El estilo comunicativo en la televisión educativa

AutorJoan Ferrés i Prats
CargoProfesor de los Estudios de Comunicación de la Universidad Pompeu Fabra

¿Juicio o prejuicio?

He realizado el ejercicio varias veces, tanto con estudiantes universitarios de Ciencias de la Educación como de Ciencias de la Comunicación. Les advierto que se trata de un brainstorming, de una lluvia de ideas o de palabras. Consiste en que, en cuanto yo les diga un concepto, ellos han de escribir las palabras relacionadas con este concepto que les vengan a la cabeza de manera espontánea, sin reflexión previa alguna. Cuando el concepto que les propongo es televisión educativa, abundan los estudiantes que tienden a asociarle términos relacionados con el aburrimiento, la verborrea, la pesadez o la ineficacia. Ocurre algo parecido cuando el concepto que les propongo es vídeo educativo.

No es fácil saber hasta qué punto se trata, por parte de estos estudiantes, de juicios o de prejuicios, pero la percepción que tienen de estas realidades está ahí, como interpelación para todos aquellos que trabajamos profesionalmente en el ámbito de la comunicación audiovisual educativa.

Curiosamente los educadores y educadoras tendemos a sentirnos legitimados y hasta obligados a dar lecciones a los profesionales de los medios de masas audiovisuales (y, más en concreto, a los profesionales de la televisión convencional) y, en cambio, en general, ni siquiera nos planteamos la posibilidad de que podamos recibir de ellos lección alguna.

En otras palabras, en el ámbito de la Educación en Medios los, profesionales de la enseñanza tendemos, lógicamente, a ser críticos con los profesionales de los medios de masas. Pues bien, ya es hora de que aceptemos la reciprocidad y de que, en el ámbito de la Educación con Medios, permitamos la crítica que, explícita o implícitamente, nos hacen los profesionales de los medios de masas audiovisuales. Estas consideraciones, planteadas como punto de partida de una propuesta de revisión del planteamiento comunicativo de la televisión educativa, ponen de manifiesto una situación paradójica. Mientras la televisión convencional tiende a ser vista con prevención por parte de los educadores y educadoras por sus supuestos efectos deseducativos, agravados por el hecho de que consigue unos altos niveles de aceptación por parte de la audiencia, la televisión educativa ve limitados sus pretendidos efectos educativos por el hecho de que no consigue los mínimos niveles de aceptación necesarios para su eficacia.

Cuando las comparaciones en cuanto a la respectiva eficacia se establecen entre la televisión comercial y la escuela, o entre Internet y la escuela, para explicar los déficits de eficacia de la institución escolar, cabe la posibilidad de recurrir al argumento de la fascinación que ejercen tecnologías en las nuevas generaciones de alumnos y alumnas. Pero cuando se comparan la televisión convencional y la televisión educativa, la tecnología no sirve como justificación de los déficits de la televisión educativa, porque el soporte tecnológico es idéntico en ambos casos. En consecuencia, las diferencias en cuanto a eficacia hay que buscarlas en otra parte. Por ejemplo, en el estilo comunicativo.

Los discursos de la televisión convencional están diseñados en función del receptor, mientras que los de la televisión educativa suelen estar diseñados en función de los contenidos. Es decir, mientras en la televisión comercial el receptor o destinatario es el eje del proceso comunicativo, en la televisión educativa el eje lo constituyen los contenidos curriculares.

En la televisión convencional hay múltiples huellas de la presencia de los destinatarios: las hay tanto en los contenidos seleccionados como en el planteamiento comunicativo o en el lenguaje utilizado? En la televisión educativa, en cambio, tanto los contenidos seleccionados como el planteamiento comunicativo y el lenguaje al que se recurre remiten de manera fundamental (a veces casi exclusiva) a las exigencias curriculares. En síntesis, y considerado desde la perspectiva de las funciones del lenguaje, de las que se hablará más adelante, podría decirse que, mientras la televisión educativa suele estar polarizada en torno a la función referencial, la convencional pone el acento de manera prioritaria o exclusiva en la función fática.

Para comprobarlo bastarán algunos ejemplos significativos de la praxis televisiva convencional.

Del distractor al Video-rating

La serie Sesamo Street (en España Barrio Sésamo), es un ejemplo excelente de conexión entre televisión comercial y educativa, por cuanto nació en los Estados Unidos con la voluntad explícita de enseñar deleitando, y para lograrlo se propuso sacar el mejor partido posible tanto de la pedagogía como de la publicidad. En los primeros tiempos de la serie los responsables de la producción utilizaban un curioso sistema para garantizar el éxito de cada uno de los capítulos. Los testaban recurriendo a un curioso sistema que denominaron distractor. El sistema consistía en presentar el capítulo en cuestión a un grupo de control (niños y niñas de la edad a la que iba destinada la serie). Al poco tiempo de iniciado el visionado, ponían en marcha otro televisor colocado al lado, para comprobar en qué momentos la vista de los niños y niñas se desviaba hacia el dictractor. Si se comprobaba que la atención de los jóvenes espectadores decrecía en un momento dado, era señal de que había que rehacer estos fragmentos, incrementando el ritmo o incorporando nuevos recursos narrativos o expresivos.

Con el paso de los años y con la consiguiente evolución de las tecnologías, estrategias como la del distractor se han quedado obsoletas. Hoy las cadenas de televisión disponen de mecanismos más sofisticados para garantizar el éxito de sus programas. Basta...

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