jojoy trabajar intensamente en este sentido; en realidad el “Mono” ya venía dedicándose, con anterioridad, a estas funciones, y, a principios de 1996, elaboró una propuesta política, que fue, de inmediato, enmarcada en los 10 puntos de la “Plataforma” para un Gobierno de Reconstrucción y Reconciliación Nacional, ya conocido. La propuesta era organizar, coordinadamente, las distintas estructuras que conformaban el llamado Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia, de modo que posibilitase la organización eficaz del trabajo de masas; para ello había que estructurar el trabajo en los diferentes sectores “que forman nuestra nacionalidad” para conseguir una verdadera organización de las masas colombianas “hasta cuando seamos millones”.

Habría de ser, ésta, una fuerza política de oposición distinta a los viejos y gastados partidos tradicionales, capaz de conducir el país hacia “destinos de igualdad y de soberanía nacional”; porque, entendía el Mono Jojoy, que la revolución que propugnaba su organización, además de inspirarse en los principios del marxismo-leninismo, se cimentaba en las ricas experiencias “democráticas”, de inspiración nacional, que su grupo subversivo siempre había demostrado; de modo que ahora, en esta especial co-

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yuntura, donde se puede visualizar un futuro esperanzador para la guerrilla, el modelo ideológico comunista, que siempre fue sustancial en la ideología de la organización, debería rebajar, un tanto, su tradición internacional para comenzar a cultivar una visión más “nacionalista” de toda la organización, en su conjunto. Evidentemente a tal nueva condición, había contribuido la opción de las FARC por hacer de Bolívar, el libertador y padre de la patria colombiana, un inspirador de su proyecto. Marx, Lenin y Bolívar constituían, ahora, la troika de vanguardia; detrás de ellos seguirían millones de colombianos que soñaban en la revolución “nacional-socialista”, aunque tal adjetivo pudiera provocar equívocos no deseados. A tal objetivo habría de dirigir sus acciones subversivas el Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia, cuya pieza fundamental, en la rama política de la organización, sería el Partido Comunista Colombiano Clandestino, el conocido como PC3, que quedaría bajo la responsabilidad de Alfonso Cano dado su liderazgo intelectual y “su acertado manejo de la cosa política en el seno de la organización y a su reconocida trayectoria”276.

En efecto, este nuevo PC3 ya no era el viejo Partido Comunista, herido de muerte por los efectos de la Perestroika, sino una adiestrada organización clandestina que había de ser en adelante, con notorias diferencias respecto a cómo lo fue la Unión Patriótica, el nuevo y adiestrado brazo político de las FARC; partido “de los trabajadores de todo el pueblo”, estructurado como “vanguardia revolucionaria” y dirigido, no a la conquista del poder puro y duro, como tantas veces se dijo, sino, como ahora se expresa, de modo mucho más matizado y “demoliberal”, orientado a la “ conquista de un régimen de democracia avanzada” que no puede ser otro sino el encarnado en un socialismo, real, que ya no se define como el estadio superador de clases sociales, sino –y aquí viene la paradoja– como un socialismo garante, “del ejercicio de los derechos humanos y de las libertades democráticas”; tales eran los objetivos que Alfonso Cano ha definido sin rubor alguno para su nuevo y aguerrido PC3, que, desde luego, nunca llegaría a denunciar ni los innumerables crímenes de guerra ni las violaciones sistemáticas de derechos humanos ni, tampoco, los continuos atentados a las libertades democráticas que la organización, de la que era apéndice, había esparcido por todos los rincones de la patria colombiana.

Claro que ese socialismo “disfrazado”, tiene la misión fundamental, así se expresa en su belicoso lenguaje, de eliminar la dependencia económica de la patria colombiana respecto del “imperialismo gringo”, cuya nefasta naturaleza no ha cambiado y, por ello, sigue siendo agresor, corrupto y neoliberal; frente a tan conocido enemigo, el socialismo de este nuevo partido clandestino, se califica, en palabras de su fundador, como un socialismo cuyos atributos pueden llenar los más coloridos epítetos del más manido lenguaje electoralista: internacional, avanzado y, por supuesto, progresista; internacional, no entendido como un espacio sin fronteras, sino referido al entorno iberoamericano, entorno que las FARC entienden como su espacio vital donde, en el futuro, habrá de continuarse, de manera natural, su experiencia revolucionaria; así lo proyectó, en su día, el Libertador, al que todos, ahora, ponen como faro y guía. Tal es el “proyecto” del PC3 desde el cual, y tras una evidente flexibilidad ideológica y de un adulterador juego semántico, es posible conciliar conceptos tales como nacionalismo, socialismo, derechos humanos y libertades democráticas; algo, por otra parte, muy usual y muy aceptado en los discursos academicistas de teoría política, sino fuera

276. Documentos Rectores. Servicio de Inteligencia Militar, op. cit., p. 20.

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FARC-EP: INSURGENCIA, TERRORISMO Y NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA

porque, todo ese rutilante “programa”, se ejerce desde una concepción de combate y violencia terrorista que, lógicamente, ha de realizarse en la más estricta clandestinidad; una clandestinidad de espacio cerrado y estrecho que practican su células, las cuales, obligatoriamente, han de practicar el tradicional centralismo democrático, propio de todos los partidos comunistas, y donde, igualmente, la “ designación de los organismos de dirección –como indica el artículo 3º de sus estatutos– se realiza de arriba hacia abajo adoptando los criterios de verticalidad, compartimentación y clandestinidad277.

En realidad, este nuevo partido comunista clandestino, según nos cuenta el Mono Jojoy, es la cara política de las Uniones Solidarias, la organización de masas más clandestina y compartimentada de las que dispone la guerrilla; en ellas las relaciones entre las células de las Uniones, de unos tres a cinco militantes cada una, es tan secreta que sólo un militante es el eslabón entre una y otra unión, lo que permite que el conocimiento entre los miembros de las “uniones” no sea posible. Medidas de seguridad tan estrictas, demuestran el interés de las FARC por asegurar la pervivencia de este ejército subversivo, cuya funcionalidad garantiza la importancia de las políticas de masas, esenciales en el trabajo revolucionario; por algo estas uniones son las verdaderas “células de la revolución”; en ellas nunca puede haber el principio de “luz y taquígrafos” ni tampoco el de pública representación democrática. Un buen militante de este partido comunista clandestino, que ha militado en una unión solidaria ha de conocer los principios del marxismo-leninismo y ha de aplicar tales conocimientos en el trabajo secreto en el que la pervivencia de la organización es el fin único y el fin objetivo.

Pero si las relaciones al interior de la organización son tan herméticas, en el contacto con las masas todo debe ser apertura y dialogo, porque ahí el militante ha de trabajar en el sindicato, en la junta comunal, en una ONG, en todo tipo de asociación de usuarios o en cualesquiera organización de la sociedad civil; en todas y en cada una de ellas, el objetivo de todo militante es conseguir cierta influencia y ascendencia en esos medios públicos, sin asumir los riesgos que conlleva todo liderazgo explícito: “si el militante –dicen los estatutos– es dirigente de organización, mejor. Si logra ascender y prestigiarse entre las masas, es también magnífico. Si la Uniones Solidarias un día llegan a ser la forma de militancia de miles de líderes revolucionarios y de masas, la Revolución habría ganado mucho”278Y la revolución, en Colombia, pasa necesariamente por el estado de guerra, porque las condiciones del Estado y su oligarquía así lo han determinado. Por eso este nuevo partido, el PC3, estructurado desde la Uniones Solidarias, nace en el seno mismo de las FARC, y forma parte de su Plan Estratégico, el que se ha reajustado en el Pleno Ampliado del Estado Mayor Central que la organización ha celebrado en noviembre de este año de 1998, cuando ya las conversaciones del Caguán han comenzado.

En efecto el PC3 y las Uniones forman parte del campo de acción política del Plan Estratégico que las FARC, en este año, han diseñado para la conquista de poder a un plazo ya más o menos fijado. En esta parte del Plan. según se ha indicado desde arriba, se han de consolidar las estructuras urbanas que la guerrilla ha desarrollado en las principales ciudades del país; y eso supone urbanizar el conflicto, de manera que

277Ibidem, nota anterior, p. 22.

278Organigrama de las Uniones Solidarias. Doc. Rectores, op. cit., p. 153.

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