Los Estatutos de Calvo Sotelo y la Administración Local del período republicano. 1923-1936

AutorEnrique Orduña Rebollo
Páginas537-571

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El presente capítulo abarca el período comprendido entre la promulgación del Estatuto Municipal de Calvo Sotelo y la Ley Municipal de la República. Es un período que no llega a los doce años, pero en el que se va a producir la liquidación del régimen surgido en Sagunto y la instauración de otro sistema condenado a la efemeridad. El último gobierno constitucional de la monarquía fue el del duque de Alhucemas, que duró desde el 7 de diciembre de 1922 hasta el 11 de septiembre de 1923, aunque al final sólo permanecían al frente de sus carteras Alhucemas, Alba, Salvatella y el duque de Almodóvar.

Bien es verdad que, como se ha afirmado anteriormente, el sistema surgido en la Restauración canovista entraría en su crisis definitiva, hasta su total liquidación, a partir de 1923. Era un sistema que no había sido capaz de resolver una serie de problemas, algunos de ellos muy vinculados a la organización local, la cuestión regional o la erradicación del caciquismo, otras sociales o militares, como la endémica guerra de Marruecos o el asunto de las Juntas de Defensa. Todo junto, constituía una acumulación de problemas que hacían imposible el desarro1l0 normal de la vida pública.

Pero el detonante que produjo el camino sin retorno del sistema de la Restauración, hemos de buscarlo en los sucesos africanos de los diez últimos días del mes de julio de 1921. En aquella decena siniestra se sucedieron la derrota y desaparición del general Fernández Silvestre, la muerte del general Navarro y de casi catorce mil soldados españoles, los desastres de Igueriben y Annual, las retiradas de Nador y Monte Arruit y finalmente el derrumbamiento de la Comandancia General de Melilla. Cuestiones excesivamente conocidas, pero no por e]]o menos dolorosas. Lo cierto es que se alejan de nuestro objetivo, salvo para explicar el proceso catalizador que llevaría al poder a don Miguel Primo de Rivera y esto se basó en una sola palabra: Responsabilidades.

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Efectivamente, la petición de responsabilidades después del desastre de Annual fue una bandera enarbolada por unos y otros, en definitiva por toda la opinión pública, cada vez más pujante. Con el fin de aclarar estas responsabilidades, el día 4 de agosto, el Ministro de la Guerra, vizconde de Eza, creó una comisión presidida por el general Picasso, cuyo objetivo era hacer una investigación exhaustiva y oficial sobre las causas del desastre y sobre los responsables del mismo. De cualquier forma, la cuestión de las responsabilidades derivadas de los desastres bélicos y agrupadas en el minucioso y amplio expediente Picasso, proyectó su sombra, incluso hasta nuestros días, reconociendo la historiografía más solvente que fue una de las causas directas del acceso al poder del capitán general Cataluña, el cual se apresuró a disolver, entre otras instituciones, todos los Ayuntamientos de España y nombró a militares retirados o en activo, para ejercer el cargo de delegados gubernativos en todos los partidos judiciales y en las capitales de provincia, con el fin exclusivo de revisar y controlar la gestión de las Corporaciones locales.

No es preciso profundizar en detalles sobre los acontecimientos de septiembre de 1923, pero es oportuno hacer unas consideraciones sobre dos puntos fundamentales para este estudio que, enfocadas como integrantes de las diver-sas causas de la crisis restauracionista, tendrán gran importancia en la gestión del dictador. Estos se refieren al enfoque y tratamiento dados por Primo al problema del caciquismo rural y a la cuestión regional, principalmente la catalana.

En el primero de los casos, nada más elocuente que una revisión al manifiesto hecho publico el 13 de septiembre. Ha sido definido como un programa «vago, difuso, ingenuo e improvisado, patriótico y nacional lleno de tópicos regeneraciollistas». Se trataba de una declaración de buena voluntad y patriotismo «pero poco más» (PABÓN, vol. 11, pág. 449, Y SECO, pág. 167). Llama la atención el ataque durísimo que hace en el texto de su Manifiesto contra Santiago Alba, al que acusa de ser el responsable de los males patrios y al que tilda de «depravado y cínico ministro», cuestión a todas luces exagerada y que en opinión de A. Ramos Oliveira no estaba inspirada en los cuarteles sino por ciertos consejo de administración de Cataluña, probablemente a causas de la política proteccionista y las divergencias entre los intereses agrícolas e industriales. De cualquier forma quedó reflejado el carácter impulsivo y carente de capacidad de análisis de Primo.

Es indudable que su gestión se prolongó durante siete años y que su acceso al poder se realizó con el beneplácito de un importante sector de la opinión pública, aunque paulatinamente se deteriorase su posición y al final se enfrentase con la casi totalidad de las fuerzas políticas y sociales de España. El éxito inicial hay que buscarlo, al menos en sus ámbitos más populistas, en los propósitos del dictador de erradicar el caciquismo y limpiar la vida pública. A propósito de ello también Tusell le calificará como «dictador regeneracionista», que tenía como objetivo «combatir las lacras de la vieja política oligárquica y caciquil» (pág. 235).

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En estos propósitos coincidió con algunos argumentos de los regeneracionistas, alzándose con la bandera de unos principios que siempre resultaron muy gratos a un sector social no comprometido con verdaderos proyectos reformistas o regeneradores y fácil presa de una manipulación populista. Pero no podemos olvidar que los métodos para conseguirlos no eran los mismos, sino que podemos afirmar que resultaban antagónicos. Los regeneracionistas, aunque no lograron sus objetivos, estuvieron muy cerca de ello y desde luego fueron un revulsivo de la opinión pública en muchas ocasiones. Quedó el ejemplo de su conducta. Sus enseñanzas y sus escuelas fueron simiente de generaciones posteriores que han mantenido viva la llama de la moral pública y la decencia. El intento de Primo no pasó de los buenos deseos, que se diluyeron en la Unión Patriótica, organización política que al final superaría con sus defectos a los partidos que tanto fustigó su creador. El dictador obsesionado con la erradicación del caciquismo, hizo suya la tesis conservadora de reformar el régimen local, y así, eliminar de una vez para siempre esta lacra del panorama político y social de España.

El segundo de los aspectos indicados era la cuestión regional, fundamental-::nente la referida a Cataluña. Es un hecho innegable que, además de las buenas relaciones del Capitán General de Cataluña con los políticos de la Lliga, en los primeros días de la Dictadura planeó sobre la administración española su posiJle regionalización, pero poco después se produjo una campaña contra el regio:lalismo y más larvada contra el mismo Primo de Rivera, tildándole de permisivo con los catalanes, a las que al parecer no fueron extraños algunos miembros del cuarto militar del rey. A partir de ese momento, la impresionable personalidad de don Miguel evolucionó hacia posturas centralistas y alejó cualquier solución política al problema regional. Cada una de las dos cuestiones ex pues:as constituyeron la razón y base de los dos texto de régimen local elaborados por la Dictadura primorriverista: Los Estatutos municipal y provincial.

I El Estatuto Municipal de 1924
a) Calvo Sotelo

Pocos días después de instaurado el Directorio, el 24 de septiembre, su presidente contactó con la persona que había de llevar a cabo la obra probable-mente más rigurosa de aquella etapa ,política. Se trataba de D. José Calvo SoteJo. Este abogado del Estado, había iniciado su andadura en la vida pública de la mano de Maura, militando en las juventudes mauristas y había sido gobernador civil de Valencia antes de cumplir los treinta años. Teniendo tal maestro, y según se desprende del análisis de su obra escrita, en aquella temprana época existen pocas dudas sobre la ideología democrática que animaba su actitud. Los indicios que abundaban en este criterio los encontramos en el prólogo que a su

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tesis doctoral hizo D.Gumersindo de Azcárate en 1917 y también en su obra «Mis servicios al Estado», justificación de su obra política, pero básica para conocer su comportamiento y enfoque de los problemas.

En ella manifiesta que el Parlamento es rueda insustituible para la gobernación de los pueblos, y así se lo hizo saber al dictador en su primera entrevista, incluso le dio una fórmula para poner remedio a los vicios del Parlamento español, basada en la corrección con un nuevo modelo electoral que sustituyese los distritos por grandes circunscripciones y reemplazase el régimen mayoritario por el de representación proporcional. También le propuso una reforma en el Reglamento de la Cámara que exigiese determinado quórum para los votos de censura y le advirtió que España había padecido de malos parlamentos «pero también de falta de Parlamentos».

En esta primera entrevista celebrada, como hemos dicho hacia el 23 de septiembre, Calvo Sotelo hizo, ante...

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